capítulo 7

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Ese mismo día comenzamos a hablar de muchas cosas, le conté de lo que había pasado con Solange cuando él se fue a estudiar, también le conté de Nicolás y de todos mis logros en mi vida. Él también me contó de la suya, resulta que tuvo una novia en el primer año de universidad, pero como dijo antes, él no estaba listo para una relación sentimental, la relación era sólo de uno, ella era la que hacía todo por la relación mientras él no prestaba mucha atención.

También me contó que tuvo un mejor amigo antes de que pasara todo eso de su profesor, pero ya no tuvo contacto con él después de su intento de suicidio. Fueron tantas cosas que no sabía de él, su humor era muy bueno, la verdad me hacía reír mucho, sus anécdotas graciosas eran buenas, pero también me contó como las chicas se le declaraban pero él era muy indiferente y a la final terminaban odiándolo, siempre fue así, todo mundo veía su aspecto y que era cohibido y lo juzgaban de que era pretencioso, y por eso no tuvo amigos en su adolescencia, a él tampoco le importaba mucho, al principio sí pero después se fue acostumbrando a la soledad.

- Mi única amiga de toda la vida fue Rosalía- concluyó terminando el tema.

- Vaya- murmuré- ¿Cuándo me enseñas a boxear?

- ¡Ahora mismo!- exclamó parándose.

Fuimos a la sala y movimos los muebles, y cuando Mayra regresó con la ropa y después de cambiarme nos ayudó a bajar el colchón y lo pusimos en medio de la sala. Me enseñó varias cosas y Mayra era como nuestro árbitro, esa tarde me divertí tanto porque de un momento a otro todo se convirtió en una competición de lucha libre. Acepto que él me derribó varias veces pero yo también pude con él.

- ¿Tan débil eres?- pregunté en tono de burla cuando estaba encima de él.

Con sus piernas me empujó y caí al otro lado del colchón. En mis medidas desesperadas me colgaba en su espalda y ponía todo mi peso hacia adelante hasta que lo derribaba. Mayra reía con nosotros y hasta tratamos de hacerla jugar pero se cansó muy rápido.

A las seis de la tarde Mayra fue a preparar la cena y los dos nos quedamos tumbados en el colchón mirando al techo.

- Por fin sudas- dije mirándolo.

- Apestamos- murmuró con una sonrisa.

Nos paramos y fuimos al balcón a tomar aire fresco pues hacía mucho calor. Ya estaba anocheciendo pero aún había un poco de claridad, miramos los edificios y las personas que caminaban.

- Suelo sentir un nudo en mi garganta cada vez que lo recuerdo- dijo de la nada mientras yo lo miré un poco sorprendido.

- Creí que te habías desahogado.

- Y eso hice pero la ira se acumuló en mí al recordarlo todo con detalle.

Los dos suspiramos y yo puse mis brazos en el filo de mármol del balcón.

- ¿Sabes lo que haría bien?- dije sonriente.

- ¿Qué?

- Gritar.

- ¿Qué?

- ¡Gritar!

- ¿Por qué?

- Así quitas ese nudo que tienes en la garganta, gritas con tus fuerzas y sacas la ira... es normal.

- No es normal... ¿quieres que grite ahora mismo?

- Sólo mira...

Respiré profundo y grité con todas mis fuerzas hasta que se me acabó el aire. Mauricio estaba riendo mientras recuperaba la respiración.

Apuesto mi vida por tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora