III

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«Las personas del pueblo se aglomeran al pie del camino, se escuchan murmullos emocionados y exclamaciones de sorpresa.

-¿Qué estará sucediendo? -pregunta Otokam mirando a su alrededor, me encojo de hombros restándole importancia, lo único que quería era escapar de aquel lugar, las grandes multitudes no son mi fuerte.

-¡Oigan! Escuchen esto -un enérgico rubio se acerca a nosotros, su sonrisa es abrumadora, tan grande que casi cubre todo su rostro (sin exagerar) --, al parecer el príncipe va a salir a saludar y ver al pueblo, va a hacer un gran festín.

-¿De verdad? -pregunta Otokam sorprendido; la realeza siempre se ha comportado así, tan cercana a su pueblo. Era la primera vez que veríamos al príncipe desde que el rey Toraichi murió por una guerra con otro reino. Ahora entendía todo aquel alboroto.

-¡Vamos a la entrada! -grita Asigan saltando de emoción, los tres comenzamos a correr, vemos el castillo hacerse más y más grande, tan imponente con sus torres y muros gigantescos.

Al pie del castillo hay mucha más gente, y me desespero, porque las puertas son abiertas lentamente, y por alguna extraña razón mi corazón late desbocado. La gente comienza a gritar y a decir cosas, todos al mismo tiempo, no entendía nada, el grupo comienza a empujar, dejándonos a mis amigos y a mi más alejados, sin visibilidad. A esa distancia lo único que puedo ver es un poco de la cabeza del camello y la punta del turbante negro.

Desesperado comienzo a correr mientras el camello sigue su camino, busco un hueco en el que pueda entrar y ver al príncipe; a mis espaldas escucho el llamado de mis dos amigos, pero nada más importa, lo único que quiero es verlo, conocerlo, saber cómo es. Sin una pizca de paciencia me hago espacio entre un grupo de gente, empujando y aventando, sin importar las quejas y algunos insultos, no mido la distancia y caigo de bruces contra el suelo, gruño levantándome con dificultad, aquello había sido un gran golpe.

Pronto veo la punta de una lanza apuntando directamente a mi rostro, más específicamente entre mis ojos, el filo brilla con la luz del sol.

-Oru, déjalo. No está haciendo nada malo -una voz aterciopelada acaricia mis tímpanos, el hombre frente a mí aleja el arma, me extiende la mano y yo la tomo. Miro al que supongo es el príncipe, quien cómodamente sentado en un camello me mira con una pequeña sonrisa. Observo todo su rostro, sus mechones cayendo elegantemente sobre su frente, su nariz delgada y respingada, sus labios finos...

Pero lo que más llama mi atención son aquellos ojos rojos, que irradian fuego y pureza.

-¿Necesitas algo? -pregunta el príncipe, aun mirándome, me estremezco. Niego con la cabeza observando de reojo a mis amigos; con nerviosismo murmuro un "Lo siento" y me retiro encorvado, mostrando respeto. Al llegar al lado de Otokam y Asigan aun siento los ojos penetrantes del pelirrojo sobre mí. Los murmullos comienzan de nuevo y eso me da a entender que su realeza ha continuado su andar.

-Akurah, ¿sucede algo? -La voz del castaño me despabila, sigo el camino del príncipe con la mirada hasta ver su espalda, él saluda con la mano, deteniéndose de vez en cuando a escuchar las peticiones de los presentes.

Aquel encuentro... sabía que cambiaría mi vida, lo presentía, algo en mi interior (tal vez mi hígado) lo sabía.»

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-...ru...Har...Haru... ¡Haru~! -Siento que me sacuden, parpadeo un par de veces volviendo a la realidad... ¿estoy de verdad en la realidad? Miro a la persona frente a mí, quien tiene una expresión extrañada, al igual que el policía de alto mando.

"Y Si En Otra Vida..."Donde viven las historias. Descúbrelo ahora