CAPÍTULO 7

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Seguridad, eso era en lo único que podía pensar estando entre los brazos del pelinegro. Una especie de descarga se esparcía a lo largo de su cuerpo, viajando rápidamente por debajo de su piel mientras sentía cómo era resguardado.

Todas las pasadas noches había descansado al lado de un cuerpo que lejos de brindarle alguna clase de estabilidad, simplemente se había limitado a tomar una propia satisfacción. Se había abandonado ciegamente en las manos de un hombre que no había pretendido en ningún momento brindarle alguna retribución, alguien que pensaba firmemente que lo único que importaba era él mismo.

Y en cambio, en esos momentos, lo único en lo que podía pensar era en la grata sensación que inundaba su corazón. Yaciendo entre los fuertes brazos de ese joven, todas esas noches pasadas parecían perder importancia, como si de alguna forma no hubiesen sucedido.

Los largos dedos de Seung Hyun se perdieron entre las hebras de cabello descolorido mientras sus labios se tomaban el atrevimiento de presionarse sobre la sien apenas con la suficiente fuerza como para tomar el nombre de un beso.

El menor no entendía de dónde provenía esa necesidad suya de verse protegido por el de negros cabellos. Durante los últimos años de su vida, no había hecho otra cosa más que valerse de sí mismo. No le había importado nada en absoluto, ni siquiera el afecto de las personas que se decían cercanas. En cambio, apenas un par de semanas luego de conocerse, sentía la suficiente tranquilidad como para permitir que sus ojos se cerraran y sus instintos se perdieran entre los brazos del joven.

Su empañada mirada encontró ese par de ojos color ámbar, los cuales parecían haberse teñido de incertidumbre y desconcierto. Ahogando un profundo suspiro, se atrevió a ladear el rostro para palpar con los labios la rasposa piel de la palma del pelinegro, depositando un casto beso que arrancó inevitablemente un cadencioso suspiro del más alto.

—Deberías alejarte.— cabeceó mientras extendía su palma a lo largo del amplio pecho ajeno.

—Estuve buscándote todo este tiempo.— admitió en voz baja— Y de lo único de lo que estoy seguro es de que no me iré.

—Te arrepentirás después...— jadeó mientras sus ojos se cristalizaban y una solitaria lágrima surcaba su pálida mejilla— Tengo más demonios de los que desearía.

—¿Y quién no los tiene, dulce hombrecillo?— se burló sin ganas— Tan solo quiero que me dejes ayudarte, estar cerca.

—No necesito un niñero...— atacó con acidez.

—Quizás no, pero ¿Qué tal un amigo?

—Los amigos no se besan...

¿Cómo alejarse de la única persona que te tendía la mano y te mirase como si fueses especial? El pelinegro no había mencionado en absoluto su evidente deterioro, no como lo habían hecho sus amigos. Seung Hyun no se había dirigido a él con ninguna clase de lastima, ni mucho menos desprecio, simplemente se había acercado y le había hecho saber cuánto lo había necesitado. Aquello era algo nuevo para él.

Nunca nadie lo había hecho: necesitarlo.

Todo lo que pudo hacer fue alzar la cabeza y centrar su atención en esos bonitos y nobles ojos de color ámbar. La pausada y tranquila respiración del más alto cosquilleó sus demacradas mejillas mientras su mano buscaba a tientas la propia, y a los pocos instantes, entrelazaba tímidamente sus dedos.

Con genuina vergüenza, Ji Yong se apresuró a intentar apartarse, sin embargo, todo lo que consiguió fue verse entre los fuertes brazos del moreno, quien sonrió gentilmente mientras escondía su rostro en el hueco de su cuello y respiraba con tranquilidad, como si no estuviesen atrayendo las miradas de las personas a su alrededor.

ESTÁ PROHIBIDO ENAMORARSEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora