Las casualidades existen en la vida de una persona por dos razones. Empujarte sin aviso a una situación o sacarte sin aviso de ella. Es por eso que muchas veces te encuentras con alguien en el lugar que tú piensas es el menos esperado o por el contrario, pierdes el encuentro con ese "Alguien" sin siquiera tener conocimiento, al decidirte ir por otro camino.
Jane no tenía duda de esto y creía en las casualidades. Si no ¿Cómo es que Alan pudo llamarla en el momento justo?
-¿Podríamos vernos, Jane? – Le preguntó luego de escucharla mencionar su nombre. Ella se recargó en el marco de la puerta abierta y se mordió el labio con el teléfono en el oído sin responder. Aunque debía ser franca y sabía que no iba a decirle que no.
-¿Ahora? – Alan esbozó una sonrisa del otro lado de la línea.
-Si no tienes nada que hacer, por mí no hay problema.
-No tengo nada que hacer
-Y yo no tengo problema.
-Entonces...
-Nos vemos en el café en donde "miramos personas" por primera vez ¿Vale? – terminó él la frase y colgó dejando detrás de la línea telefónica un silencio absoluto.
¿Casualidad o no? Él tenía el don de aparecerse en el momento preciso y eso se podía negar.
Jane se quedó parada en el umbral de la puerta unos minutos y con un corto suspiro puso fin a la espera. Cerró la puerta y salió.
***
El café estaba diferente ese día. Las paredes beis, que antes emanaban la tranquilidad de cálido hogar, ahora eran rosa pálido, y en vez de tranquilidad, se sentía la frescura y la alegría de la llegada de la primavera. Jane apretó la manija de su bolso colgado en el hombro y se sintió fuera de lugar. Todos allí parecían tan alegres, con ropa tan pintoresca y ella... bueno. Funeral se quedaba corto.
Aunque ¿Qué importaba su ropa?
Alan estaba sentado en la misma mesa de esa vez. Tenía una taza de café en sus manos y miraba hacia afuera como perdido en el mismo. Estaba allí, como siempre. Él siempre estaba. Eso era lo que contaba.
Quizás el rumbo que habían tomado las cosas la hacía pensar en cómo existía la estupidez femenina.
Pero no iba a reclamarse su sentir ya que, quisiera o no, en las cosas del corazón poner a funcionar la razón era tan estúpido como intentar correr sin antes aprender a caminar.
Ella caminó hacía donde se encontraba el chico de los ojos negros en silencio. Se quedó mirando junto a él, a través del vidrio, a las personas de afuera. Se veían... Normales. Ese día no hubiera podido sacar ningún detalle si se hubiera propuesto mirar personas. Casi no lo escucha cuando él con una sonrisa en el rostro la saludó.
-Has venido - Le dijo.
-He venido – Dijo ella a su vez y se sentó en la silla vacía al lado del pelinegro con cuidado. Sonrió también - ¿Querías verme?
-Quería verte... - La castaña se sintió extraña por el tono que él había utilizado. Le hacía recordar a esa vez en la que habían ido al cine y él le dijo "Me gustas" parecía que lo decía enserio, pero por esa tranquilidad mostrada en su voz al hablar, la hacía dudar - Te traje esto – La sacó de su mente. Ella volteó a verlo con quedo para encontrarse con un bolso mediano color café sostenido en el aire por sus manos ¿Un bolso? ¿Acaso quería regalarle un bolso? Ella frunció el ceño
-¿Y eso es...?
-Tu ropa – Respondió él. Ah... su ropa. Alan colocó el bolso en la mesa – Ayer la dejaste en casa y bueno, quería regresártela – Oh, mierda, eso le recordaba que...
-Yo no traje la tuya – ¿Cómo es que se olvidó de traerle la ropa si sabía que lo vería? Definitivamente estaba bien tonta – Lo siento.
