Capítulo 21

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Respeté lo que ella me había pedido, en la cafetería y dejé de buscarla. Cuando salí de la escuela, fui directamente a mi auto y me fui de allí. Llegué a casa con una sola intención tirarme a la cama y comenzar a dormir. Pero luego escuché que alguien tocó la puerta de mi cuarto, permití que pasara. Era Jerry. Entró con una sonrisa.

-Es viernes en la noche amigo ¿qué demonios haces allí tirado en la cama? Entiendo que hoy no tenemos práctica por... tú sabes, lo que pasó con el entrenador. Pero por eso no te tiras allí a dormir. Es más te tiras allí a disfrutar la noche con una chica.

-No tengo ganas.- contesté

-No me respondas así. Esta noche hay fiesta en casa de Rebecca es su cumpleaños y como ves está llena de amigas sexys. Vamos a ir aunque no quieras.- Me levantó de la cama y me arrastró hasta mi auto, el cual estuvo a punto de conducir, pero yo lo impedí.

Llegamos a la casa de Rebecca una de las mansiones más grandes de aquel vecindario. Había cerveza desde el estacionamiento hasta en el final del jardín. Algunos estaban en la piscina y otros en las escaleras. Había hierba en cualquier lugar de la casa, se podía oler desde lejos. Una chica estaba con dos chicos besando a uno y luego al otro. En ese lugar podía encontrarse lo que uno menos esperaba. Jerry me llevó hacia un blacón donde el grupo de Rebecca y mi exnovia estaban. Ashley ni bien me vio, hizo un gesto de desaprobación, torció sus ojos, dio media vuelta y se fue.

-Feliz cumpleaños, dulzura.-saludó Jerry.

-Gracias imbécil. – Ella me miró con una sonrisa falsa.

-Felicidades.- saludé.

-Ajá.- dijo y salió de allí.

Un par de chicas lindas, nos miraban a mi amigo y a mí. Él sin dudar se acercó a ellas. Y sin que yo me diera cuenta había desaparecido. Yo miraba desde arriba, cómo todos se embriagaban, y bailaban. Era un desastre total. De repente sin darme cuenta, Ashley estaba parada junto a mí.

-¿Qué quieres?- dije sin mirarla. Mientras tomaba de mi vaso, cerveza.

-Quiero, que lo pienses.- yo la miré molesto.- Te extraño Taylor. No sabes cuánto. Porque te quiero.

-Claro, lárgate. No tengo ganas de una ridícula escena como esta.- Entonces se fue. Al parecer molesta, pues tiró una estatuilla que estaba allí cerca y lo hizo furiosa.

Volteé a mirar el interior de la casa y no disfrutaba para nada lo que vivía allí. Tiré mi vaso vacío y estuve a punto de salir de ahí. Pero una sonrisa me atrapó. Era una de cabello oscuro, pero al parecer rojo. Me miraba desde donde estaba; apoyada contra la pared. Era alta, no tanto como yo, pero más que cualquier chica que estuviera en esa fiesta. Me acerqué a hablar.

-Hola.- dije.

-Hola.

-Taylor.

-Sarah, mucho gusto Taylor.

-El gusto es mío...- sonrío.- noté que me estabas viendo desde allá, y lo hacías con una sonrisa.

-Ajá. Te miraba y pensaba...

-¿En qué pensabas cuando me mirabas?-pregunté travieso.

-En que seguramente, eres el típico niño popular de la escuelita, que lleva a todas las chicas a su cama, les pide su número para luego ilusionarlas y al final terminas no llamándolas, porque ya no te agradaban más. Eres el jugador de fútbol, deseado por las chicas y envidiado por los perdedores. Vives en las fiestas, y en un mundo estúpido que solo alguien como tú puede vivir.

-¡Wow! Acabas de describir toda mi vida ¿cómo lo supiste?- sonriendo.

-Es tan obvio, tu manera de caminar de girar, tu forma de ser. Nadie te supera eres el único aquí. Tú eres la atracción. Pero déjame decirte, que solo te miraba y me reía, porque pensaba un chico así jamás podría conquistarme.

-¿Me estás desafiando?- ella rio.- Te aseguro que esta misma noche te tendré en mi habitación y luego querrás volver a estar conmigo.

-Claro, ¡Ese el chico al que me refería! Admírenlo chicas. Es el patán más deseado por todas. Nunca podrás tenerme, ni si quiera en tus sueños.

-¿A no?

-No.

-Pues mírame.- comencé a besarla, ella no me lo impidió. Lo sabía. Pues de la forma en la que me miraba, era obvio que quería tener algo conmigo esa misma noche.

Entramos al primer cuarto que encontramos e hice lo que ella quería que hiciera. Tuvimos sexo. Luego de veinte minutos salimos de allí.

-No tendrás mi número. No necesitas llamarme. Ya sabemos qué viene luego.- y se fue. Quedé completamente sorprendido y la verdad no me importó.

Estaba cansado. Entonces decidí irme de aquella fiesta e ir a casa a dormir. Pero cuando llegué a donde estaba mi auto. Emily estaba apoyada contra él. Me sorprendí al verla allí. Estaba con los brazos cruzados, mirando hacia la calle. Fui rápidamente hacia donde ella estaba.

-¿Qué haces aquí?- me miró molesta.

-¿Así que por esta mierda me dejaste plantada en la biblioteca?- la miré confundido.

-Tú me dijiste que querías estar sola.

-¡En la escuela, Taylor!- gritó fuertemente.- ¡Tú sabes lo importante que es para mí entrar a la universidad! ¡Y cómo si no te importara me dejas plantada, mientras te tiras a una cualquiera, cuando hoy nos tocaba Álgebra!- hizo una pequeña pausa- ¡Hoy teníamos álgebra! ¡Álgebra Taylor! ¡Álgebra!-dijo llorando.

-¡Lo siento! ¡Pensé que querías estar sola todo el día no fue mi intención!- ella se sentó en el piso apoyada contra el auto, llorando desconsoladamente.-Entiendo que es importante, para ti la universidad, pero no es para que llores así.- ella mi miró furiosa.

-¡Llévame a casa!- nunca antes me había pedido que la llevara a su casa. -¡Llévame a mi maldita casa Taylor!- quedé mirándola asombrado, sin saber qué decir, me molestó la manera en la que me habló. - ¡Ahora!-indicando con su dedo que lo hiciera, mientras lloraba.

-¡De acuerdo!-contesté molesto.- ¡Sube al estúpido auto!- Abrió la puerta del auto, se subió y lo cerró. Agaché mi cabeza para mirarla por la ventanilla, pero ella giró la suya dirigiéndola hacia el frente. Luego entré al auto y lo encendí. No sabía a dónde debía ir. No conocía su casa y menos el vecindario en el que vivía, solo seguía derecho esperando a que ella me lo indicara. -¿Por dónde?- Pregunté al fin.

Ella me indicó y poco a poco la cosa se iba poniendo fea. Llegamos a un camino de tierra, y oscuro. Hasta que llegamos a un remolque. Hizo que detuviera el auto. Quedó en silencio allí sentada sin decir una sola palabra, miraba hacia el frente y así quedó varios minutos, luego noté que comenzó a llorar. Abrió la puerta. Bajó del auto.

-Adiós.-dijo sin mirarme. Entró corriendo a aquel lugar.

Yo puse mi cabeza en el volante, era un estúpido, era un completo estúpido no sabía qué había pasado

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TaylorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora