Capítulo 19

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Al final del día, nadie había podido localizar a mi madre aún. Y eso era muy raro, me preocupaba mucho.

El médico me había dicho que lo de esta mañana había sido un ataque por el estrés. Me había recomendado que descansara y que no fuera al instituto durante una semana, para calmarme. Ese mismo día terminaron de hacerme las pruebas y me dieron el alta.

Pablo me trajo a casa en su coche. Desde aquella "charla" que tuvimos en la habitación del hospital, no ha vuelto a sacar el tema.

- Recuerda que si necesitas algo, me tienes en frente, ¿vale, Noelia? - dijo, parando justamente en la puerta de mi casa.

- Claro... Gracias por traerme, has sido muy amable en acompañarme, en quedarte, en traerme... En fin, en todo. - Le dije con una sonrisa en la cara. Era increíblemente increíble.

- No me agradezcas nada. Cena y descansa. Mañana antes de ir a trabajar iré a ver cómo estás.

Nos despedimos y salí del coche. Entré en mi casa, dejé todas mis cosas (que, afortunadamente, Pablo había recogido antes de irnos al hospital) en el salón y fui a cambiarme de ropa. Olía a hospital; y quería tratar de olvidarme de la locura de esta mañana.

Calenté las sobras del día anterior y me senté. Tenía un montón de dudas encima de la cabeza, y prefería dejarlas a un lado, sobre todo hoy. Todo lo de esta mañana había pasado por mi culpa. Quería dejar de pensar en todo, aunque realmente no pudiera. No quería más sustos de ese tamaño.

Cogí el teléfono fijo de mi casa y vi un montón de llamadas de un número que no estaba registrado. Eran como unas diez. Di a rellamada un montón de veces, pero no hubo respuesta. Al principio no me importó demasiado; yo pensaba que era quizás algún conocido de mi madre o esos teléfonos de propaganda que te llaman a todas horas, o quizás era del banco. Pero después de comer, empecé a pensar otra vez. ¿Y si ese número tenía algo que ver con que mi madre estaba ilocalizable?

Entonces caí; el prefijo era de Córdoba. Llamé un montón de veces, pero nadie contestaba. Estaba muy asustada.

[...]

- Noelia, ¿Qué te pasa? - Él me miraba sorprendido.

- Tengo que hablar contigo, por favor...

- Pero ya es muy tarde. ¿No puedes esperar a mañana?

- Hay cosas que no pueden permanecer en silencio, Pablo. - Lo miraba angustiosamente. - Necesito hablar, es urgente.

- Vale, pasa.

El apartamento de Pablo no estaba nada mal, era espacioso y luminoso. Eso sí, estaba muy desordenado, parecía uno de estos apartamentos para estudiantes justo en épocas de exámenes finales y trabajos de grado.

- Perdón por el desorden, pero... Estrés preevaluación.

Los dos comenzamos a reírnos. De pronto recordé que era eso lo que me gustaba de él. Su capacidad para hacerme reír aun cuando soy yo contra el mundo entero.

- Te entiendo.

Nos sentamos en su sofá. Estaba un poco oscuro, salvo por una pequeña lámpara que se encontraba en el extremo opuesto de la habitación.

- Bien, ¿Y de qué quieres hablar? - clavó su mirada en la mía, y me hizo dudar de lo que iba a hacer.

- Esta mañana me dijiste que... que la mejor opción no era siempre quedarse callada...

- Si quieres contarme lo que te pasa, adelante. Recuerda, yo nunca te juzgaría por nada del mundo, Noelia.

En ese momento, puso su mano sobre la mía. Era tan cálida, que me daba valor y miedo al mismo tiempo para contarle todo. Le confesaría mi amor.

Amor Prohibido - Pablo AlboránDonde viven las historias. Descúbrelo ahora