Capítulo 40. ¡Volvemos!

31 9 0
                                    

Dos semanas. Dos semanas habían pasado desde que descubrí que mi vida podía llegar a convertirse aún más en un desastre.

Sola. Estaba sola. Alyssa por un lado, Peige por otro, y por desgracia ahora Ayron también.

Sólo me quedaba Thalia, Thalia y sus cigarros.

Incluso empecé a considerar buena idea marcharnos a Francia. Prometo que hice todo lo que pude en mi estancia en Estados Unidos, lo hice cómo la que más pero, todo lo que tenía aquí simplemente había desaparecido. ¿Qué sigo haciendo en America? Si he dado todo cuánto he podido y nadie parece valorarlo.

Para empezar, luché porque el desastre de familia que tenía se mantuviese estructurada, porque a pesar de que me costó, siempre intenté que Alyssa aceptara de una vez por todas a Theodore y a su nueva familia. Después, mi hermanastro me besa y me encuentro en un problema con el otro hermanastro, todo esto sin olvidar que realmente me estaba empezando a gustar Ayron y ni siquiera me dignaba a admitirlo. Después, tengo que soportar que Theodore se marchase y ayudar a Peige, contárselo a Alyssa de tal forma que no se enfadase y a la vez intentar encontrar trabajo para pagar las deudas. Soporto que mi hermana me de la lata e incluso me grite para volver a Francia, haciéndome creer que de verdad lleva razón, porque la lleva; ¡claro que la lleva! ¿Y encima ahora tengo que soportar este ataque de celos y que Ayron no me comprenda? ¡Ni de coña! ¡No pienso tragar con nada más! A partir de ahora voy a pensar en mí, en mí y para terminar... ¡En mí!

De nuevo sábado noche, y yo de nuevo sola, en casa y haciendo deberes y ordenando apuntes, porque aparte de todo eso que he dicho antes, he de añadir que mi desastre de vida también giraba alrededor de un sólo tema: los exámenes.

Y de nuevo, Peige bajando por las escaleras con uno de sus mejores modelitos.

—¡Hola, Lu! —exclamó, tan contenta cómo siempre.

—¿Dónde vas? —Sí, últimamente mi humor había cambiado muchísimo. ¡No soportaba ni que me diesen los buenos días!

—Eh... Bueno, verás, Lu... —tardó en decírmelo pero igual esperé a que estuviese preparada. —Tengo... Tengo una cita.

Dejé de escribir. ¿Qué? Peige... ¿Una cita?
Es decir... Mi madrastra, la misma que fue abandonada hace poco más de un mes por mi padre, con el que llevaba cinco años de relación, del que estaba perdidamente enamorada y por el que tanto había sufrido todo este tiempo... ¿tenía una cita?
¿Pero cómo una cita? ¿Una cita con el médico? ¿Con el dentista? ¿Una quedada de amigas? ¿Una comida de... empresa, quizás? ¿¡Cómo que una cita!?

—¿Una cita? ¿Con quién?

––A ver... No quiero que te enfades, Lu... —se sentó en un taburete en frente de mi y colocó los brazos sobre la isla de la cocina, mientras entrelazaba sus dedos y jugueteaba con ellos.

—¿Es con un hombre? —era evidente que me estaba enfadando. ¡¿Cómo se atrevía a decírmelo?!

Asintió y abrió la boca para explicarse:

—Espero que me entiendas, Lu... No quiero que me malinterpretes... Tengo derecho a rehacer mi vida, ¿no crees?

—Sí, ¡pero no cuatro semanas después de que mi padre se haya marchado!

Suspiró.

—Yo ya sabía que no me ibas a entender.

—Pides comprensión pero, ¿por qué no intentas entenderme tú a mi? ¡Llevo ayudándote desde que Theodore se fue! Incluso antes, diría yo.

LucienneDonde viven las historias. Descúbrelo ahora