Capítulo veinte: Empalmadas, pasteles y violetas.
Seth
Si creías que metiendo pintura violeta en mi bote de champú me pararías... Estabas bien equivocado. Cariño, estamos llegando al ecuador del quebrantamiento y te vas empalmar.
Kimberley, xxxDespués de dos semanas lanzándonos continuos ataques, Kim había decidido dejarme una cesta de pasteles delante de la puerta. Con una maldita nota.
La giré y pude leer en el dorso:
Siempre hay más de lo que te esperas.
Y el papel empezó a arder en mi mano.
–¿Cómo coño ha hecho eso? –mascullé tirándola al suelo y empezando a pisotearla.
Saca dieces en Física y Química. No cuestiones sus habilidades.
Resoplé.
Esa chica era una puta caja de sorpresas.
Una sonrisa inconsciente se asomó en las comisuras de mis labios.
Había soñado muchas veces con que alguien acabaría con mis reglas, pero nunca con ese estilo.
Agarré la cesta y la metí en la casa.
Seguramente los pasteles fueran inofensivos.
Kim
Sonreí complacida.
Ni diciéndoselo explícitamente lo pillaba.
Jayden me quitó los prismáticos al verme sonreír.
–Casi se quema –dijo divertido al ver lo que yo había visto.
Cogió uno de los pasteles que me habían sobrado y se lo llevó a la boca.
–Eh –farfullé, quitándoselo antes de que lo mordiese–. ¿Quieres que tu polla esté empalmada toda la semana?
–¿Has metido viagra a esos pasteles?
Torcí la boca.
Él sonrió.
–Eres la puta ama.
–Lo sé, hermano, lo sé.
–¿Tienes más chicle? –preguntó al ver que mascaba uno.
Saqué una caja de bolsillo y se la tendí.
–Son pastillas azules... Mejor paso –dijo.
Yo solté una carcajada.
–Chico listo –susurré.
Me incorporé y caminé hacia el coche, que había aparcado estratégicamente detrás de una mata de arbustos grandes para que Jaxx no nos viese.
–¿Vamos a tomar algo? –preguntó Smith cuando se sentó.
–Esta noche es la fiesta. No quiero pasarme con el alcohol antes de tiempo.
–¿Recuerdas lo que tienes que hacer?
–Voy a hacerlo a mi manera –aclaré.
Él entrecerró los ojos.
–Si haces algo mal, algo extraño o --
Lo corté.
–Siempre estarás a mi lado y controlarás la situación. Si Jaxx se resiste, le doy una paliza y punto. Y si sigue, mejor que intervengas tú porque no quiero ir a la cárcel.
–Perfecto –dijo sonriendo.
Apagó la radio y se inclinó sobre mí.
–Te debo un orgasmo.
Lo miré de soslayo.
–Yo no te digo lo que te debo porque quizás quieras salir corriendo.
Christina
Suspiré al tirarme boca abajo sobre el colchón.
Empezaban a cansarme las bromitas estúpidas de James.
No sabía porqué (bueno sí, pero no lo entendía) Seth se metía con Kim y James conmigo. Nunca había recibido un paquete de Seth y Kim nunca de James. Si es que tenía razón, eran como niños pequeños.
La última había sido enviarme unos mariachis para que me cantaran toda la puta noche. Tenía las orejas reventadas. Y la cabeza también.
Desde la cama pude ver el bote de champú maldito. Estaba casi lleno de pintura violeta, aquella que doscientos pavos le había costado a Kim eliminarla de su cabello. El recuerdo de sus gritos coléricos aún se conservaba en la habitación.
Me levanté y lo cogí.
Quizás tuviese otra utilidad.
James
Una voz no dejaba de incordiar mis pensamientos, no dejaba que pudiese dormir, y eso hacía que me revolviese inquietamente en la cama.
–James –canturreó de nuevo–. Cariño, ¿no quieres ver qué bien estoy después de aguantar toda la noche a tus malditos mariachis?
Me levanté de sopetón.
Me asomé a la ventana y vi a Christina apoyada en el capó de mi coche.
Al verme ella sonrió.
Levantó un brazo y me enseñó lo que tenía en la mano.
–¿Te suena de algo? –gritó.
El pelo violeta de Kimberley.
Abrió el bote y tiró un poco por el césped.
Éste se tiñó de un color morado que me quitó el aliento.
Y empezó a mover el brazo en dirección al coche.
Abrí la ventana y exclamé:–¡No! ¡Para! ¡Para!
Ella dejó de verter el líquido encima del chasis.
–¿Ahora te arrepientes de haberle pagado a esos cantamañanas? –preguntó divertida. Ya no gritaba porque sabía que la escuchaba perfectamente. Tenía toda mi atención–. ¿Y también de tomarlas conmigo cuando te dije cada vez que me follabas que yo no estaba en el lío?
Aparté la mirada.
Ella no apartó el bote.
Y siguió tirando la pintura por encima del coche, sin que yo le dijese nada.
Quizás me lo mereciese, después de todo.
De repente, el bote voló y cayó en el suelo de mi habitación tras entrar por la ventana.
–Te queda un poco de champú, por si con la pintura quieres quitarte los piojos.
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Espero que a quienes leen esto les haya gustado el capítulo. Besotes xx
Diosa Azul
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Rompiendo Tus Reglas ©
Teen Fiction[[NOVELA ELIMINADA Y VUELTA A PUBLICAR EN 2022]] { Antes de que pienses que es un cliché, lee la sinopsis entera. } Lo único que necesitas para morir de un infarto cerebral es romper las reglas del estúpido que domina el instituto. "-Cariño, has rot...