Capítulo 18

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Estábamos ya en el hospital, en una habitación que me habían asignado. Pablo había venido con migo porque a mi madre no habían podido localizarla todavía, y él se había ofrecido voluntario a acompañarme el tiempo que hiciera falta, por eso de que era mi vecino y de que me conocía bien.

Pero se notaba que esa no era la razón por la que él había decidido quedarse. Creo que él siente algo por mí, por su forma de actuar, por su forma de hablar... Se nota, se nota mucho. Ninguna otra persona habría decidido quedarse en un hospital con una chica que conoce desde hace un mes sabiendo que ese/esos día(s) que falte a trabajar se lo van a descontar de su sueldo.

Lo que yo decía, ninguna persona en su sano juicio iba a hacer aquello. Pero Pablo no estaba en su sano juicio, y él había decidido no dejarme sola. Y eso era muy adorable por su parte.

De todas maneras, no quería que el director de mi instituto y los médicos lograran localizar a mi madre. Primero, porque se pondría furiosa. Segundo, porque me gustaba tener a Pablo cerca. Él me gusta, me gusta mucho. Y si es verdad que yo también, estos días no iban a ser tan duros como parecían en un primer momento.

Él ya había notado que yo estaba muy rara, y supongo que ya se habría dado cuenta de que le mentí el día en que le dije que todo estaba bien. Eso no me lo creía ni yo.

Yo estaba en una camilla en la habitación, con miles de tubos entrando y saliendo de mi cuerpo, y él estaba sentado al otro lado, cerca de mí. Estábamos allí, los dos solos, en la misma habitación; y se creo un clima muy íntimo. Y como no, tuvo que sacar el tema. Y esta vez no iba a aceptar un "No, estoy bien" por respuesta.

- Noelia, escucha... Traté de hablar contigo y de aclarar qué era lo que te pasaba. Ahora, bien: necesito que me digas por qué ha pasado todo esto. Y no me digas que fue por casualidad.

- Pablo... Yo... A ver, siento mucho que te hayas tenido que quedar aquí con migo, pero creo que esos temas no te van demasiado.

- Noelia, por favor. - Me cogió fuerte de la mano. Se notaba que estaba preocupado, y bastante.

- No quiero preocuparte.

- ¿Por qué? Yo quiero preocuparme por ti, Noelia. Sería todo un honor preocuparse por ti.

Y en esto rompí a llorar. A llorar de la impotencia.

- No puedo, de verdad... A mí me gustaría contártelo, pero es que no puedo. No puedo.

Repetí unas mil veces "No puedo" porque no podía decirle la verdad. No podía decirle que me gustaba, que estaba enamorada de él, porque si lo hacía y el sentimiento no era correspondido, nuestra amistad se rompería. Y él significaba mucho para mí.

- ¿Pero por qué no puedes?

- Porque tengo miedo.

- ¿A qué?

- A que te vayas a alejar de mí por eso.

- Yo he visto muchas cosas en el mundo, Noelia. No creas que no estoy curado en salud.

Pasaron unos segundos. Yo lo miré a él y él me miró a mí. En sus ojos se podía ver desesperación; desesperación por poder ayudar y no poder. Yo intentaba de todas maneras intentar trasmitirle esa incapacidad.

- Está bien. Si no quieres hablar no te pondré una espada en el pecho. Pero recuerda que la mejor opción no es siempre quedarse callada.

- Supongo que sí... No lo sé.

Amor Prohibido - Pablo AlboránDonde viven las historias. Descúbrelo ahora