Capítulo 18. La fiesta. (Segunda parte)

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Después de más de media hora en taxi buscando la dirección del tal Ricki Ryan, el conductor dio con la casa (lo cuál no era muy difícil porque la música retumbaba desde fuera).

La casa intimidaba, y por un momento me pensé eso de entrar. Quizás Ayron tuviera razón y estas fiestas no pegaran conmigo.

—Relájate. No es para tanto. —me dijo Thalia, cómo si me leyera el pensamiento.

La puerta se abrió y el fuerte olor a marihuana y a alcohol me embragó. Apenas podía ver nada, el humo me lo impedía y me obligaba a forzar la vista para poder visualizar algo. Sin embargo, cuando miré a Thalia a ella no pareció importarle.

—¿Quieres algo de beber? —gritó por encima de la música.

Asentí. Thalia me cogió de la mano y me dirigió por el enorme salón, entre personas y más personas bailando y con vasos de tubo rojos rebosando alcohol nos dirigimos a la cocina, aunque la cosa allí no cambió mucho: estaba abarrotada de gente en grupo bebiendo y fumando, solo había cambiado el volumen de la música que había bajado. Thalia se apoyó en la gran isla central y se llevó el vaso de tubo a los labios.

—¿Por qué no pruebas un poco? —me preguntó.

Sinceramente, el alcohol nunca me había llamado demasiado la atención. Es decir, mis amigos de Francia solían beber a menudo y alguna que otra vez sí que lo había probado, pero jamás me llegó a convencer del todo, mucho menos después de informarme de los efectos posteriores a beberlo.

«Tan sólo mojaré los labios» —pensé mientras me llevaba el vaso a la boca.

El líquido recorrió mi paladar y bajó por mi garganta hasta llegar a mi estómago, quemando a su paso cada parte de mi organismo. Una tos estalló en mi boca y Thalia rio.
¿Qué era tan gracioso?

—Supongo que no querrás una, ¿verdad?

Negué con la cabeza. Ella se llevó de nuevo el vaso a los labios y se la bebió de un tirón. Fue entonces cuando sentí un escalofrío. ¿Cómo a ella no le quemaba?

—Vamos.

Me volvió a coger de la mano y volvimos al salón. Entonces un enorme sofá rojo chillón en el centro de la estancia llamó mi atención. Había un grupo de personas alrededor de él, parecían pasárselo genial y en aquel momento sentí envidia. La fiesta no estaba yendo cómo esperaba, no había ni rastro de Ayron, ni de Alan, ni de Stacey. Solo Thalia y yo dando vueltas de allá para acá.

Pero entonces, cómo si mi amiga me estuviera leyendo el pensamiento, me dirigió hacia aquel sofá. Supe que era mala idea cuando encontré la figura de Stacey sentada sobre la de Ayron a lo lejos.

—No. —dije, y frené a Thalia. —No, por favor.

Su expresión era confusa. Claro que ella aún no sabía nada de cómo estaba la situación con Ayron. Bueno, en realidad ni yo misma lo sabía. Estábamos en una especie de etapa, y él aún seguía con la tontería de que yo admitiera que me gustaba, cosa que posiblemente ni él mismo entendiera. Él tenía una especie de relación con Stacey, ¿qué más le daba lo que yo pensara o dejara de pensar?

¡Sólo fue un beso! ¡Un simple beso entre hermanos!

—Pensaba que querías hacer algo más que dar vueltas por toda la casa de Ricki. —una sonrisa estalló en su boca.
—Está Stacey. —mi tono de voz era de completo nerviosismo.
—¿Crees que te hará algo estando tus hermanos cerca?
—No son mis hermanos.
—Ya me has entendido. Pero, piénsalo: ¿acaso vas a permitir que Stacey te cohiba de divertirte?

He de admitir que ahí Thalia había acertado. ¿Desde cuándo una rubia prepotente ponía las pautas de cuándo debía divertirme y cuándo no?

—Además, yo estoy aquí. No va a decirte nada conmigo delante.

LucienneDonde viven las historias. Descúbrelo ahora