Capítulo 30. Salvalos.

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Capítulo 30. Salvalos.

Al otro día vuelvo a las clases normalmente, no lo veo, ni siquiera me atrevo a preguntar que paso con él, donde está, Leila hablo conmigo pero le dije que ya había hablado con Megan, le dije que ella me había dicho que no era nada, y que me había prometido no volver a andar con esa gente. Leila se alegró, todos pensaban que ahora ya estaba normal, me sentaba en la cafetería de la universidad, pero nada igual, Levi se sentaba con nosotras y nos hacia reír, Ethan también estaba ahí.

Él seguía coqueteando conmigo, y me prometí no prestarle mucha atención, sabía que ya nada importaba, y olvidar a John no era algo que fuera hacer de un momento a otro.

— ¿todo está bien? —me pregunta Ethan mientras vamos camino a nuestra siguiente clase. —no te veo muy bien.

—sí, ya sabes, solo estoy nerviosa con los exámenes, este semestre me fue del asco.

Y era verdad, el semestre ya llegaba a su fin y estábamos en épocas de parciales, juro que no se nada, y tampoco tengo la cabeza para ponerme a pensar en exámenes y estudiar.

Ethan pone una mano en mi hombro y lo apretar.

—está bien, sé que pasaras.

Eso espero, sin embargo, cuando entramos en la clase y al final, el examen termina en blanco sé que me ira mal, así paso todo el resto de los días, sin saber nada de John, sin hablar con George, ni siquiera trato de buscarlo, ni de Ray, papá me invita un par de beses a cenar pero me niego, no quiero encontrarme a Ray, o peor, a Lucy y John, quien deben de ser la familia perfecta ahora.

Cuando mamá me llama y me dice que si estoy bien, le digo lo mismo que a todos como en estos días, que sí. Ella me cuenta de su compromiso, si, mamá piensa casarse otra vez y trato de alegrarme por ella, pero no puedo.

Pienso en John a cada momento, ¡y me enoja! Como él puede olvidarme tan fácil, ¿Por qué no puedo hacerlo yo? Pero lo sueño, pienso con él, a veces juro ver su cara, cuando lo hago, salgo corriendo en dirección contraria para luego darme cuenta que solo me lo he imaginado, vivo como un zombi que solo come y respira, sin poder sentirme bien.

Esta mañana, estoy en la enfermería porque me ha dado un mareo terrible en clase de literatura moderna, la enfermera me mira de pies a cabeza y me toma la presión, el pulso y más cosas.

— ¿te han dado últimamente? —me pregunta, trato de pensar en ello y niego, no, esta es la primera vez. — ¿y vomito?

Bueno, he vomitado, sí, pero eso ha sido porque me he sentido mal, nada más, por el cansancio, aun así, asiento.

—no creerá usted que estoy.

—no lo sé, esperemos que no, por eso, te voy a mandar con un doctor, ¿o prefieres hacerte la prueba primero?

— ¿Qué? Sé que no, me tome la pastilla. —y es verdad, lo hice, la única vez fue con John y ese día me tome la pasta al otro día.

—es 99% seguro, aun esta ese 1%. —me dice, sí, pero no voy a ser yo ese 1% verdad, que me joda la vida donde sea así, ¡claro que no! Tan mala suerte no tengo. —dejare que tu decidas, sin embargo, creo que deberías sacar una cita con el doctor para que te vea.

Yo asiento, y lo hare, así que me despido de ella asegurándole que voy a sacarla, cuento los días de mi periodo y veo que está bien, desde que me tome la pasta hasta ahora han pasado casi un mes, por lo que no está retrasado, solo tengo que esperar, en ocasiones se me salta tres meses o dos, y no es porque este embarazada, solo es irregular.

Imposible estar contigo, profesor II  ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora