CAPÍTULO 13

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La naturaleza del hombre en ocasiones es tan autodestructiva, que existe la duda racional sobre si en verdad somos tan egoístas como dicen que somos. Pensándolo desde una perspectiva más filosófica, ¿No seríamos nosotros mismos quienes tendríamos que velar por nuestra propia conservación para entonces ser llamados egoístas? Si fuese de esta forma, entonces por qué nos empeñamos en ir detrás de todo aquello que sabemos nos roerá hasta que no quede nada. ¿Qué es lo que en verdad somos? ¿Egoístas o tan solo estúpidos?

Respirando agitadamente, Ji Yong tan sólo se limitó a alzar la cabeza y observar la sorpresa tiñendo los oscuros ojos marrones, mismos que pertenecían al hombre más ruin que creía conocer. Esperando impaciente por una respuesta ante su petición, no hizo otra cosa más que mordisquearse los labios, en un fallido intento por controlar su ansia.

No había ni la más mínima duda al respecto. Quería y necesitaba desesperadamente entregarse a los brazos de alguien que a pesar del cómo, sabía que lo protegería.

Avergonzado, alzó sus manos y recorrió con las yemas de los dedos el rígido perfil del otro hombre, delineando desde las delgadas cejas hasta los carnosos labios.

—¿Sabes lo que significa, verdad?— murmuró el mayor, sin ese tono irónico y humillante que usualmente usaba— Después de ésta noche no te dejaré ir jamás. No has visto nada sobre mí. Si hago lo que me pides, no podrás deshacerte de mí a menos de que esté muerto.

—Lo sé...— murmuró mientras abría las piernas y sentía cómo el cuerpo más robusto se acomodaba entre ellas, como si se tratase de dos piezas de un rompecabezas— Y yo no me iré jamás.

Indeciso, Ji Hoon simplemente le miró a los ojos, a la espera de algún indicio de engaño. No entendía la razón por la cual el menor había regresado a su lado. Se suponía que el médico era algo así como su ancla, y de un momento a otro, había decidido abandonarlo para ir con él. Eso no tenía sentido para él, no cuando lo había maltratado y abusado con tanto ahínco.

No se sentía seguro, o por lo menos no cuando estaba frente al noble chico. Casi podía decir que no se reconocía a sí mismo. Estando cerca, parecía como si perdiese todo control de sí mismo, como si se convirtiese en un animal incapaz de razonar. Más de lo que ya era.

Inclinándose en contra el joven de cabello castaño, acarició con la punta de su nariz el contorno del afilado rostro, sintiendo el estremecimiento ajeno. Murmurando lo que esperaba fuesen palabras tranquilizadoras, tanteó con los labios la tierna piel pálida mientras sentía cómo las manos del menor se deslizaban bajo su camisa, acariciando tímidamente su espalda baja. Mientras ladeaba la cabeza, alcanzaba los perezosos labios ajenos e iniciaba un lento beso, sus manos se encargaron de alzar la delgada camisa de algodón, revelando ante él el plano abdomen y los oscuros pezones. Separándose apenas lo suficiente como para deshacerse de la prenda, se relamió los labios en el transcurso de volver a descender y esta vez recorrer con los labios la pálida piel. Besó y acarició cada trozo de piel desnuda mientras sentía cómo los largos y delgados dedos del menor se enredaban en su cabello. Se entretuvo mordisqueando los rugosos botones mientras sus manos se encargaban de delinear el estrecho contorno del torso. Descendió con pereza, asegurándose de arrebatar los más dulces jadeos, de los labios ajenos.

Ji Yong cerró los ojos mientras permitía que el mayor se encargara de él. Lamiéndose los labios ansiosamente, se sostuvo fuertemente de las hebras de cabello ajenas mientras sentía cómo era despojado de sus pantalones y ropa interior. Instantes más tarde, apenas y pudo morderse los labios en un intento por sofocar el placer que el experto mayor le hacía experimentar. Gimió y se retorció mientras sentía la tibia lengua ajena acuñarle hábilmente, al mismo tiempo en que un par de dedos hurgaban en su parte más íntima. Por primera vez, no se sentía asqueado con el asunto, ni mucho menos adolorido.

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