"Y Si En Otra Vida..."

XXIII

-Makoto, ¿qué sucede? -Kisumi le sigue por toda la habitación, de punta a punta.

El castaño, sin razón aparente, ha comenzado a empacar sus cosas, y eso le preocupaba pues no sólo es el hecho de que haya tomado aquella decisión tan precipitada, si no que el gesto de su rostro no ayudaba mucho.

-Toma tus cosas; tenemos que irnos en este mismo instante -declara apresurado cerrando una de las maletas.

-Pero... Makoto no comprendo, ¿qué es lo que pasa? ¡Explícame por favor! -Se interpone en su camino, ya hastiado de aquella actitud -. Dime lo que sucede -exige con los dientes apretados.

-Rin y Haru están en peligro. Debemos volver... por favor -suplica tomando a Kisumi de las mejillas y pegando sus frentes, tratando de aguantar las enormes ganas de llorar.

Una vez ya perdió a su mejor amigo, y está vez no lo permitiría. Aún cuando se ha negado, sabe perfectamente que Sousuke no se detendrá sólo por eso, puede apostar a que hará hasta lo imposible para matar a Haruka, como lo hizo en su vida pasada. Lo impediría, primero da su vida; pagaría por su anterior error.

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-Me da mucho gusto que hayas aceptado mudarte conmigo -levanta un poco la comisura de sus labios en una pequeña sonrisa.

-Ni lo menciones -suspira bajando la caja y secando su frente con un pequeño trapo. No recordaba que mudarse fuese tan malditamente cansado, y eso que aún le faltaba desempacar y acomodar sus cosas.

-¿Y? ¿Qué quieres hacer primero? -Pregunta Haruka revolviendo algunas cosas de una caja. Le encantaba revisar las pertenencias de Rin, había veces en las que se encontraba objetos tan vergonzosos, le gustaba pues podía burlarse de Rin por semanas.

-Iré a darme una ducha, ¿puedes prepararme la cena?

Haruka asiente guardando los extraños objetos hechos con conchas recogidas del océano; ¿él los habrá fabricado o los compró en alguna tienda de recuerdos? Lo que sea. Saca de la nevera carne de cordero deshebrada y algunos medallones de caballa.

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-¡Rin, la cena está lista! -Grita terminando de servir la comida y sacando un vino y agua de piña, ¿qué es lo que le gustará más a Rin? -. ¡Rin, vamos a cenar! ¡Rin! -Frunce el ceño al no obtener respuesta. Que mal educado.

Gruñendo va a buscar al pelirrojo, entra a la habitación y lo que ve le enternece sobremanera, sobre su cama se encuentra un muy dormido y angelical Rin. Suspira, la mudanza ha sido demasiado para él; no había problema, la cena de hoy tendrá que convertirse en el desayuno de mañana.

Saca una frazada y la coloca sobre el cuerpo de Rin, peina sus cabellos hacia atrás y besa su frente con ternura, aspirando el olor a limpieza que desprende y, extrañamente, a flores de cerezo.

Vuelve a la cocina con una sonrisa, guarda la comida en recipientes y los mete en la nevera mientras que los platos servidos los coloca dentro del horno; sirve un vaso de leche y toma un paquete de galletas, algo debía de caerle al estomago.

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«-Quiero hacerlo -Ekusu se sobresalta, frunce el ceño para tomarle del brazo y arrastrarle lejos del mercado donde varios sirvientes compran comestibles, por ordenes de Nir estos sirvientes deben ser vigilados para protegerles de cualquier peligro.

-¿Qué demonios te pasa? No quiero que nadie te vea hablando conmigo -reclama molesto.

-Quiero hacerlo; te ayudaré a separarles.