CAPÍTULO 18

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En medio de un profundo suspiro, Ji Yong tomó el vaso con agua que su padre había dejado hacia escasos minutos. Dándose la vuelta sobre la cama cuando finalmente se sació, miró a ningún sitio en particular mientras trataba de soportar la picazón que le recorría el cuerpo entero, desde dentro hacia afuera, como una ferviente necesidad.

Podía sentir las gruesas gotas de sudor corriendo a lo largo de su espalda, además de otra más recorriéndole el pálido cuello. Aborrecía la sensación de las sábanas empapadas en sudor pegándose a su piel, sin embargo, durante los últimos días aquella era una sensación habitual. El médico que su padre había llevado decía que se trataba de una reacción a su desintoxicación. Él pensaba que era pura mierda.

¿Para que necesitaba una desintoxicación? Él estaba bien cuando estaba perdido entre los efectos de los narcóticos. Por lo menos así, no venían a su mente las grotescas imágenes de sí mismo yaciendo bajo pesados cuerpos sudorosos que gemían extasiados mientras lo violaban. Casi la mayor parte del tiempo a lo largo de las pasadas semanas había estado sintiendo una recurrente picazón, y por más que trataba de aliviarla, no conseguía que parara. Era como si constantemente una especie de suciedad le cubriera entero, una que ni siquiera las largas duchas con agua hirviendo podían eliminar.

Removiéndose sobre las cálidas sábanas, intentó cerrar los ojos y apartar de su mente todos aquellos recuerdos. No podía hacer más.

Sin siquiera preverlo, los goznes de la puerta crujieron quedamente cuando ésta se abrió, y después de eso escuchó los pesados pasos de alguien acercándose hasta la cama. Inquietándose como de costumbre, se vio reteniendo la respiración, a la expectativa de cualquier ataque. Y justo cuando una pesada mano se posó sobre su desordenado y húmedo cabello, creyó sentir su corazón dejar de latir. Actuando por mero instinto, se volvió abruptamente y sin ser plenamente consciente de haber tomado el florero que su padre se empeñaba en mantener sobre una de las mesas de noche, atacó.

Su vista ni siquiera podía enfocar mientras conseguía hacer añicos el adorno. No había manera de que se diese cuenta de los hilos de sangre que comenzaban a escurrir de la frente ajena, ni tampoco de que escuchase los murmullos lastimeros que suplicaban que parara. No había manera de que se diese cuenta de que se trataba de su propio padre, quién en un vago intento por apartarse, simplemente se tiró hacia atrás, horrorizado ante el violento comportamiento.

No había manera tampoco de sofocar la sorpresa que hirvió bajo su piel cuando finalmente pudo racionalizar las cosas. Simplemente se dedicó a mirar a los ojos a su padre, quien parecía tan sorprendido y aterrado como él mismo se sentía.

Despacio, consiguió arrastrarse hasta el lugar sobre la alfombra donde se mantenía el hombre mayor, y sin siquiera decir nada, se abrazó a él con más fuerza de la que pensaría alguien que podría tener. Sollozando, enterró el rostro en el pecho de su padre, quien simplemente se limitó a acariciar los húmedos mechones de su cabello.

Lo siento. Lo siento. Lo siento.

Repitió una y otra vez, hasta el punto en que simplemente se quedó dormido. Ignorando el dolor y la desdicha de su padre. ¿Podría algún día volver a ver sonreír a su hijo?

Los días posteriores no fueron mejores. Kwon Hyun Woo sabía que conforme pasaba el tiempo, su hijo parecía estarse hundiendo un poco más. No se trataba simplemente de que Ji Yong se mantuviese en silencio, sino que conllevaba muchas otras cosas. Parecía paranoico e irritable en el mejor de los casos; en el peor, se volvía violento. Gritaba y blasfemaba. Podía estar tranquilo un segundo, y al siguiente podría estar lanzado cosas a través de la habitación. Lo peor de todo era cuando por las noches se despertaba llorando y temblando, rogando porque parasen.

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