Capítulo 1

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Una semana después me encontraba sentada frente a la cama de mi padre mientras lo miraba convalecer.

― ¡Jaén! ¿Eres tú, princesa? ―la persona más exagerada que he conocido en mi vida es mi padre, por tan pequeño que sea el problema siempre lo hacía totalmente grande, en este caso un virus común mezclado con el estrés diario lo había puesto en cama.

―Sí, papá. Puedes abrir tus ojos, no has quedado ciego ―él abre un ojo luego el otro.

―No me tienes lástima ―dice con un tono amargado para luego quedarse pensativo- bueno, nunca tienes lástima.

―La lástima te hace débil, papá -juego con un hilo del cobertor de su cama―, eso me lo enseño el abuelo.

―Lo sé, es algo que ha servido por mucho tiempo a los ganadores ―Suspira con cierta pesadez y en ese preciso instante sé que algo anda mal.

― ¿Que sucede? ―pregunto sin entender su expresión.

―Necesito un descanso de todo, de los socios, la monotonía, el trabajo, tengo que salir de este patrón.

― ¿Patrón? ―sigo sin entender―, papá tu vida es perfecta...

―Ninguna vida es realmente perfecta, Jaén ―me interrumpe bruscamente dejando un gran impacto en mí, jamás había alzado la voz a su familia―. No me mal entiendas hija, mi vida en su momento fue perfecta, ustedes eran pequeñas tu madre era más alegre y se preocupaba por nosotros, ahora ustedes son mayores y tu madre es triste y distante, creó que llegó la hora de retirarme y dejar que alguien diferente maneje la empresa.

En mi cara automáticamente se forma una sonrisa; al parecer me estaba dando su empresa o eso era lo que creía.

― ¿Me estás diciendo que me quede a cargo? ―ahora sí, mi risa era totalmente genuina y ¿Quién no la tendría con un notición como este?, Heredaría una empresa de billones de dólares.

―Algo así ―mi ceja se elevó tanto que creo que llego a la punta de mi coronilla―, tu hermana se negó a tener que trabajar en ella por su carrera de danza y después no supe a quién dejar a cargo de ella ―Esto duele, que tu padre no piense en ti antes, duele―; ahora pensé, llamare a Jaén, ella es la persona correcta para manejar las riendas.

―Creo que hubiera sido más sensato si me llamarás desde el principio ―dije amargamente―. Pueda que mi carrera de modelo sea importante, pero sabes bien que mi prioridad es la empresa, mi abuelo enseño como manejarla desde pequeña, tengo un título universitario de Cambridge, ¿Que más querías para poder llamarme? ―esta vez mi enojo hizo que elevará mi voz.

―La verdad Jaén, es que no creía y creó que tengas las cualidades para manejar una empresa ―hizo una seña de silencio antes de que yo lo interrumpiera―, tú eres muy inteligente hija pero tu actitud es tan mala que contrasta con tu belleza, tratas a las personas como si no valieran nada, no tienes medida para soltar algunas palabras que hieren; yo quiero que mi empresa prospere tanto en el interior como el exterior.

―Me estas juzgando mal papá, yo tratare a las personas como se merecen, si ellos trabajan bien tendrán su recompensa y si no lo hacen pues tendrán su debido calvario. ¿Al final me dejaras tu empresa? ―pregunte directo al grano y cambiando el tema antes de que se lo pensara mejor y no me dejara nada.

―Sí, empiezas el lunes, Donaban te mostrara como esta todo, él será tu mano derecha ¿algún problema con eso?

―Ninguno, papá. Nos vemos luego ―me levante del cómodo asiento para dirigirme a la puerta cuando mi padre volvió hablar.

―Me gustaría que fueras como tu hermana ―eso me detuvo a girar el pomo de la puerta.

―Cada quien es único papá y eso lo sabes bien ―esta vez sí salí de esa puerta con mi cabeza en alto y una gran sonrisa en mi cara.

