Capítulo 2. El avión.

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—Ya veréis chicas, Nueva York os encantará. Es muy distinto a Paris.

Y tanto que es distinto, para empezar y estoy muy segura de lo que digo, la Estatua de la Libertad no tiene ni punto de comparación con la dulzura y la elegancia de la Torre Eiffel.
Paris es conocida mundialmente cómo la ciudad del amor. Eso es así, por muchas cosas maravillosas que tuviera esa ciudad, no era como la mía.

—Lucienne, cambia esa cara... Todo esto no está tan mal, ¿no?

Oh, claro que no, Theodore. Simplemente me he visto obligada a abandonar a mi familia, a mis amigos, a mi instituto, a mi casa, a mi ciudad, incluso a mi continente; pero no te preocupes porque ¡no! Todo esto no está tan mal.

Me encantaría haber tenido el valor de decir eso.

—Lu, Theodore, prefiero Lu.
—Y yo prefiero que me llames papá.

Bien. Eso me iba a costar un poco.
Mi hermana se encontraba a mi derecha, mirando por la enorme ventanilla, allá a algún punto perdido en la tierra. La tierra que estábamos a punto de dejar atrás.

—Eh. Estamos juntas en esto. —le susurré al oído para que sólo ella pudiera enterarse. Levantó la mirada de allí dónde la tuviera y me miró a los ojos. Estaba triste, qué digo triste, juraría que todo su ser estaba apenado; pero hizo un gran esfuerzo y sonrió.
—Gracias. —me cogió de la mano y la apretó a la vez que su mirada se volvía a clavar a través de la ventanilla.
— Señores pasajeros, aténse los cinturones de seguridad, despegaremos en breves.

Hice lo que la azafata había ordenado milésimas de segundos antes por megafonía.

Era la hora, yo lo sabía, Alyssa lo sabía, todos lo sabíamos.

La hora de empezar una nueva vida, lejos de nuestro hogar, de nuestra madre, lejos de nuestra vida anterior, en general.
Era cómo borrar todo lo que había sido de nosotras en este tiempo porque en cuestión de días nada de eso valdría. Estaríamos en otra escuela, con otros compañeros, con otros amigos, con otras personas; personas americanas, no francesas, ni el idioma sería el mismo.

De repente un ruido bastante semejante a una turbulencia salió del motor del avión y noté al instante la mano de Alyssa tensarse sobre la mía de nuevo a la vez que sus ojos buscaban desesperadamente mi mirada.
La miré y le transmití con los ojos de la mejor manera que pude que no se preocupara, que todo iría bien, que yo estaría con ella, tal y cómo llevaba diciéndole todos estos días atrás cuando era consciente de que todo podía pasar en aquel juzgado.

El avión comenzó a elevarse y ya era muy tarde para rebelarse. Nos íbamos y nadie iba a impedirlo, ni siquiera nosotras, las verdaderas víctimas en toda esta película.

Adiós, Paris, mi hermosa ciudad. Hasta la próxima. —me despedí mentalmente mientras partíamos por el cielo hacia el continente americano.

 —me despedí mentalmente mientras partíamos por el cielo hacia el continente americano

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¡Hola! Aquí llego con el capítulo dos. Espero que al menos lo poco que llevo escrito enganche un poco. Prometo actualizar lo más rápido que mis estudios y mi vida social me lo permitan.
Voten, comenten o compartan. ¡Lo que prefieran!

Les quiere:

Anna Bélier

¡Hasta la próxima!

LucienneDonde viven las historias. Descúbrelo ahora