-No lo sientas – pidió él – Así tengo otra excusa para verte otro día - Un silencio fue lo que quedó en el aire entre ellos luego aquel simple comentario. Un silencio que se hubiera prolongado por varios minutos si él no le sonríe como si nada hubiera dicho y le ofrece una expresión fresca y serena.
-Tan gracioso – Le dijo e Intentó ignorar el desconcierto causado por las palabras de Alan. Si bien, en algún momento él le había dicho que se sentía atraído por ella, ella nunca se lo tomo enserio, pero ahora, con esas palabras ¿Él estaba flirteando con ella? – ¿Quieres decirme algo sobre las sinopsis? – preguntó - O simplemente distraerte un momento.
-Lo segundo – Le respondió con entereza – Quiero preguntarte algo.
-¿Algo? ¿Qué cosa?
-¿Qué es lo que hacen las personas en una cita? – ¿Esa era una pregunta? Jane arrugo la frente. Cada vez más desconcertante. De esa forma podía catalogarlo. Él sin embargo siguió mostrándose tranquilo – Hasta ahora hemos ido a cenar y al cine ¿No?
-Si... Pero...
-¿Qué es lo que haremos hoy? - ¿Hoy? ella volteó a verlo nuevamente pero él solo le respondió con una mirada profunda. Una mirada que más que desconcertante esta vez resultó agradable
-¿Dijiste cita?
-No te asustes – Alan sonrió para luego tomarla de la mano – Vamos, se me ha ocurrido una idea.
Jane agarró el bolso que él había traído con su ropa y se dejó llevar por él.
***
Las calles de la ciudad. Las artesanías que se ubicaban en plena zona central.
La castaña le lanzó una mirada de aplomo al chico y rió. De todas las cosas que él pudo haber pensado, había escogido el sitio perfecto para distraerse. Ese tipo de lugares le gustaban mucho.
Las pequeñas tiendas se ubicaban una seguida de la otra en pequeños espacios decorados por el mismo vendedor. No eran muy grandes, pero tampoco tan pequeños y había todo tipo de cosas para comprar, desde accesorios y manillas, hasta una tienda en donde hacían tatuajes.
Alan la sorprendió mirando muy entretenida mientras un hombre se tatuaba unas letras en el brazo y se mofó divertido.
-¿Quieres hacerte uno? – Ella soltó una risa.
-Claro, el día en que llueva dinero.
Empezaron a recorrer todos los puestos en la artesanía después del chico tatuaje. Alan caminaba a su lado y hacía chistes que con intención o sin ella, terminaban por hacerla reír. Osos de peluche, pequeños llaveros, anillos, cada cosa que miraban era natural y fabricada a mano y claro, tenían su historia. Eso era lo que más le gustaba a Jane.
En la quinta tienda que visitaron, compró dos pulseras, Una Azul cielo y la otra Roja.
Según la anciana que se las vendió ambas tendrían un significado especial para el portador desde el momento en que empezara a usarlas. La azul era símbolo de la tranquilidad interna y la roja, el símbolo de la fuerza de un sentimiento, de cualquier tipo. Si algún día querías mantener el equilibrio de cada sentimiento con tu paz interior, Las manillas podrían ayudarte si las portabas, tenía que ver con tu fuerza interna y tu voluntad. Claro que solo era un mito de una artesana. Y ella no era supersticiosa, pero nada perdía con tenerlas, además eran bonitas.
Viéndolas se olvidó que estaba acompañada de Alan. Le hacían recordar a la que Jason le había regalado el día del estreno de la película, la que tenía su nombre tejido y era fucsia. Recordar era estúpido. Porque ese día él había decidido irse con Alice y la dejo sola. Alejó su cabeza de ese pensamiento y levantó la vista para buscar a Alan. Había creído que estaba cerca de ella mirando en alguna otra tiendita, pero cuando levantó la mirada y no lo vio por ningún lugar cerca, se dio cuenta de que no era así ¿A dónde había ido? Las artesanías estaban atiborradas de personas y perderse el uno del otro no era tentador. De hecho sería un problema ¿Cómo carajos se iban a encontrar? Bueno, ese no era un problema ¿Existían los teléfonos, no?
