capítulo 1

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La vida es muy corta para preocuparse de todo, aunque pierdas el control las cosas siempre vuelven a su lugar. A veces no aprendes el valor de vivir hasta que te pasa algo muy grave pero, otras veces nunca aprendes.

Yo tenía un hermano, alguien a quien nunca comprendí con exactitud, se llamaba Mauricio Esquivel, lo echaron de mi casa cuando tuvo quince años y en ese entonces yo tenía seis años.

Nunca entendí del por qué se fue de casa, simplemente mi padre no toleraba verlo.

Días después de su partida me enteré que él se había ido a la casa de mi tía, allí vivió toda su adolescencia. Lo veía pocas veces en fiestas familiares pero después de tres años ya no lo volví a ver. No podía preguntar sobre él pues mi padre siempre se enojaba y mi madre solía deprimirse con tan solo escuchar su nombre pero siempre hubo la incógnita del por qué mi hermano tuvo que irse de esa forma tan brusca.

Recuerdo cuando mi padre lo echó de la casa, él estaba llorando, pidiendo perdón pero mi padre no cesaba con los golpes, lo golpeó hasta que se cansó. Mi madre no hizo nada sólo estaba en una esquina de la habitación observando todo con lágrimas en sus ojos. Apenas mi padre terminó de golpearlo mi madre se arrodilló ante mi hermano para tratar de ayudarlo pero su estado era muy malo, su ojo morado, su labio partido y su nariz no paraba de sangrar, tenía más moretones por la cara, yo quería interferir pero me moría de miedo.

Mi padre salió bruscamente de la habitación, pasaron unos minutos hasta que él volvió con una maleta. Miró a mi hermano con furia y tiró la maleta a sus pies mientras él seguía en el piso tratando de levantarse con la ayuda de mi madre.

- Largo- se limitó a decir mi papá

- No... lo hagas- gagueó mi madre

- ¡Largo!- insistió mi padre

Mi madre dio un paso adelante para reprocharle a mi padre pero mi hermano la detuvo, bajó la mirada y tomó la maleta apenas pudo ponerse erguido.

- Me voy con la cabeza en alto- farfulló mi hermano antes de salir de la habitación.

Fue lo último que pronunció en esa casa. Mi madre se echó a llorar y mi padre salió de la casa minutos después de que mi hermano se había ido. Yo estaba oculto en un armario, estaba jugando a las escondidas con mi hermano antes de que todo pasara. Realmente todo pasó muy rápido, ni siquiera sabía qué era lo que exactamente estaba pasando, pero la pelea quedó en mi mente por siempre.

No me dejaban ir a visitar a Mauricio en la casa de mi tía, de niños éramos muy unidos, Mauricio siempre me cuidaba, hasta me contaba historias de piratas, las cuales eran mis favoritas. Siempre me llevaba al parque para jugar fútbol cuando mi padre no tenía tiempo. Es más podría decirse que Mauricio parecía más mi papá que mi hermano.

Tenía la ausencia de mi papá pues él siempre trabajaba y yo me quedaba con mi hermano, solo, pues mi mamá salía a fiestas, pero desde el día que Mauricio se fue de la casa todo cambió, ellos me prestaron más atención y hasta me sobreprotegieron.

Cuando cumplí trece años me hicieron una fiesta, como todos los años sólo que esta ya no era una fiesta de niños sino que era la bienvenida a mi adolescencia. Mis padres supervisaban que todo esté bien. La fiesta, según mis amigos fue un éxito, era en el patio de mi casa en la noche.

Todos se fueron a las doce de la noche, mis padres estaban sonrientes admirando como todo salió bien hasta que tocaron el timbre a las doce y media.

- Yo voy- dije bajando las escaleras

Cuando abrí la puerta vi un carro alejarse a toda velocidad, entonces observé a mis pies un regalo.

- ¿Quién es?- preguntó mi madre apareciendo por mis espaldas- ¿Y eso?

Apuesto mi vida por tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora