Mis padres estuvieron presentes en los mejores momentos de mi hija Catherine quien ahora ya tiene diez años. Mi hija admira mucho a aquel hombre que le dio el brazalete que según ella es de la suerte y por eso nunca se lo quita. Ella conserva todos los juguetes que Mauricio le regaló cuando era bebé.
Sarah se había mudado en una casa que estaba al frente de la mía tras la muerte de Mauricio. Mis padres adoraron a Sarah, es más después de un tiempo fueron a vivir con ella para que no se sienta sola.
Cuando los ayudaba en la mudanza fui a mi cuarto, seguía intacto, tal como lo dejé. Me senté un rato al pie de lo que era mi cama y suspiré, tantos recuerdos. Cuántas veces no había estado mirando el techo, pensando en mi hermano, también recordé esas veces en las que se sentaba a un lado de mi cama para contarme historias de piratas. Caminé hacia mis cajones, había dejado un poco de ropa y aunque creí que los habían donado no fue así, allí seguían algunas prendas que dejé antes de irme. Mientras tomaba la ropa me encontré con un sobre en uno de los cajones.
Reconocí esa letra, era una carta de mi hermano. ya me había olvidado de aquella carta.
<<Enano, ya que no pudiste conservar el celular puedes conservar esto ya que no saben que yo te lo mando, soy inteligente ¿no? debí hacerlo antes.
Quería decirte que no soy bueno diciendo las cosas, posiblemente estuvo muy mal que no te haya dicho que me iba a ir desde que tocaste mi puerta pero no tuve el valor. Enano. No te enojes conmigo, me caes muy bien, admito que antes sólo me preocupaba un poco por ti y que de vez en cuando te recordaba, pero al conocerte mejor me di cuenta que siempre me haz echo falta... algún día nos veremos ya lo verás... y podremos comenzar de nuevo.
Tú también ten suerte, enano.
Atte. Mauricio>>
Me dio tanta nostalgia que mis ojos se llenaron de lágrimas. Sonreí mientras leía la carta, quería volver a ese tiempo de incertidumbre, cuando mi hermano estaba vivo y eso me bastaba.
Mi madre entró después de un minuto, me encontró admirando la carta. Cuando volteé a verla creí notar por un pequeño momento como si Mauricio me estuviera mirando, mi mamá tenía esos ojos azules que heredó Mauricio. Ella me quedó mirando mientras se apoyó en el umbral de la puerta, me sonrió levemente y suspiró antes de hablar.
- Yo había visto esa carta unos días después de que te la entregó- confesó con una leve sonrisa.
- ¿Supiste que me veía con él?
- Siempre lo supe, una madre lo sabe todo. Lo confirmé un día mientras doblaba tu ropa y encontré esa carta.
Dejé que mis lágrimas sigan fluyendo, no me daba vergüenza que mi madre me vea llorar.
- Yo siempre lo amé, me equivoqué mucho con él pero me dio paz que nos hayas dicho que nos perdonó y que murió sin rencor hacia nosotros- ella también comenzó a llorar pero trató de contenerse.
- Lo extraño- dije doblando con cuidado la carta- Lo extraño mucho.
Mi mamá se acercó a mí y nos abrazamos mientras nuestras lágrimas caían en nuestros hombros.
- Quisiera ser yo la que estuviera muerta y no mi hijo- me murmuró.
- No digas eso, Mauricio no lo hubiera querido, apuesto que si le hubieran dado a escoger hubiera preferido su muerte a la tuya.
Nos separamos y nos sonreímos. Teníamos que seguir adelante pero esta vez íbamos a hacerlo todos juntos.
Sarah acogió con gusto a mis padres en su casa, se llevaron tan bien que la adoraron como si fuera su hija, mis padres ya estaban muy viejos y Sarah los cuidaba sin quejarse.
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Apuesto mi vida por ti
Teen FictionA veces vivir se limita a darle un propósito burdo a tu vida, algo que crees querer para conseguir tu libertad porque no sólo con cadenas alguien puede ser prisionero. Cuando tu mente te aprisiona es más difícil ser libre. Fernando nunca pudo enten...