Al día siguiente, Todos estaban entre felices y melancólicos porque se acercaba el día de la cuarta y última prueba del torneo, tan solo quedaba una semana para realizar la anhelada prueba. Habían pasado muchas cosas desde que los padres llegaron a Hogwarts, sobre todo Lily y Severus notaron los cambios. Antes simplemente eran buenos amigos, él ni siquiera tenía esperanzas de conquistarla aunque no descartaba la posibilidad de intentarlo, en cambio ahora, aunque su situación de amistad no había cambiado, ambos notaban que había una inexorable atracción que los unía.
Harry, a pesar de que continuaba siendo tan hostil con Severus como lo era Sirius, al menos, evitaba hacer comentarios negativos sobre él frente a su madre porque sabía que dichos comentarios la lastimarían. Tenía que resignarse, por lo menos ya no los había visto besándose desde el baile de año nuevo. Sabía que su madre sentía una fuerte atracción por su odiado profesor de Pociones y Defensa Contra Las Artes Oscuras. Sin embargo, en una ocasión no perdió la oportunidad de contarle a ella todo lo que Snape lo había hecho sufrir, y ella a su vez trató de explicarle en vano que todo había sido un truco para engañar a Voldemort. Harry le decía que eso era lo que Severus les había hecho creer a ella y a Dumbledore, que quizá el amor que sentía por ella lo había hecho arrepentirse pero que aun así eso no borraría todo el daño que le había causado en el pasado. Lily le restó importancia porque sabía que en ese momento lo que hablaba por él eran sus celos de hijo.
Snape por su parte había hablado con Lucius y con Rodolphus sobre lo que había conversado con Lily anteriormente y estos le aconsejaron que debía ir conquistándola poco a poco pero que para empezar él debía hacer algo con su apariencia.
No creo que a ella le importe mi apariencia —contestó Snape lacónicamente, casi ofendido.
—Pero de todos modos no te vendría mal un cambio —sugirió Rodolphus.
—¿Y qué rayos hay de malo en mi apariencia? —inquirió Snape mientras miraba su atuendo.
—Bueno —dijo Lucius—. Con tu atuendo no hay nada de malo, más bien el color negro te aporta elegancia y te sienta bien y la capa te da distinción pero... —enarcó una ceja y tomó entre sus dedos un mechón de cabello de Severus—. Esto no luce muy elegante que digamos —concluyó frotando sus dedos mientras los miraba con repulsión.
Snape apartó la cabeza con brusquedad.
—¿Y ahora qué tiene de malo mi cabello? —inquirió con rabia.
—Está grasoso, Severus —dijo Lucius mirándolo como si le dijera «¿No es Obvio?»—. Eso no es elegante ni sofisticado —concluyó limpiándose los dedos en la ropa.
Snape esbozó una de sus sarcásticas sonrisas y le echó una mirada de desprecio a la rubia melena de Lucius.
—Al menos el mío no tiene apariencia de mazorca —se defendió él.
Rodolphus no pudo evitar reírse ante aquel comentario.
—Ni tampoco luce desastroso como el tuyo, Rodolphus —agregó mirando hacia la cabeza del aludido.
—Tranquilo hombre, no te estamos atacando —respondió Rodolphus todavía riendo.
Lucius lo fulminó con la mirada, luego observó a Snape y volvió a hablarle.
—Solo te sugerimos que hagas algo con tu cabello para que luzca mejor —dijo—. Quizá Lily note el cambio.
—Ya les dije que ella no es superficial, a ella no le importan las apariencias —increpó Snape con el ceño fruncido—. No es ese tipo de mujer.
—Lo sé —respondió Lucius enarcando una de las cejas—, pero aun así notará el cambio y quizá le guste.
—¿Y qué crees que yo pueda hacer al respecto? —preguntó Snape, ahora con un tono de duda.
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¡Lily estás viva!
RomanceUna mujer despierta de un larguísimo letargo, aterrada y confundida ¿Qué pasará cuando se dé cuenta de que han pasado muchos años y que se perdió toda la infancia de su hijo? El mundo parece haber dado un giro de 180 grados en el mundo mágico y much...