Capítulo 24. Navidad en Francia. (Primera parte)

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—¡Qué nervios, qué nervios!—gritó Alyssa. Cómo era de esperar, su asiento era el de la ventanilla.—¿No estás nerviosa?

Ya era al menos la quinta vez que me preguntaba por mi nerviosismo desde que nos habíamos montado en el avión. Pero el caso es que yo si que estaba nerviosa, probablemente mucho más que Alyssa, el hecho de volver a Francia después de casi cuatro meses en casa de Theodore me ponía los vellos de punta. Volvería a ver a todo el mundo: a mis amigas, a mi madre, a mis compañeros de instituto, volvería a dormir en mi pequeña cama aunque sólo fuera durante unas noches, a pasearme por las calles en las que tanto estuve de pequeña, e incluso a pesar de estar en vacaciones, quería pasarme por el instituto para comprobar con mis propios ojos que nada había cambiado en estos tres meses.

La despedida en casa de Theodore y Peige había sido de lo más común, bueno; común para lo que es mi desastre de vida en cuestión.
En aquel momento incluso agradecí que Ayron y Alan hubiesen ido de fiesta esa noche y todavía no hubiesen vuelto, la cosa se me haría mucho más fácil si no tenía la inquietante mirada de Ayron clavada en mi.

Había intentado dejar mi habitación ordenada durante estos días para que Peige no tuviera que recoger nada, la cama en el centro del dormitorio de colcha rosa estaba perfectamente hecha, el escritorio ordenado de papeles e incluso había ordenado la ropa que habitaba en el armario blanco.
También obligué a Alyssa a ordenar la suya a pesar de que al principio se negó categóricamente sólo por la gracia de que Peige tuviera que recogerla.

—Señores pasajeros, abróchense los cinturones de seguridad, despegaremos en breves.

Mi hermana y yo hicimos lo indicado y nos miramos, pude interpretar las palabras en su mirada: "¡Ya nos vamos!"

¿Por qué yo no tenía esa emoción interna que toda hija de padres separados debería tener?

Quizás porque me dejaba un asunto por resolver en América y aunque, repito, fueran sólo unos días en Francia, me iba a costar no pensar en ello.

No pensar en Ayron.

— ¡Ya vamos a despegar! —exclamé cuando sentí un pequeño motor encenderse haciéndome vibrar.

Volví a mirar a Alyssa, la cuál no había hecho ningún comentario más sobre lo nerviosa y emocionada que estaba por volver a nuestro país natal. Se había quedado dormida, qué digo dormida, si no fuera porque a veces los nervios me juegan una mala pasada juraría que estaba roncando.

Conecté los auriculares al teléfono móvil e inicié el nuevo disco de Justin Bieber.

Porque sí, era una friki de Justin Bieber, me sabía todas y cada una de sus canciones, hasta las que no eran suyas pero por alguna razón el también cantaba, hasta los duetos, hasta los temas de los discos más antiguos, de esos que la gente decía que tenía voz de niña. Me sabía hasta la vida de Justin, hasta la vida de su familia... Hasta...

Bueno, Lu, creo que es hora de que pares.

Acomodé mi cuerpo al asiento del avión para de alguna manera conseguir conciliar el sueño.
¿A quién se le ocurría sacar unos billetes de avión a las ocho de la mañana?

Ah claro, a mi.

El viaje pasó rápido, quiero decir; más rápido de lo que pensaba. Cuándo te quedas dormida cómo un tronco y te ves en la situación en la que la azafata del avión te despierta, ahí, es cuando sabes que el viaje se te ha hecho corto.

Mi próxima misión fue despertar a Alyssa, la cuál seguía dormida y sin intención ninguna de despertarse. ¿Qué nos pasaba a las hermanas Bélier con el sueño?

LucienneDonde viven las historias. Descúbrelo ahora