SEIS

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(Takahiro)

Desde ayer, desde lo que pasó, no he tenido el valor para salir de mi cuarto. Me asusta encontrarme con Cris y hacerme responsable por lo que dije, tampoco ha venido él al cuarto a pedirme que hablemos, y eso también me asusta. ¿Por qué aceptó así, sin más, lo que dije?

Nunca antes me había sentido así, tan asustado, con tanto miedo de perder a quien amo.

Y es que desde el inicio no quise tratarlo así, eso está claro, pero siento que ya no es lo mismo que antes, ya no siento la misma magia que al inicio. Y si él es feliz con ricitos de oro... entonces no lo detendré. Con el dolor de mi alma, me haré un lado y dejaré el camino libre.

Suspiro y me levanto de la cama mirando lo nublado que se ve el cielo. Es tan deprimente.

Ni me preocupé de asearme y salí del cuarto directo al comedor, donde por obvias razones supuse que estarían todos. Tengo más hambre de la que debería, y es que ayer no me molesté ni en salir a comer algo y dormí, hasta no poder más.

Todo en casa luce igual, como cada día, pero está tan silencioso. Y es raro si se toma en cuenta que Cris y Aki se la pasan peleando todo el día por sí y no.

Él no está.

No hizo falta dar tantas vueltas para notarlo, bastó con la pregunta que Akira me hizo.

—¿Y Cris?

—¿Por qué me lo preguntas a mí?

Me miran extrañados, y es de esperar, somo- éramos novios. Como un día normal, nos hubiésemos levantado juntos y después de tontear un poco en el cuarto saldríamos juntos a comer. Y seguro esté haciendo lo mismo...

—... pero con ricitos de oro —me muerdo la lengua frustrado.

Tomo asiento ignorando y acallando cualquier pregunta que quieran hacer. No estoy de ánimo para eso.

Sólo quiero saber dónde se fue a meter Cris, y porqué mi boca soltó ese tipo de cosas cuando, lo único que quisiera, es abrazarlo y no soltarlo más.

Lo peor, si es que se puede decir así, es que, al ser día de semana, tenemos que ir a la Universidad y Sakura no me permitirá faltar. No quiero ver a Cris estando en la Universidad, no quiero verlo estando con él, no quiero.

Kevin, quien también estaba en el comedor, pero no lo había notado, nos ofreció a llevarnos a clases y, también, ir a por nosotros a la tarde. Es una suerte que hoy tengamos unos horarios un poco parecidos.

Fue cosa de bajar del auto y caminar a la entrada para que mis ojos se dirigieran, casi automáticamente, hacia un rubio que iba pasando. El antagonista de mis pensamientos.

—Oye, tú.

Ignora mi llamado y continúa su camino con la cabeza gacha, por lo que, un poco molesto ya, me acerco y lo tomo por el cuello de la camisa.

—No me ignores.

—Qué te pasa, suéltame —lo hago y él retrocede un par de pasos arreglando su camisa—. No tengo idea de quién eres, así que no te atrevas a ponerme una mano encima.

—¿Qué no me conoces? —pregunto irónico—. Soy el chico al que le robaste el novio.

Añoro estampar mis puños contra ese lindo rostro que presume, o amarrar su estúpido cuerpo a las vías del tren hasta que hable, pero soy consiente de que, haciendo cualquiera de esas cosas, aparte de que me caería la ley, Cris se enfadaría.

—¿De qué... estás hablando...? —pregunta aturdido.

—No sé, dime, a cuántos les has robado el novio.

Volviendo a amar © | Secuela | Seuj 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora