Capítulo 51. Una oportunidad más.

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Miraba en una página de agencias de viajes los mejores precios para sacar de nuevo los billetes de avión hasta Francia. Había llamado a Adeline horas antes para comentarle que llegaría en un par de días de nuevo, pero ya para siempre; lo tenía clarísimo. ¿Cómo podía ser que hubiese estado tan ciega durante todo ese tiempo y no me hubiese dado cuenta cómo era Ayron en realidad?

Pero se acabó. Ni Thalia, quién pensaba que sería una buena confidente para mí, ni mi estúpido ex-hermanastro se iban a reír de mi. No se reirían ni un segundo más porque no lo permitiría. Venir aquí después de todo había sido un error, ahora lo veo claro.

Maldigo el momento en el que decidí llevarle la contraria a mi madre.

Abrí la puerta de la habitación en la que me había estado alojando todo este tiempo para bajar al piso de abajo, no había nadie en la casa. O al menos eso creía.

Sí, creía.

Frené en seco cuando encontré a Ayron sentado en el enorme sofá del salón y a Jenna salir por la puerta muy enfadada, ellos no me vieron creo, asi que aprovechando el momento me quedé a escuchar; pero nada, Jenna se marchó y Ayron simplemente se quedó ahí sentado. Ni siquiera fue a buscarla.

Terminé de bajar las escaleras, y no quiero que penséis que fue para que Ayron me viera, sino porque me moría de sed. Por eso había decidido bajar en un principio.

—Lu. —me nombró Ayron mientras llenaba un vaso de agua.

No respondí, no iba a hablarle; me negaba.

—Háblame, por favor. —me giré en seco para mirarle cuando me pareció escucharlo jadear.

Mis ojos se encontraron con los suyos llorosos. No me lo podía creer, ¿Ayron a punto de llorar?

¿Habíamos llegado realmente a ese punto? ¿No se suponía que eran las chicas las que siempre lloraban por amor?

Me acerqué a él y traté de calmarlo. Dios, realmente verlo así me destrozaba por dentro.

—No llores.—le dije mientras pasaba la palma de mi mano por su mejilla mojada, eliminando todo rastro de lágrimas.

—Tienes que escucharme... —me pidió, casi en un susurro.—Tienes que hacerlo antes de que te vayas.

Callé. A buen entendedor, pocas palabras ¿no?

Tomó algo de aire antes de comenzar a hablar y yo me preparé. No sabía qué iba a decir, no sabía si era bueno, o malo... Solo traté de escuchar sin juzgar lo que me dijera. Escuchar hasta el final, porque ya era lo que me quedaba, escucharlo. Y cuando lo hiciera, por suerte o por desgracia; según como lo mires... Volvería a Francia, y allí otro gallo cantaría.

—Te quiero. Te quiero, Lucienne. Creo que te quiero más de lo que jamás he querido a ninguna otra chica, a ninguna otra con la que me haya liado o simplemente haya estado con ella; y aunque suene raro, porque lo suena...—sonrió en medio de lágrimas.—...por eso he estado haciendo todas estas estupideces. En ningún momento quería que no me relacionaran contigo, no así, tal y como suena; me refiero. Quería que todo saliese perfecto, que nadie se entrometiese en lo nuestro, que estuvieras contenta, feliz aquí... Solo quería que tus días fueran más amenos conmigo, que yo fuera el único motivo por el que quedarte aquí para siempre... y me dejé aconsejar por Thalia porque... porque soy un imbécil que no sabe hacer las cosas por sí mismo. Y Jenna... Jenna no te llega ni a la suela de los zapatos, Lu. No tiene ni punto de comparación contigo. Es solo que... necesitaba a alguien que te reemplazara, y aunque suene mal, es así. Lo necesitaba, pero después de mucho probar con ella durante estos dos meses... me he dado cuenta de que nadie, ni siquiera la mujer más guapa del mundo, es comparable a ti. Y, ¿quién me lo iba a decir a mí, verdad? ¿Quién me iba a decir que estaría muerto de miedo a la vez que te digo todo esto? En la vida he sentido tanto miedo como ahora, Lu. Pero es así: me aterras. Me aterras tú y me aterra el pensar que te podrás marchar y que ya no te volveré a ver más.

LucienneDonde viven las historias. Descúbrelo ahora