Lo buscó con la mirada varios minutos más y se resignó a que no aparecería, no pronto. Por su estatura le era difícil ver entre las personas, así que se quedó esperando a que la llamara cuando se diera cuenta de que ella no estaba cerca. Entonces él apareció.
Se apareció frente a ella con un ramo de rosas rojas en sus manos envueltas en un papel transparente muy bonito. Los ojos de Jane se llenaron de un brillo indescriptible al verlo sonreír sosteniendo las flores. Sin poder hacer nada para evitarlo una sonrisa se le escapó de los labios. Esta no era una típica sonrisa. Era real, no era falsa. Ella de verdad se estaba sintiendo feliz y esa sé la debía a él.
-¿Te gustan? – Le preguntó. Al parecer el sorprenderla se le había dado bien. – La mujer que me las vendió dice que ella misma las recolecta en su jardín – Jane lo miró en silencio y sin habla mientras en le pasaba el ramo de rosas con una mano - Son para ti – dijo después – Huélelas, tienen un olor muy agradable – La castaña pasó el ramo de flores por su nariz y se perdió en su olor ¿Cómo un detalle tan simple podía hacerla sentir tan bien?
-Gracias – Murmuró casi inaudible. Y conmocionada.
-No me cuesta nada. – Agregó él – y deja de agradecerme por todo ¿vale? - Jane se quedó sostenida de pie con las rosas en las manos y suspiró ahogando una sonrisa.
-Gracias, Gracias, Gracias – Bromeó al tiempo en que él la miraba a los ojos, Y sonriendo ahora sí, dio un paso para seguir recorriendo la artesanía.
Alan la siguió en silencio por detrás.
***
-Un Glaseado de chocolate para ti y un jugo de naranja para mí ¿Era así? – El pelinegro le dio a Jane el vaso con el chocolate y se sentó junto a ella en una banca cerca de las artesanías con el jugo de naranja. Ese día hacía buen tiempo, a pesar de que eran las cinco de la tarde el sol no parecía querer esconderse y el viento suave y fresco que corría evitaba la sofocación.
-Me la he pasado muy bien hoy - Comentó ella sonriendo mientras empezaba a sorber por el pitillo el glaseado de chocolate. Delicioso. Alan la miró.
-No más que yo. – Le dijo. Jane colocó las rosas rojas a un lado suyo sobre la banca y volvió a sonreírse al verlas.
-Gracias por las flores – repitió inconsciente.
-¿Te Gustaron? - ella asintió – por un momento creí que la señora me mentía respecto a su proveniencia pero... - Se quedó en silencio y la miró - Ya deja de agradecerme por eso, te he dicho que...
-Es la primera vez que un hombre me regala flores – le interrumpió – Se siente... Bien, recibirlas.- ¿La primera vez? El pelinegro se pasó las manos por cabeza y se quedó observándola fijamente con quedo. La ternura brotó de sus esferas negras mientras se impregnada en su mente la imagen de la sonrisa encantadora que poseía esa Jane
-¿Jason nunca te dio unas?
-¿Jason? - Rió para no llorar. – Digamos que él... no es ese tipo de persona. – Alan le sostuvo la mirada dos minutos más y le fue difícil ponerse de acuerdo con que era más adecuado hacer. Él era tranquilo y seguro, y siempre sabía qué hacer y cómo, pero en ese instante realmente tenía miedo de lo que pudiera pasar si hablaba. A pesar de que el motivo por el que quería verla había sido ese desde el principio. Jane se sintió extraña al sentirse observada de esa forma por él.
