CAPÍTULO 8

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Su mirada se tambaleó de un lugar a otro con pereza mientras sentía algo espeso corriendo a lo largo del contorno de su rostro, desde un punto en su cabeza que comenzaba a punzar gradualmente. Entreabrió los labios con esfuerzo, obligándose a sí mismo a emitir un gentil y bajo llamado lastimero.

Apenas y pudo girar el rostro, observando el desastre a su alrededor. Yaciendo con los brazos colgados mientras él apenas era sostenido por el justo cinturón de seguridad, se percató de los cristales rotos a su alrededor, además de las salpicaduras de sangre en el cristal.

Ayuda...suplicó dolorido mientras el sonido insistente de la alarma de la camioneta iba tomando fuerza, aturdiendo sus sensibles tímpanos.

Seung Hyun apenas y pudo retener un largo bostezo mientras sentía la mirada insistente de la enfermera frente a él, quien sostenía entre sus manos el expediente de su actual paciente. La simpática anciana de cabellos grisáceos era la cuarta persona que atendía esa mañana y para esos momentos, sentía que ya no podría mantener los ojos abiertos.

De forma disimulada, pestañeó repetidas veces, en un inútil intento de alejar las cristalinas lágrimas que sus ojos habían retenido como consecuencia del esfuerzo que hacía para no cerrarlos. Asintiendo gentilmente, forzó una sonrisa en sus labios mientras escuchaba a la anciana explicándole, por tercera vez, cómo era que el dolor en su espalda persistía a pesar de los medicamentos que él mismo le había recetado hacía apenas dos días.

Suspirando profesionalmente, tratando de no dar a demostrar su desespero, lamió distraídamente sus labios mientras alcanzaba su pequeño recetario y extraía del interior de su bata, un bolígrafo.

—No debe preocuparse, señora Gong. Sin embargo, y para estar seguros, mandaremos a hacerle una prueba de rayos X. De esta forma descartaremos cualquier complicación. Por el momento, siga tomando los des-inflamatorios que ya le he recetado con anterioridad, y por favor evite hacer cualquier tipo de esfuerzos que usted considere puedan ser dañinos.

—¿Pero está seguro, doctor?— la mujer arrugó el entrecejo— Debe escucharme. Tengo una amiga, la conocí en un club de lectura al que asisto los sábados. Es un grupo muy bueno, debo decir, he conocido a muchas mujeres que como yo, necesitan distraerse un poco y...

—¿Y qué pasa con su amiga? — le interrumpió abruptamente, sonrojándose ante la mirada cargada en reproche de la enfermera que le miraba desde un costado en la oficina. Aclarando su garganta, le sonrió a la anciana— Lo siento, es que ha dicho algo de una amiga suya y me preguntaba qué era lo que había pasado con ella.

—¡Oh sí! Mi amiga, HyoLin, es una gran mujer, sabe.— frunció los labios breves segundos— Ella solía tener el mismo dolor, pero es tan obstinada. ¡Cómo no imagina usted!— dramatizó— No había querido ir al médico y cuando el dolor en verdad fue insoportable, lo que descubrió fue que tenía la columna desviada.

—Nos aseguraremos de que usted no padece lo mismo, señora Gong. — le sonrió diplomáticamente— Por el momento, puedo atribuir su lesión al sobre esfuerzo que usted comentó...— recitó, tranquilizándole apenas un par de breves instantes después— Pero no se preocupe, los rayos X van a exterminar cualquier duda, y en caso de alguna complicación, le trataremos de inmediato.

—Muchísimas gracias. Es usted un buen hombre.— alzándose de su sitio, se reverenció amistosamente antes de abandonar el consultorio.

Todo lo que pudo hacer Seung Hyun fue desplomarse sobre la cómoda silla, cerrar los ojos y permitirse descansar por breves instantes antes de escuchar la puerta cerrándose con poca amabilidad.

ESTÁ PROHIBIDO ENAMORARSEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora