Amor Prohibido - Pablo Alborán

Capítulo 21

Narra Noelia:

A la mañana siguiente, me desperté en casa de Pablo. Me había quedado dormida en su sofá. Me senté y miré hacia alrededor, pero no le vi.

Me levanté con dificultad (por la mañana yo no soy persona, el sueño me puede xd) y fui a la cocina, que estaba justo al lado del salón. Por intuición, creía que él estaba allí.

Y allí estaba. Su cocina no era grande pero era muy luminosa, y había una mesa, justo al lado de una ventana quedaba a la calle. Era de madera, rectangular, con dos sillas a cada lado. Él estaba sentado en una de ellas, cabizbajo, con una mano en la frente.

- Buenos días. - Dije sentándome en la otra silla.

- Buenos días, Noelia. ¿Cómo te encuentras hoy? - dijo intentando disimular que estaba preocupado por algo.

- Bien. Oye, ¿Te pasa algo? Te noto algo raro... ¿Es por lo de ayer?

- No. Bueno, no lo sé. Son muchas cosas. No me esperaba lo de anoche. - dijo con una media sonrisa en la cara.

Sonreí. En ese momento me di cuenta de que esa sonrisa era la que quería ver por el resto de mi vida.

- Pero me alegro de que pasara. - Dijo.

[...]

- Escucha, Pablo... hay algo que no te conté anoche, y es una de las cosas por las que vine.

- ¿Qué era?

- Ayer, al llegar del hospital, vi muchas llamadas de un número, de prefijo de Córdoba.

- ¿Y eso? ¿Tienes familia en Córdoba o algo? Quizás lograron localizar a tu madre, y llamó para ver si ya estabas en casa.

- Verás... Mi madre es de aquí, pero la familia de mi padre no. Una de sus hermanas vive allí, y la llamó el otro día para que fuera porque había pasado algo.

- No pretendo ser cotilla, pero ¿te dijo por qué se iba?

- No, no dijo nada. Pero eran de por la mañana, y cuando di a rellamada nadie cogía el teléfono.

- No te preocupes. De momento, ve a tu casa y relájate. Cuando llegue, veremos a ver qué es lo que pasa.

[...]

Revisé por última vez esas llamadas. Busqué en el libro de teléfonos que tenía mi madre en casa, pero no coincidía con ninguno. Algo que tenía muy claro, que ese no era el de mi tía.

Aunque claro está, podría ser el de mi padre.

Pero esa opción la descartaba. Durante años, había tenido que soportar el maltrato físico y psicológico que le hacía; las voces, los moratones, las amenazas, las mañanas en las que venía borracho. Todo eso. Y ahora que por fin mi madre y yo habíamos podido dejar el pasado atrás y hacer el esfuerzo por empezar una nueva vida, no podía aparecer ahora.

Por lo menos eso es lo que  yo pienso. O lo que yo quiero pensar.

"Además" me dije a mí misma, "tiene una orden de alejamiento contra ella. Y no sabe ni siquiera nuestro número de teléfono. Es imposible".