Capítulo 35. Necesitamos dinero.

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—...y cuándo hemos llegado tu madre nos esperaba con un enorme cuenco de ensaladilla y filetes para acompañar, y de postre nos había hecho unas natillas. —me comentaba Frédéric al otro lado de la pantalla. —Es increíble cómo cocina Adeline. Ni siquiera Janesse había cocinado así jamás.

Escuchar el nombre de mi madre me pinchó en el estómago. Ya había pasado un poco menos de una semana de lo del abandono de Theodore; pero con todo este tema, Alyssa había tenido a Adeline muy presente. Ella seguía envuelta en la idea de contárselo todo para marcharnos de nuevo a Francia. Tuve que prometerle que me lo pensaría.

Y aquí estoy, pensándomelo...

Pero bueno, yendo a lo que iba, hacía mucho que no hablaba por videocámara con mi hermanastro (el francés), probablemente desde antes de las vacaciones en Hawái.
Necesitaba desahogarme con otra persona que no fuera Ayron, estaba empezando a pensar que le aburrían mis problemas.

—Mi padre incluso le ha ofrecido que se venga a vivir aquí un tiempo. Con un poco de suerte tu padre ceda a que vengáis más a menudo y podamos juntarnos todos...

Sé que Frédéric no estaba enterado para nada de la situación pero... dios... ¿Por qué ha tenido que pronunciar esa frase?

—¿Estás bien? —me preguntó. —te noto rara.

Miré mi pequeño cuadradito de la webcam, mi cara se había descompuesto al escuchar la propuesta de Frédéric y no me había dado ni cuenta.

—Eh... sí; últimamente no me encuentro muy bien. ¿Has tenido exámenes esta semana? —le pregunté, intentando cambiar de tema con descaro.

—Uno de español y dos parciales de matemáticas, ¿y tú?

—De matemáticas... pero no sé bien si me puntuarán porque pensaban que estaba copiando. Seguramente mañana me den la nota.

Después de contarle a Frédéric cómo me había ido el resto de la semana y hablar un poco más sobre las clases, me despedí de él y cerré sesión de Skype.

A pesar de que en París era poco más de las cuatro de la tarde, aquí en América eran casi las once (casi siete horas de diferencia horaria), y si no quería quedarme dormida mañana por la mañana lo mejor sería terminar los apuntes que había dejado a medias por la tarde, preparar la mochila e irme a dormir.

Fue entonces, cuando abrí mi cuaderno archivador y descubrí que tenía que terminar más de lo que yo pensaba; por lo que decidí bajar a hacerme una taza de café, la cosa iba para rato.

Bajé los escalones intentando hacer el menor ruido posible para no despertar a los demás, Ayron hacía poco que se había ido a dormir pero Peige, Alyssa y Alan dormían desde hacía horas.

Saqué de una cajita una cápsula de Nespresso de capuchino y la metí en la máquina de café (he de decir que esa máquina hacía un ruido horroroso); después, observé cómo el café caía lentamente y se vertía en la taza.

––¿Todavía estás despierta? —pegué un pequeño brinco y me giré con la taza en la mano para encontrarme la silueta de Peige acercándose lentamente en la cocina y sentándose en un taburete.

He de admitir, por cierto, que era la primera vez que escuchaba hablar a Peige sin romperse a llorar o sin que me diera pena.
Aún así, me sentí mal.

LucienneDonde viven las historias. Descúbrelo ahora