Capítulo 34. Quieres, pero no podemos volver...

57 8 0
                                    




Mi despertador sonó más temprano de lo normal. Lo programé intencionadamente al menos media hora antes, aunque yo ya sabía que esa noche no dormiría, pero no porque no estuviera cansada, sino porque no podría. El día anterior fue un desastre.

El abandono de Theodore por alguna razón causaba en mi mucho dolor. Está bien, yo no había tenido la mejor relación con mi padre en todos estos años pero por alguna razón... por alguna maldita razón me sentía vacía.

Porque, si te paras a pensarlo, ¿qué me unía a este sitio ahora? Peige no era mi madre, esta casa no era mi casa, Ayron y Alan no eran mis hermanos... Incluso dudaba si Ayron era mi novio realmente.

La fiesta de cumpleaños de Alyssa fue un desastre en todos los sentidos, Peige no estaba de humor para celebrarla y se le había olvidado poner en marcha todos los preparativos. Al final, me vi obligada a preparar una cutre merienda para todas las invitadas y se quedaron en el cuarto de Alyssa haciendo dios sabe qué. Pusimos la excusa de que Peige había enfermado y no podíamos celebrarlo a lo grande, pero claro, ¿qué pasará cuando Alyssa vea que Theodore ya no viene a casa al acabar de trabajar? ¿Y los fin de semana? ¿Cuánto tiempo íbamos a aguantar con la excusa de que Peige estaba enferma? Además, aparte de todo esto, Alyssa tiene el mismo derecho que todos a saber que papá...

Se había ido.

Aún duele. Duele hasta recordarlo. Qué extraña me sentía ahora. Después de casi cinco meses en esta casa, en esta vida, con un nuevo chip...

Ahora entendía el miedo que tenía Alyssa... No quería acostumbrarse a esto porque cabía la posibilidad de que volviéramos a Francia. No quería ser parte de esta vida por si después no quería volver a la de antes. A veces creo que esa niña de nueve años es más inteligente que yo. ¿Cómo no me he podido dar cuenta?

—¿Dónde vas? Aún es temprano. —me dijo Ayron, apoyado en el marco de la puerta de su habitación.

Lo miré. A pesar de que no había usado ningún apelativo cariñoso (tampoco lo necesitaba), su tono de dulzura tan temprano me tranquilizaba a veces. Nuestra relación había cambiado respecto a hacía una semana. No sólo nos habíamos atrevido a dar un paso más, sino que ahora habíamos aprendido a hablar y a entendernos y no a discutir por todo.

Me acerqué a él de puntillas por el pasillo (para hacer el menor ruido posible) y lo abracé. Cierto era que en las últimas veinticuatro horas ha estado más pendiente de mí, por si necesitaba algo; incluso se ofreció a dormir en mi habitación por si no quería estar sola.

Aunque siendo sincera, lo único que necesitaba era que alguien me dijera que todo lo que estaba sucediendo era una broma de mal gusto.

—Sólo necesito una ducha y café caliente.—le dije al oído.

—Vete a la ducha, yo preparo el café.

No rechisté, no me toméis por interesada; estaba tan agotada que ni siquiera me apetecía hacer café.

Por cierto, ¿Habéis probado alguna vez a quedaros un tiempo bajo el agua caliente de la ducha? Relaja. Sobre todo si estáis teniendo días de mierda cómo los míos.

Media hora más tarde mi pelo mojado caía sobre mi espalda a medida que avanzaba por el pasillo.

Desperté a mi hermana, que por supuesto aún no sabía nada de la situación; eso era un tema que debía hablar con ella cuánto antes sino quería que se enterara por los llantos nocturnos de Peige.

Bajé al salón y encontré a Ayron apoyando una fina bandeja de madera en la isla de la cocina. En ella había dos tazas de café, una para mi y otra para él.

LucienneDonde viven las historias. Descúbrelo ahora