XXV (F I N)

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«Irotin y Atom dejan a Nir en su habitación, no ha parado de llorar ni de balbucear cosas. La imagen del sultán es tan deplorable que no saben qué hacer; nunca se imaginaron verle de aquella manera. Tan derrotado.

Al poco tiempo, Ekusu irrumpe en la habitación, mira de mala manera a los dos guardias y ellos salen a toda velocidad. Nir posa sus orbes acuosos en Ekusu; con la sangre bulléndole por todo el cuerpo se levanta y trata de golpear a su supuesto amigo.

-¡¿Cómo has podido?! ¡Tú sabes lo que sentía por él! ¡¿Por qué lo has hecho?! ¿Por qué? -Al final se rinde y se deja caer. La valentía ha sido engullida por la tristeza; golpear a Ekusu no le devolvería a Akurah.

-Es por tu propio bien, si no lo hacía yo, alguien más lo haría. ¿Qué hubiera pasado si te descubrían? -Habla con tranquilidad, tratando de hacerle entrar en razón -. Además, ¿qué hubiera pasado si Akurah fuera como Misuki? ¿Y si te hubiera traicionado?

-Tú no le conoces... él en verdad me amaba...

-¿Y Misuki? ¿No decía lo mismo?

Nir cierra los ojos ante sus palabras, tan frías que duelen. Pero no dudaba de Akurah, sabía lo que ambos sentían, aquello no podía ser fingido. Tantos besos, tantas caricias, tantas palabras llenas de amor; todo aquello no se podía fingir.

-Ya todo está bien -estira su brazo para acariciar su cabello, pero la acción es interrumpida por el sorpresivo manotazo que Nir le da.

-Quiero que salgas.

-Nir...

-¡No quiero verte! ¡Lárgate! -Le empuja con fuerza. No quería escucharle, ni verle, aquello provocaba rememorar lo ocurrido. Sea el motivo que fuere, Ekusu ha matado a la persona que amaba y eso jamás se lo perdonaría.

En un movimiento rápido, Ekusu toma el rostro de Nir con una mano, los ojos chispeantes en furia le miran provocando temblores en su cuerpo. Ekusu no era así, ese que le sostenía con molestia no podía ser su amigo, su caballero, su fiel acompañante.

-Esto lo he hecho por nosotros. Akurah jamás te valoraría, yo soy tu mejor decisión -su voz sale áspera, demandante.

-¡Déjame en paz! -Manotea y le empuja fuera de su habitación. Al cerrar la puerta se desliza con la frente pegada a esta, las lágrimas fluyendo; dolorosas.

Cierra los ojos, rememorando todos aquellos momentos junto a Akurah, días que no volverán ni aunque lo desee, experiencias que no sentirá con nadie más. Con el puño fuertemente cerrado golpea la hoja de madera; el dolor es tan grande que siente morirá en cualquier momento, así, con lentitud. Por cada lágrima, en cada exhalación puede notar su alma escaparse, y vaya que duele.

No era suficiente sentir que moría, necesitaba morir, ya no había nada por lo qué luchar, sin sus padres, sin la persona que ama, ¡al diablo con su reino! Con ese dolor punzante no podría gobernar con sabiduría.

Las piernas le tiemblan al levantarse, entre tropezones llega a la cama, rebusca bajo las almohadas hasta sentir el filo de la daga. La toma con fuerza para sacarla, gotas de sangre resbalan por la hoja metálica. Posa sus labios sobre está y llora con fuerza, apretando la mandíbula para no emitir los gemidos de dolor que le queman la garganta.

-No puedo y no quiero vivir sin ti, Akurah. Quiero estar contigo. Por favor, espérame, y si no puedes, encuéntrame... búscame... quie...quiero estar contigo -solloza.

Aprieta el mango de la daga, su reino estaría bien, Ekusu se haría cargo de él o tal vez se encontraría a algún familiar. Igual ya no era su problema.

"Y Si En Otra Vida..."Donde viven las historias. Descúbrelo ahora