Al volver a la mecánica aquel hombre estaba sonriente. Mauricio lo miró con seriedad hasta que estuvo frente a él.
- ¿Y el auto?- preguntó Mauricio de inmediato.
- Todo listo- respondió el hombre limpiando sus manos en su uniforme de mecánico.
- Quiero verlo- dijo mi hermano con seriedad.
Aquel hombre señaló a sus espaldas y nos mostró el auto. A decir verdad quedó muy bien no parecía la chatarra de antes.
- Muy bien, ¿sirve perfectamente?
- Como quedamos.
Mauricio miró el auto con cautela y suspiró.
- Si tengo un inconveniente con el auto lo demandaré.
- No lo tendrá, se lo aseguro- estiró la mano para recibir el dinero que faltaba y sonrió.
- Ya sé- murmuró mi hermano al ver la mano del hombre.
Sacó los otros mil dólares y se los entregó.
- ¿Va a contarlos o podemos irnos?- pregunté ansioso de irme.
- Así está bien, yo también puedo demandar si el dinero no está completo- respondió el hombre sonriente.
Esta vez ya no había miradas encima de Sarah, creo que les asustó que Mauricio les haya gritado. Sarah y yo fuimos por las maletas mientras Mauricio se quedó revisando el auto.
Apenas le entregaron las llaves del auto pusimos las maletas en la cajuela excepto la que tenía dinero esa fue conmigo, entramos en el carro y notamos que habían puesto un ambientador de vainilla.
- Creo que valió la pena- dije al mirar el interior del auto.
- Al parecer- musitó Mauricio.
Al salir de allí prendimos la radio, todo servía perfectamente. Estuvimos en la carretera durante mucho tiempo, no nos decíamos nada tampoco era que teníamos ganas de hablar es más yo ya me sentía cansado, planeaba dormir un poco y eso es lo que hice.
Dormí un buen rato, aunque al principio me molestaba dormir en cualquier lugar que no sea mi cama me empecé a acostumbrar.
Me despertaba en ciertos momentos pero me volvía a dormir en segundos, es más creí escuchar que Mauricio y Sarah hablaban pero el sueño me ganaba y no me preocupé en escucharlos.
Cuando desperté noté que ya había anochecido, miré al asiento de atrás y vi a Sarah profundamente dormida usando una chaqueta mía de cobija.
- ¿De dónde sacó la chaqueta?- pregunté entre un bostezo.
- Paramos para estirarnos unos minutos y como hacía frío sacó una chaqueta.
- Ah... tengo hambre.
- Creo que en unos quince minutos llegamos a una gasolinera...
- ¿Qué hora es?
Me señaló el reloj del auto y me fijé que eran las nueve de la noche.
- ¿No vamos a un hotel?- pregunté mientras me desperezaba.
- Pero, si ya dormiste.
- ¿Piensas manejar toda la noche?
- Sí...
- Si quieres yo manejo.
- No tienes licencia.
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Apuesto mi vida por ti
Teen FictionA veces vivir se limita a darle un propósito burdo a tu vida, algo que crees querer para conseguir tu libertad porque no sólo con cadenas alguien puede ser prisionero. Cuando tu mente te aprisiona es más difícil ser libre. Fernando nunca pudo enten...