Pueda que me haya herido algunas palabras de mi padre pero le demostraría que se equivocaba, no por ser fría y algunas veces sin escrúpulos, sería una mala jefa.

Ser débil era malo, los débiles nunca llegaban a ninguna parte, mi hermana era un ángel a los ojos de todos un efecto que causaba ternura a todos, en mi causaba preocupación, su alma era tan frágil que temía que algún día se quebrara, ella era el prototipo de chica buena y delicada que lloraba por algún que otro corazón roto, por razones absurdas de la vida esperaba que en estos dos años de ausencia ella no se haya enamorado de algún cretino que sacara su debilidad a la luz, no era tan pequeña, tenía veintidós años pero aun así la cuidaba con mi vida, aunque eso no pareciera.

Salí de esa casa sin ni siquiera saludar a mi madre o hermana, necesitaba pensar estrategias para el futuro éxito de la compañía, además no esperaría hasta el lunes para ponerme al día con el cretino de Donaban, mañana mismo iría con todo a reclamar lo que ahora sería mío.

•••

La siguiente mañana me desperté por el ruido de mi despertador.

Me levante directo al baño para hacer mis necesidades y bañarme.

Luego de eso salí corriendo directo al trabajo, no quería llegar tarde ni un minuto.

El tráfico era demasiado pesado por lo que aproveche a pensar las futuras reacciones que tendrían al verme en la empresa, mientras el congestionamiento avanzaba.

Al entrar al parquímetro un vigilante llamo mi atención.

―Señorita, este sector solo es para trabajadores de alto rango.

―No creo que eso sea un problema señor ―Dije con calma aunque por dentro muriera de enojo, él solo está haciendo su trabajo, es normal que no me conozca si jamás he asomado mis narices por aquí―, puede llamar al señor Donaban y decirle que Jaén Smith está aquí, de paso puede conseguirme una tarjeta de acceso.

Su cara fue épica al escuchar mi nombre y apellido.

―Creo que no habrá necesidad señorita Smith -levantó la barra de seguridad para que el automóvil pasara―, lamento si le cause molestias, que tenga un buen día.

Con un leve asentamiento y poniendo en marcha el automóvil avance con toda prisa.

Adentro del edificio me esperaba gente de seguridad con mi gafete, entre al ascensor marcando el piso cuarenta, mientras subíamos las personas entraban y salían.

Para cuando llegue al último piso era la única que me encontraba en el elevador.

Salí con todo mi orgullo en alto, observe a la recepcionista de piso y me acerque como un tigre hacia su presa.

―Buenos días, busco al señor Donaban Morris.

―El señor está en una junta, ¿usted tiene alguna cita programada? -dijo sin apartar la vista del ordenador.

―No la tengo, pero si pudieras dedicar aunque sea un minuto para observar con quien hablas, sabrías quien soy -puede que haya sido exagerada pero ella era una mal educada por no mirar al locutor cuando habla.

―Perdone señorita Smith -hablo rápidamente cuando subió su mirada y miro de mí hacia una gran foto colgada en una pared lateral de mí y mi familia―, puede pasar a la sala de conferencias, la segunda puerta al lado derecho.

―Gracias, a la próxima mira con quien hablas porque es de mala educación no mirar cuando te hablan.

Dentro de la sala de conferencia me aburrí por veinte minutos, así que pensé que como muy pronto sería la única propietaria de la empresa tenía el derecho de estar con ellos, sin que la recepcionista me viera pude acercarme a la oficina del fondo.

Un escritorio vacío estaba a un lado de la puerta por lo que aproveche abrir la puerta.

Unos fuertes ruidos salían del lugar, mi boca quedó abierta cuando encontré la clase de reunión la que llevaba a cabo el querido pupilo de papá.

―Ahora sí que la empresa será mía ―Dije sacando mi móvil y tomando fotos del momento.

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