25. Leches, reglas y sonrisas.

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Capítulo veinticinco: Leches, reglas y sonrisas.

Kim

–¿Eres paleto? Lo - de-jo, no quiero seguir jugando a leonas y cebras... No quiero estar en tu plan para echar a Jaxx.

–No puedes hacer eso.

Reí sin ganas y me pasé la lengua por los labios.

–No puedes decirme qué puedo hacer y qué no.

Iba a marcharme, pero me agarró por la muñeca.

–Vas a ayudarme a echar de aquí a ese hijo de puta, quieras o no –masculló muy cerca de mi oído.

–Su madre no tiene culpa de que sea idiota –repliqué, dándole a entender que no me daba miedo.

Apretó más mi muñeca, y tuve que aguantarme las ganas de torcer la boca en una mueca de dolor.

–Suéltame o...

–¿O qué?

Inspiré profundamente y apretando la mano que tenía libre, le di un puñetazo en toda la mandíbula.

Se vio obligado a soltarme porque, por lo que había visto, le había dolido. Y mucho. Y debió ser verdad porque cuando lo agarré por el mentón para que me mirase, él entreabrió la boca y aunque yo no fuese dentista, sabía que le había dejado bien mal una muela. Sonreí complacida por mi gancho perfecto y le susurré:–Esta noche viene el Ratoncito Pérez... ¿Qué te traerá? ¿Un saco de hostias?

Él me fulminó con sus penetrantes ojos y susurró:–Vas a arrepentirte de esto, te lo juro.

Su amenaza me encendió de vez.

–¡Déjame en paz, coño! –grité furiosa– Vuelve a acercarte a mí... –empecé a susurrar, muy cerca de él, siendo consciente de que estaba llamando la atención de todos– y te juro por mi coño que te vas a acordar de mi puto nombre toda tu puta vida.

Me separé de él y me di cuenta de que había manchado de sangre mi blusa blanca.

No dudé ni un par de segundos en sacármela y tirársela encima.

–Mañana la quiero limpia como una patena.

Empecé a caminar, dejando que el sol del recién estrenado invierno iluminase mi piel desnuda, y me metí en el coche.

Seth Jaxx no tardó más de unos segundos en aparecer delante de él.

–¿Quieres que te dé una leche a ti también? –pregunté cabreada.

Él, al contrario de mirarme mal, sonrió.

–Cómo me pones así de enfadada –masculló acercándose a la ventanilla.

Torcí la boca para no sonreír.

–Pobre Jayden... –dijo, irónico, y lo miró por encima del hombro. Se estaba marchando con mi puta blusa en la mano–. ¿No era que echaba mejores polvos que yo? –preguntó volviéndose.

–¿Cuándo dije eso?

Él rodó los ojos.

–Kim, no te comprendo.

–Jaxx, si ni yo me entiendo, ¿cómo pretendes hacerlo tú? –sonrió–. Soy muy cambiante.

–¿Estás con la regla?

–¿Por qué los tíos insistís en que es la regla la que nos hace cabrearnos? ¿No tenemos sentimientos o qué?

Vi que sonreía y miré al frente, justo cuando Christina se acercaba para meterse en el coche conmigo. Vio a Jaxx pero ni se inmutó.

Seth metió su cabeza a través de la ventanilla y eso hizo que su aliento recorriese toda mi piel, literalmente.

–¿Vas a romper mis reglas tú solita? –susurró en mi oído.

–Sí –contesté de vuelta en un susurro.

–Me alegra oír eso –dijo–. No me gustaba verte con Jayden.

Enarqué una ceja y le contesté con franqueza:–No te he pedido opinión alguna.

Él se pasó la lengua por los dientes y le importó bien poco que Christina estuviese a mi lado, porque metió el brazo por la ventanilla, pasó su mano por mi cuello y me acercó más a él. Antes de que pudiese siquiera tragar saliva, me besó.

Un intenso beso en el que ninguno de los dos escatimó en energía para que no pudiese olvidarse. Poco tiempo después me separé unos milímetros de él y me pasó un dedo por la mandíbula, acariciándola.

–Esto no va a quedar así –me susurró.

Su voz había cambiado. Sus ojos también. Saber que podía provocar esos cambios en él me hizo sonreír.

Dejó de apoyarse en el coche y al incorporarse, añadió:–Dejo que te vayas... Va a cogerte el frío.

–No te preocupes por mí, preocúpate por ti –mascullé con una sonrisa maliciosa que hizo que sus ojazos se oscureciesen más.

–¿Tienes ganas de más peleas?

–Hoy no.

–No me digas que las has agotado todas en ese golpe.

–No, cariño, no –contesté.

Me acomodé las tetas en el sujetador, divertida, y encendí el motor.

–Adiós, cariño –dije.

Antes de recibir una respuesta ya había pisado el acelerador y dejado que el coche derrapase al acercarse a la salida del recinto.

Por el retrovisor vi cómo Seth apoyaba la mano en su frente y la bajaba para deshacerse del hechizo en el que lo había dejado.

Me lamí los labios y sonreí.

Y Christina hizo a mi sonrisa ampliarse:–Kim, lo tienes loco.

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Hola hermosuras... Espero que os haya gustado el capítulo y que tengáis ganas de leer más. Muchísimas gracias por estar ahí.

Besotes,
Diosa Azul xx

Rompiendo Tus Reglas ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora