Capítulo 29. Te lo advertí.

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 Capítulo 29. Te lo advertí.


Corro sin detenerme, cuando llego hasta la gente que mira la policía, me asusto y sé que algo malo ha sucedido, cuando veo a la policía, me acerco para ver de qué se trata, y entonces veo a un hombre tirado en el suelo, no lo reconozco, pero al ver la sangre me asusto, pienso en John y en que no debe ser coincidencia que esto mismo haya sucedido cuando él venía para acá, solo espero que él esté bien, aunque no lo veo.

— ¿Qué ha pasado? —le digo a un policía, pero él me aleja y me dice que me retire de la valla de seguridad, sin embargo, estoy tan nerviosa que solo trato de buscar respuestas.

Me alejo de alli sabiendo que no me las darán, y entonces veo a una señora que mira la escena tan petrificada como yo.

—no puedo creer que haya gente tan mala como esa. —dice le señora señalando al hombre tirado en el suelo, de seguro ya sin vida, frunzo mi ceño sin entender.

— ¿Cómo dice? —le pregunto, ella me mira a mí y asiente.

—pues que él y otros han intentado atracar a otro.

— ¿Cómo? ¿Qué es lo que vio?

—pues así es señorita, un hombre entraba al local cuando otros tres se lo iban a llevar, hubo una pelea, yo lo vi todo desde adentro. —ella señalo una ventana que dejaba ver el lugar, la cafetería. —pero luego paso algo, un carro apareció y otros hombre llegaron, ayudaron al hombre que atacaron y en esa pelea, ese hombre que usted ve alli, pago las consecuencias.

Mi corazón se acelera, no puede ser.

— ¿quiere decir que el hombre tirado alli intento atracar el que entraba al local?

—así es, y sea lo que paso con ese hombre, ahora debe estar mejor con quienes se fue, al parecer eran amigos.

Si lo que me dice mi conciencia es cierto, dudo mucho que este bien.

— ¿puede decirme como era esa persona? —le pido, ella asiente e intenta hacer memoria.

—si, al que atracaron, era uno rubio, muy guapo, y quien lo ayudo, era un hombre pelinegro, un poco alto y delgado.

Mi corazón se desparrama, y se la verdad, él no está bien, era John, mis lágrimas se avecinan con salir, pienso lo peor, es Edwin, Edwin se lo llevo, y no debe estar bien, claro que no.

— ¿está bien, señorita? —me pregunta la señora. — ¿Por qué llora?

Me doy cuenta que mis lágrimas han salido por si solas, y me siento junto a ella sin saber que más hacer.

Todo se acabó, John se lo llevaron, quien sabe dónde estará, Lucy está consiguiendo todo, en Rey no puedo confiar, George no sabe más que yo y Megan me traiciona, no sé qué más hacer.

No sé ni siquiera que hago ahora.

¿Hacerme la detective? Cuando apenas sé a dónde ir, que hacer para que Lucy no logre su cometido, para meterla a ella y a su padre a la cárcel, ¿Cómo? Si ella nos tiene en sus manos, todo esto hace que me sienta débil, sin ganas, sin motivos para continuar.

Me derrumbo alli y no sé qué hacer, mi cara se vuelve un poema hasta que escucho una voz, una voz que no quiero oír, y cuando la veo, no sé por qué, pero a pesar de saber toda la verdad sigo queriendo confiar en ella.

—Ven aquí. —me pide, y lo hago, corro hacia ella y ala abrazo, lloro y a pesar de todo, es como la primera vez, como cuando mi padre nos abandonó y ella me abrazaba todas las noches.

Imposible estar contigo, profesor II  ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora