Capítulo Diecinueve

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    Cuando salió de su trabajo y vio a Peridot caminando de la mano con su hija Malachite, se permitió una sonrisa. Su pequeña siempre se emocionaba al verla, y la recibió —como siempre— con un abrazo cuando la vio correr hacia ella. Al acercarse, Peridot iba a hablar, pero Lapis prefirió cortarla con un beso.

    Amaba sus suaves labios, y no podía resistir mucho tiempo sin añorarlos y pensar en ellos. Peridot siempre le correspondía, y se dio cuenta que le costaba mucho mantener la boca cerrada. Solían besarse mientras estuvieran en lugares menos transitados, era más cómodo; pero en ese momento necesitaba ese tacto.

    No tuvo por qué preguntarle si quería quedarse en su casa y pasar a cenar, como antes. Con el tiempo ya se había acostumbrado a que en el momento en que cuando ella y Malachite bajaran del auto, Peridot iría a su lado. Desde hace unos días, ella le prestaba el auto en vez de Pearl, por lo que no había problema en quedarse hasta tarde, y podía aparcar en el estacionamiento de residentes.

    A las diez de la noche Malachite tuvo que irse a la cama, dejándolas a ambas solas, sentadas en el sillón, mientras su brazo se posaba sobre los hombros de Peridot.

    Vio como su novia tenía el celular frente a sus ojos, pero a diferencia de otras veces, su mirada se dirigía perdida, como si estuviera meditando sobre cualquier otra cosa menos la acción que ejercía. Ni siquiera movía el dedo para trasladar la página o lo que sea que estuviera viendo en ese momento, como si se hubiera quedado completamente congelada.

    —¿Peridot?

    Ella pareció sobresaltarse, despertando de lo que la tenía desconcertada. Bloqueó la pantalla de su celular sin prisa y se enfrentó a Lapis. Ella miró sus ojos de nuevo, pareciera que volvieron a la realidad.

    —Te noto más... distraída. ¿Qué pasa? —preguntó. Peridot solo se dedicó a cruzar su brazo por encima del hombro de la Lazuli, tal como ella lo tenía, y a apoyar su cabeza en su hombro.

    —Vamos, ¿qué te pasa?

    Ahora, Peridot simplemente quitó su brazo derecho del hombro sus hombros y los trasladó lentamente a su cintura. Lapis pudo sentir su cálida mano cruzar por sobre su delgado chaleco. La mano prostética se había unido con la derecha de Peridot, apretando ligeramente a Lapis en un suave abrazo. Al principio, no le acomodó mucho el tacto, pero luego recordó que era Peridot de quien se trataba y se relajó, pasando su siniestra por su rubio y desordenado cabello. Sus dedos cruzaban con tanta facilidad como si estuvieran hechos para estar ahí.

    Era la primera vez que le tocaba el cabello de esa forma. La primera vez de ese tacto. La primera vez de toda esa confianza. Sabía que Peridot estaba igual de... ¿nerviosa? O algo por el estilo, lo sentía en su respiración al principio entrecortada. Pero podía asegurar algo con determinación: a ambas les estaba gustando.

    No la conocía hace tanto tiempo comparado con los demás, claro, pero sí lo suficiente como para saber que la quería, y que no iba a hacerle daño.

    —Tengo que visitar a Y. D. mañana —reveló sin soltar su agarre, respirando con tranquilidad bajo las caricias de Lapis. Ésta se dio cuenta de que mantenía los ojos cerrados.

    —¿Y. D?

    —Yellow Diamond, mi... madre biológica.

    —¿Por qué? ¿Ella no te molestaba? —Se abstuvo de inquirir acerca de la relación que tenía con ella, lo único que sabía es que era fatal.

    —Lo hace —Vio como Peridot fruncía el ceño por un par de segundos—. Pero no importa eso ahora, aún así estoy obligada a verla.

    —¿Puedo acompañarte?

Ayúdame a Olvidar | Lapidot | Steven UniverseDonde viven las historias. Descúbrelo ahora