CAPÍTULO 12

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Seung Hyun apenas y podía comprender las palabras del joven muchacho, y era extraño, considerando que ya había transcurrido una semana. Removiéndose en la amplia cama, suspiró pesadamente mientras sentía como el delgado brazo se cernía con más ahínco a su alrededor, a la vez que la mata de cabello castaño se desparramaba sobre su pecho.

Apartándose con el suficiente cuidado como para no alértale, se sentó sobre la cama mientras recuperaba de la mesa de noche un vaso con agua junto con las pastillas que había estado tomando las últimas noches. Su médico había estado reacio al principio acerca de recetarle algún medicamento, sin embargo, cuando le había contado acerca de los sueños que tenía cada vez con más frecuencia, había accedido, aunque un tanto escéptico.

Permitió que la pastilla bajara a través de su garganta mientras miraba un punto inespecífico en la oscuridad, escuchando a sus espaldas la respiración uniforme del menor. Cada minuto que pasaba, sentía que perdía un poco la cordura.

A veces, se despertaba a mitad de la noche, como en ese momento, luego de soñarse vívidamente en un accidente de auto, pero más que eso, se alarmaba cuando en sus sueños veía a su lado a Ji Yong, sangrando y sin responder a ninguna de sus suplicas porque despertase. Incluso había ocasiones en las que casi podía jurar que era él quien lo ponía en ese estado.

Decidiendo que era demasiado tarde como para comenzar a tener pensamientos tan sin sentido, se echó de nueva cuenta sobre la cama, sintiendo enseguida cómo el cuerpo más esbelto se ceñía a su costado. Cerrando los ojos, apenas y pudo permanecer un par de minutos en silencio antes de sentir cómo la lenta respiración del menor le cosquilleaba la piel y los delgados labios aleteaban en la base de su hombro y cuello.

—Sigues tomando eso...— declaró el chico mientras sus manos se escabullían por debajo de su camiseta.

—No he podido dormir.— admitió.

—¿Quieres contarme?— sonrió sin gracia— Unos cuantos problemas más no serían nada.

—En realidad no importa...— murmuró, dejando un gentil beso sobre los castaños cabellos mientras permitiendo que los largos dedos del menor le acariciaran el pecho.

—A ti parece sí importarte. Sigues diciendo que puedo confiar en ti, sin embargo, tú no pareces hacerlo conmigo.

—Es simplemente el miedo de que algo te ocurra, y que yo sea el culpable.

—¿Por qué lo serías?— sonrió mientras alzaba la cabeza, mirándole entonces— No has hecho otra cosa más que cuidar de mí.

—Me siento como un fraude...— admitió mientras lograba deshacerse del toque del castaño, dándole la espalda después.

Sin siquiera saber cómo reaccionar ante la dificultad por la que pasaba el mayor, Ji Yong simplemente se mantuvo en silencio, dudoso de si era momento de hablar con sinceridad. Mentiría si dijera que no le perturbaba el hecho de no haber recibido absolutamente ninguna respuesta ante su declaración aquella noche en el hospital.

Por primera vez en mucho tiempo se había dado la oportunidad de sentir otra vez, y lo único que había recibido a cambio era la expresión imperturbable del médico, quien simplemente había apartado la mirada para entonces excusarse y salir.

A pesar de que una molesta voz en lo profundo de su mente le murmuraba que tarde o temprano se quedaría solo otra vez, era esa sofocante necesidad de creer la que conseguía asfixiar todas las dudas al respecto. Esa misma necesidad le gritaba que confiara, que permitiera que el mayor lo tomara entre sus brazos y le enseñase aquello del mundo que había dejado atrás hace años. Amor.

ESTÁ PROHIBIDO ENAMORARSEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora