Ale: ¿Puedes guardarme el secreto de que me voy? Sobre todo con mi madre. Por favor.
Elena: ¿Por qué no lo puede saber nadie?
Ale: Pues.... Porque.... Por favor Elena, no tengo tiempo para explicarte todo, me están esperando. No digas nada, por favor.
Está demasiado raro pero, aunque me cueste, asiento. Él me da un beso en la mejilla y se va corriendo.
Yo vuelvo a mi casa y subo a mi habitación. Ahora mismo estoy encantada de estar sola en casa. Justo al cerrar la puerta de mi habitación, rompo a llorar. Odio todo esto, mi teoría siempre ha sido la de que nadie se merece que mi cuerpo se deshidrate llorando por culpa de esa persona. Y menos un chico.
Me tiro en plancha en la cama mientras lloro desconsoladamente.
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Aunque me doy una buena hostia, me da igual e ignoro el dolor que me viene a la cabeza de repente por el golpe.
Al rato, escucho la puerta de la entrada de mi casa abrirse y un grito que reconozco que viene de la boca de mi madre.
María: ELENA ¿ESTÁS EN CASA? ¡YA LLEGAMOS!
Esta tía es tonta, me está hablando y cree que me pienso que es una llamada o algo. Vale, creo que me estoy pasando, pero tengo motivos aunque mi madre no tenga la culpa de nada.
Siento varios pasos acompañados por un par de "ELENA", "HIJA" y demás motivos que encuentra mi madre para buscarme por casa.
De repente, abre la puerta de mi habitación con una sonrisa, la cuál desaparece de su cara al verme llorando.
María: ¿Qué pasó cariño, estás bien? ¿Te han hecho algo? ¿Le ha pasado algo a alguien? ¿Han entrado...
Elena: Mamá, tranquila. No ha pasado nada. Bueno, si, que yo me he dado cuenta de que soy gilipollas.
María: Primero, tú no eres nada de eso. Y segundo, cuéntame que ha pasado con todo lujo de detalles que tengo tiempo-me sonríe amable.
Elena: ¿Por qué el amor es tan doloroso?
Mi madre suspira con una sonrisa compresiva en el rostro. Antes de que me pueda decir nada mi móvil empieza a sonar. Lo cojo de mi bolso que lo tiré al suelo al casi romperme la cabeza con mi cama y veo que el que me está llamando es Jesús. Pongo cara de asco, cuelgo la llamada y dejo el móvil en la mesilla de noche que tengo al lado de la cama mientras vuelvo con mi madre que abre sus brazos para que yo me abrace a ella.
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