El joven de cabellos rojizos apenas y había cruzado la puerta de madera, dejando a aquel apuesto pelinegro en el baño de caballeros, con aquella expresión de asombro ante la escueta respuesta. Se incorporó al ambiente ajetreado del amplio local y apenas miró hacia el mostrador, cuando se encontró con aquella achocolatada mirada del chico que le había atendido, quien enseguida se dispuso a tomar el pedido que minutos atrás había ordenado.
Caminó con lentitud hasta la misma mesa que había elegido con anterioridad y se instaló en ella, percibiendo como las personas a su alrededor parecían absortas en sus propios problemas, ignorantes a cualquier otra cosa. Suspiró con pesar mientras se frotaba la cara con ambas manos. Escuchó la débil voz del mesero deseándole un buen desayuno, para después simplemente dejar la malteada y el pastelillo que había ordenado y retirarse.
Miró atentamente los alimentos frente a él, lucían apetitosos pero su hambre se había esfumado simplemente. La mesa que había elegido era justo al lado de la ventana, por lo que el sol de la mañana le pegaba en la cara, no de una manera molesta, sino reconfortante. Observó la tranquila calle, parecía ser una localidad tranquila, incluso las personas que entraban y salían, parecían un tanto normales. No era que él no lo fuera pero, a comparación de los demás, él resaltaba por su vestimenta, por su cabello y por esa expresión pérdida que mantenía su rostro.
Tomó el cubierto que el joven mesero había dejado y simplemente comenzó a picotear el pastelillo, sin tener verdaderas intenciones de comerlo. De hecho, cualquier persona de las ahí presentes, podría tacharlo de extraño al simplemente estar allí sentado, sin hacer nada concreto.
—¡Dios, aquí estás!— escuchó aquella melodiosa y conocida voz y sintió su corazón liberándose de un gran peso. Alzó la mirada y se encontró con un par de ojos color chocolate que le miraban con atención. Su mejor amigo, Young Bae, estaba allí. El moreno chico parecía agitado mientras se sostenía a la silla frente a él y tocaba su pecho con su mano libre. Sus labios entreabiertos dejaban que un rápido aliento se desprendiera.—Llegaste...
—Por supuesto. Tarde un poco más...— miró el reloj en su muñeca— Una hora...— frunció los labios mientras retiraba la silla y se acomodaba en ella, sin apartar la mirada de los ojos del menor, tomando segundos después la malteada sin tocar y comenzando a beber de ella.
—¿Una hora?— el menor frunció el entrecejo mientras ladeaba su rostro ligeramente. ¿Tanto tiempo había estado allí sin hacer nada? ¿Cómo es que había pasado tanto sin que él se diese cuenta?
—Sí. ¿Sabes cuántas cafeterías hay en la zona con el mismo nombre? ¡Las recorrí todas!— sonrió de medio lado— ¿Qué fue lo que pasó?— de cierto forma, el moreno estaba desconcertado. El haber recibido la llamada del menor le había desorbitado. Él no solía pedir favores, nunca. Él era lo suficientemente orgulloso como para eso. Siempre trataba de arreglar sus errores u obstáculos solo.
—Mi madre...— apartó la mirada de la del mayor— Ella, intentó recluirme en un centro de rehabilitación para drogadictos.
—¿Qué?— jadeó con sorpresa el mayor, frunciendo el ceño mientras veía como los pequeños ojos color caramelo se empañaban.
—Ella y mi padre, ambos quisieron encerrarme.
—¿Cómo? ¿Por qué harían algo así?
—Esta mañana mi padre tocó a mi puerta...— frunció el entrecejo— Quería sacarme y hacer que fuese a la Universidad.— miró al mayor— Le dije que no iría. Que nunca se había preocupado por si iba o no. Entonces apareció mi madre y dos hombres. Dijeron que era por mi propio bien. Dijeron que estaba saliéndome de control.— negó repetidamente— Dijeron que no podían dejarme hacerlo.
ESTÁS LEYENDO
ESTÁ PROHIBIDO ENAMORARSE
FanfictionKwon Ji Yong es un hombre rebelde, irrespetuoso y dueño de un profundo resentimiento que le carcome desde el interior. Podrido desde la médula, está dispuesto a corromper hasta el ángel más inocente que pueda cruzarse en su camino. Sin embargo, exi...