-Escucha, Jane - Le dijo, acaparando su atención. Estaba decidido. – La verdad es que yo sé que Jason no se casó contigo por Amor. – Si la boca de Jane hubiera estado llena del delicioso glaseado de chocolate que estaba tomando seguramente lo hubiera expulsado a chorros de ella, pero para su suerte, estaba vacía y contrario a eso, solo se quedó muda, completamente sorprendida, con los ojos bien puestos sobre Alan... ¿Qué... Que había dicho? – Por eso – prosiguió él – desde que lo sé, cada vez que te veo me siento mal por ti y por mí.
-¿Eh? – logró articular.
-Te escuche hablando por teléfono el otro día en mi oficina, pero incluso sin que te hubiera escuchado, ya lo sospechaba - Jane pudo sentir que el latido de su corazón se aceleró y que su pulso perdió la calma. Siempre se ponía así cuando estaba nerviosa o mintiendo. Y, en ese momento iba hacer las dos cosas.
-Yo... bueno, Alan – intentó decir tartamudeando sin ser capaz de verlo a los ojos. Ya era suficientemente malo que él descubriera la verdad ¿Acaso no podía hablar bien? - Creo que ha habido un malentendido...
-Sé que no lo hay, Jane – La interrumpió con seriedad y Ella se atrevió entonces a verlo. Para su sorpresa, él no la estaba mirando, él estaba mirando fijamente al frente, a las hojas de los Árboles que se movían con lentitud al vaivén de la brisa – ¿Sabes lo que la expresión "Que pasaría si" Significa? – Jane frunció los labios volviéndolos una línea fina en su rostro y negó con la cabeza. No sabía, ni tenía palabras para decir. Tampoco tenía una respuesta para aquella repentina pregunta - Esa es una de las expresiones que odio más. – "Que pasaría si... Ya jamás se habría preguntado por eso. Siguió escuchándolo - Para mí esa frase expresa una oportunidad pérdida sin chance de regreso. Como perderte un amanecer. Podrás ver miles de ellos, pero ninguno será igual al que pasó, ya que cada uno tiene su punto especial que lo hace distinto. Es un inútil lamento por lo que ya se ha perdido – La castaña desfrunció los labios queriendo decir algo, pero salió nada de su boca. Entonces él la miró de una forma en que jamás lo había hecho y agregó – Pero he estado pensando mucho en los "Que pasaría si" Desde que te conozco, Jane... - y ahora su voz no estaba interferida por ese toque de serenidad o que expresaba informalidad. Su voz era seria y le hacía ver a Jane que, a diferencias de otras veces, él no estaba bromeando y que estaba hablando en serio - "Que pasaría si yo hubiera tenido primero la oportunidad" "Que pasaría si me hubiera presentado a ti antes" "Que pasaría si... No te hubieras casado con Jason" – intentar explicar cómo se sentía hubiera resultado imposible para ella en ese momento porque realmente no sabía cómo se sentía, aquellas palabras realmente no se las esperaba. Y lejos de tomárselas como un juego, las sentía tan llenas de verdad – Ahora que sé que tengo la oportunidad, no la dejaré pasar.
-Yo... Eh – El ojos negros la miró fijamente cohibiéndola por completo.
-Si este matrimonio entre Jason y tú no es más que un asunto de negocios ¿No es demasiado tarde para mí, verdad? – hizo un silencio - Jane ¿Me darías una oportunidad también?
-¿Huh?
-No me respondas ahora - le pidió con una mirada profunda parecida a la que le había brindado hace un momento – Piénsatelo y dame una respuesta luego... pero piénsalo, por favor.
-Alan... - él volvió a verla sonriendo y ella se quedó callada.
-Ahora... ¿Quieres ir por un helado?
ESTÁS LEYENDO
Amor por Accidente [TERMINADA]
RomanceJane una chica solitaria que todo lo que tiene es la casa que sus padres le dejaron, se gana un viaje hacia el extranjero donde se topa con una super estrella Alemana que termina siendo su mayor dolor de cabeza.