Capítulo 47. Soy una caja de favores.

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Comenzaba a sentirme incómoda. Sí, no lo podía evitar. Con la llegada de David a la casa, y quiero que conste que no estoy tratando de culparle, no podía evitar sentirme...

A ver cómo lo digo...

Rara.

Muy rara, todo era raro.

Me explico: estaba allí, en aquella casa que había sido durante un tiempo mi hogar, no hablaba con nadie, ni siquiera con Alan... De vez en cuándo solía hablar con Peige, mientras los gemelos estaban en el instituto la ayudaba en las tareas de la casa, charlábamos sobre mi estancia en París...

Pero tened en cuenta que hoy hacía una semana que ya había llegado a Estados Unidos y todavía no había aclarado nada, el lío en mi cabeza seguía igual, incluso en el mismo orden. Tenía que ponerme manos a la obra o acabaría planteándome el volver a Francia igual que como llegué: confundida.

Pero claro, ¿qué queréis que haga si Ayron no estaba por la labor y yo me bloqueaba?

Además, ¿qué le diría? ¿Qué tenía que decirle? Todo había sido culpa mía, yo me marché sin ni siquiera darle una explicación, es lógico que haya encontrado a otra persona. ¿¡Qué iba a hacer yo aparte de aguantarme!?

Empecé a considerar el volver a Francia después de darme cuenta de todo esto, sin ni siquiera hablar con él. No tenía nada que hacer, me rendía.

Sí, habéis oído bien: me rendía. Tiraba la toalla, lo dejaba todo a la mitad, cómo la formulación de química. Volvería a Francia, eliminaría su contacto de mi teléfono, de mis redes sociales... Yo conocería a otra persona, él seguiría con Jenna y me olvidaría de él.

Y ya encontraría yo a alguien que me valorase mucho más de lo que lo hacía él. 

O no, pero siempre era mejor estar sola a estar viajando cada mes hacia otro continente para hacer el ridículo.

Comencé a hablarlo con Adeline por teléfono, la cuál no tuvo pelos en la lengua para recordarme que a ella le parecía mala idea desde el principio y tampoco se cortó en preguntarme cuándo volvería. Estaban planeando una escapada a las afueras de París para hacer una acampada en familia y le gustaría que fuera.

Pero antes, no dudó en contarme algo que iba a perjudicarme, y no precisamente para mi decisión en volver o no. No exactamente, quiero decir. Porque lo que me contó Adeline... Lo que ella me contó... prácticamente me obligaba a quedarme en Estados Unidos.

Y bueno, ya sabéis que soy cómo una caja de favores... Favores por aquí, favores por allá...

—...y cómo ya está todo solucionado... he estado considerando el volver a Francia en esta semana.

—Oye... tengo que pedirte un favor, Lucienne...

—¿Qué favor?—pregunté, y aunque ella no me viera, mi ceño se frunció.

—Hemos tenido un problema durante esta semana y...

—¿Qué problema? Cuéntamelo.

—Han metido a Clément en la cárcel.

—¿¡Qué!?—grité. Y de no ser porque la casa estaba vacía, más de uno se habría asustado.

—No grites. Podría escucharte cualquiera. Nadie puede saberlo.

—¿Me puedes explicar qué ha pasado?—pregunté casi en un susurro, a pesar de que, repito, la casa estaba vacía.

—Ha tenido un problema en la empresa. Ha desaparecido mucho del dinero ingresado en la cuenta y los empresarios creen que ha sido él quién lo ha robado. Lo han demandado y al no haber pruebas de su inocencia...

Suspiré. ¿Todo eso daba tiempo a hacer en una semana? ¡Sólo había estado una maldita semana fuera! ¡¿Es que los problemas no dejaban de llegarme nunca?! ¡Podrían ir a otra persona a molestar, digo yo!

—¿Y yo... yo qué debo hacer?—le pregunté asustada, esperando a que respondiera.

—Necesito que me ayudes a pagar su fianza. Sólo necesito trescientos dólares más, el resto lo pongo yo  de mis ahorros.

—No te entiendo. ¿Cómo voy a conseguir dinero yo ahora?

—¿No me contaste hace tiempo que te habían contratado de canguro? ¿Para cuidar a unos niños o algo así?

—Eso pasó hace tiempo, mamá. No sé si la Sra. Collins seguirá necesitando que alguien cuide de sus hijos.

—Inténtalo, Lucienne, por favor. Esto es importante, si no consigues nada por allí lo buscaremos por aquí, pero por favor, habla con alguna de tus amigas a ver si puede encontrar algo.

—Eso haré, mamá. Tengo que irme, ¿vale? Mañana hablamos.

—Gracias, Lucienne, de verdad. Algún día la vida te recompensará por todo lo que haces por nosotros, te quiero.

Colgué el teléfono. ¿Entendéis ahora el por qué me considero una caja de favores?

Siempre me lo piden todo a mí.

Pero lo hago porque lo mío es ayudar, me gusta llenar a la gente.

Sólo espero que la vida, algún día, deje de cebarse conmigo, y comience a ayudarme a mi también en mi camino hacia la felicidad.

Aunque por el momento, dependía de mi, y no de la vida misma, encontrar mi camino.

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¡Hola! Sé que es un capítulo cortito pero bueno, era necesario. Tengo planeado subir el book-trailer de la siguiente historia cuándo acabe esta, días después. Y unos cuántos días o semanas después, comenzaré a escribir la sinopsis, publicar la portada, unas cuantas de indicaciones y... ¡empezaré con el primer capítulo!

Me voy a dormir que estoy cansadísima, me he pegado prácticamente casi todo el día estudiando...

Bueno, me despido. ¡Buenas noches y gracias por leerme una vez más!

¡Hasta el próximo capítulo lectores!

Anna Bélier


LucienneDonde viven las historias. Descúbrelo ahora