CAPÍTULO 15

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Ji Yong ni siquiera pudo reaccionar antes de sentir los jugosos labios del hombre más viejo sobre los suyos, reclamando su boca como si fueran amos y señores, como si fuese un acto tan cotidiano que incluso no debía tomar consideración. Dejando que sus parpados cayesen, sintió su propio cuerpo estremecerse mientras con manos temblorosas, se sostenía de la arrugada y sucia camiseta del médico.

Mientras sus labios era n amasados torpemente y su cuerpo estrechado con codicia, su mente explotó con decenas de dudas, cientos de temores y millones de anhelos. Entregando un poco de su marchita esperanza, devolvió la descuidada caricia mientras sus inestables dedos se enredaban entre los oscuros mechones de cabello. Justo en esos momentos, le importaba bastante poco el sabor a alcohol en los labios ajenos, así como tampoco el evidente estado demacrado del hombre. Todo en lo que podía concentrarse era en disfrutar un poco más de aquel beso, era como si se encontrase sediento y estuviese permitiéndose un poco de agua luego de mucho tiempo.

Con los pulmones ardiendo, se obligaron a separarse mientras tomaban grandes bocanadas de aire, estando aún tan cerca cómo podían. Mirándole por debajo de sus pestañas, Ji Yong jadeo agitado, sintiendo apenas un par de instantes más tarde cómo el pelinegro le alzaba ligeramente la barbilla, lo suficiente como para que encontrase sus ojos.

—Volviste...— jadeó con evidente devoción, deslizando sus dedos a lo largo de la pálida mejilla, acariciando el contorno del afilado rostro— No sabes cuánto te he extrañado.

—Yo también...— sonrió débilmente— Supongo que nos acostumbramos a la presencia del otro.

—Eso creo también. — acercándose, comenzó a mordisquear los labios ajenos, bajando por el grácil cuello, deleitándose con los tenues suspiros del castaño, quien por su parte sólo pudo entrecerrar los ojos mientras se rendía ante las necesitadas caricias— Pero ya estás aquí, hombrecillo. Estás aquí.

—Necesito hablar contigo...— consiguió decir, entre la neblina de deseo que el mayor estaba liberando en él. Seung Hyun ni siquiera pareció prestarle atención, simplemente se dedicó a descender con los labios a través del pálido cuello, deteniéndose a mordisquear justo sobre la base— Seung Hyun, por favor...

—No hay nada que decir...— declaró contundente, arrastrando al chico entre sus brazos hacia el interior del departamento, alzándolo sobre sus pies, obligándolo a rodearle la cintura mientras los conducía a través del condominio, directamente hasta la habitación— Lo único importante es que estás aquí.

—De verdad, Seung Hyun. — jadeó mientras era tendido sobre las revueltas sábanas y sentía el peso del más alto sobre el suyo, escabulléndose a la vez entre sus muslos.

—Te he extrañado...— inclinándose, enterró el rostro en el hueco de su cuello— Tanto. Te he necesitado tanto, cada día y cada noche.

—Seung Hyun...— sosteniendo el apuesto rostro, Ji Yong lo miró a los ojos— No sigas, por favor. Esas palabras no significaban lo mismo para ti que para mí.

—¿Quién lo dice? No conoces lo que siento. No lo sabes.

ESTÁ PROHIBIDO ENAMORARSEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora