XXII

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Ya nada importaba, daba igual si le metían a la cárcel y moría ahí, daba igual si le daban un tiro en la frente, lo que de verdad importaba era desaparecer a Haruka de esta vida Si Rin era suyo o no, poco importaba, eso sí, no debe estar de nuevo con ese tipo, no le volvería a ganar.

Guarda el arma en la cinturilla de su pantalón, sólo necesita eso. Sube a su auto y parte directo al apartamento de Haruka; si le encontraba solo mejor, si Rin se hallaba... era ya momento de que supiera todo, si iba a morir no importaba, que al final de cuentas Rin le volviera a odiar. Después de todo sólo hace esto por el bienestar de su mejor amigo.

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«-Le doy mi eterna gratitud -el sultán de las tierras enemigas hace una reverencia para él -. Cualquier cosa que necesite puede pedírnoslo, como pago de lo que ha hecho por nosotros.

Ekusu escucha con atención, planeando su siguiente movimiento. Algo debía de hacer para que Nir no se entere de lo sucedido, si eso ocurría le mandaría a quemar en leña verde o algo mucho más doloroso y no podría concretar su propósito. Sonríe. Ya lo tenía.

-Necesito que me paguen el favor ahora.

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Nir se sienta sobresaltado en la cama. Un terrible frío le ha recorrido la espina dorsal; ha sido ese mismo sentimiento de pérdida, de malas noticias, ha tenido está misma reacción al enterarse de la muerte de su padre pero... ¿está vez qué puede ser?

-¿Nir? ¿Te pasa algo?

-¿Huh? Am. No, no es nada. Vuelve a dormir por favor -besa su frente y abandona la cama dejando a un Akurah desconcertado.

Se amarra una de las sabanas de seda antes de dirigirse al balcón. El cielo se encuentra lleno de estrellas y la luna es grande y brillante, tan redonda y sublime que difícilmente se puede creer en malas noticias. Cierra los ojos aceptando el abrazo y los beso de Akurah; todo menos malas noticias en esa hermosa noche... todo. Al abrir los ojos se encuentra una figura en negro recorrer el largo de la arena que separa el palacio del pueblo.

-Ekusu -susurra sin pensarlo. Da media vuelta para entrar de nuevo en la habitación y colocarse unas cuantas prendas -. Akurah, quédate aquí, por favor.

-¿Qué? ¿Sucede algo malo? ¿Nir?

-Por favor quédate aquí -le sostiene de las mejillas y le besa con pasión, reafirmando su orden.

Cierra la puerta al salir, la preocupación de Akurah incrementa, ¿qué es lo que sucedía? La incertidumbre le estaba matando, pero no desobedecería a Nir. Por una vez en su vida no lo haría.

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Baja las escaleras con tanta rapidez que trastabilla un par de veces. Muchos de sus sirvientes han salido por el ajetreo de sus apresurados pasos. Se detiene a unos metros de la puerta donde ya dos guardias aguardan la llegada del supuesto intruso. La enorme puerta de doble filo es abierta con pesadez, la figura antes vista por Nir entra por la ranura donde apenas y cabe. La sangre se le congela.

-Ekusu -susurra sin aliento.

El jefe de la guardia real se desploma frente a sus ojos, tan cansado y mal herido que apenas y puede respirar.

-Ekusu, ¿qué ha pasado? ¿Dónde está Misuki? ¡Ekusu, respóndeme maldita sea! -Grita ya desesperado por el mutismo de su amigo.

-Su majestad, disculpe pero... sería mejor llevarle a curar primero -propone Oru ayudando a Ekusu a ponerse de pie junto a Irotin.

"Y Si En Otra Vida..."Donde viven las historias. Descúbrelo ahora