Un día de fiebre

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Ya habían pasado diez meses dentro de la habitación del tiempo y Piccolo y Kalula seguían entrenando juntos

Desde aquel extraño sueño que, desconocidamente para el otro, tuvieron en común, las cosas habían cambiado un poco entre ellos: el trato y la personalidad de cada uno se mantenían intactos, sólo que ahora evitaban estar cerca de su compañero en algunas ocasiones y más sí llegaba la hora de dormir. Cada vez que sentían la presencia del otro cerca, no podían evitar que aquel sueño golpeara sus mentes a tal grado que les hacía sonrojar enormemente.

Todavía no podían entender su significado... ¿Deberían tenerlo en cuenta? Ya que por lo general, los sueños siempre representan algo... ¿Acaso era... El deseo que sentían por el otro o sólo se trataba de un sueño loco? Sí era lo primero, jamás habian imaginado que se deseaban a esa magnitud y sí resultaba lo segundo, más que un sueño loco, más bien fue un sueño... "fuerte"

Durante el entrenamiento, Piccolo notó que la velocidad de su compañera se había reducido notablemente. Y no solo eso, sino que sus movimientos eran torpes y descuidados, y había tenido que sujetarla varias veces para que no cayera al suelo. Cuando estaba por preguntarle por qué se comportaba de esa manera, notó que Kalula se encontraba pálida y sudorosa. Sus ojos lucían agotados y su tos que había aparecido el día anterior, se estaba haciendo cada vez más recurrente y se oía cada vez peor.

Algo andaba mal

-Kalula —La llamó, con gravedad

Ella negó con la cabeza

-Estoy bien, continuemos —Se apresuró a decir, sabiendo lo que le diría su compañero

Piccolo la miró no muy convencido, pero dispuesto a seguir con lo que ella quería. Sin embargo, fue a la altura de unos cuantos metros que no pudo consigo mismo y descendió hasta tocar el suelo.

La joven notó con cierto temor que el namekusei la examinaba atentamente y caminaba hacia ella sin vacilar. Retrocedió unos cuantos pasos hasta chocar su espalda contra aquel enorme reloj de arena

-¿Qué vas a...?- No alcanzó a terminar su pregunta, sintió como su mano presionaba su frente

Cerró los ojos, sintiendo un leve rubor en sus mejillas. Solo Dios sabía cómo había terminado así

-Tienes temperatura —Constató, mirándola con severidad

Ella se remojó los labios resecos y dedicó lo más cercano a una sonrisa

-Puedo seguir peleando... —Le prometió evitando mirarlo por el nerviosismo, y con los parpados entrecerrados por el cansancio— No es nada grave...

Él la miró con reproche en sus ojos oscuros

-Tonta...

Y antes de que pudiera hacer nada, la tomó en brazos hasta acomodarla en su espalda. Perdió la cuenta de cuantas veces había tenido que llevarla cargando, por lo que resultaba un poco curioso su fácil habilidad para hacerse con ella. Fue entonces que pudo confirmar su teoria: estaba levantando fiebre y su cuerpo ardía.

En el momento en que empezó con su modestia y su inútil intento de hacerse la fuerte, levantó su dedo índice y lo colocó en sus labios

-Silencio. —Y ante su mirada confusa, le miró con seriedad—. No quiero verte fuera de la cama hasta que te recuperes

Ella abrió los ojos impresionada y sus mejillas comenzaron a arder

-Pero...

-Será contraproducente que sigas entrenando y se agrave tu situación. Así que, hazme caso —Pidió, volviendo a mirar al frente. Más que pedido, sonaba una orden

El primer amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora