Capítulo 2

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Las vueltas que da la vida son sorprendentes; en un momento no eres nada y al otro tienes mucho poder, como yo en estos momentos.

—Entrégame ese teléfono Jaén —me encanta cuando la gente me suplica, me hace sentir poderosa aún más si es Donaban.

—Ni que fuera estúpida —digo mirando mis uñas—, convence a mi padre de que soy cien por ciento capaz de manejar esta empresa y ya veré que hacer con este problema.

Me pongo de pie y salgo de su oficina encontrando a la secretaria que hace unos momentos estaba teniendo sexo con Donaban, ella me mira apenada quizá recordando el momento en el que entré a la oficina con una risa en mi rostro y ellos sorprendidos.

—Comunica a tu jefe que estaré aquí mañana temprano, quiero una oficina nueva libre de sus fluidos y de los tuyos —la mujer asiente nerviosa.

Salgo de ese sector y me despido de la recepcionista mal educada.

Tal vez un corte de empleados no estaría mal, pero conociendo a mi padre se indignaría.

Entro al elevador, este empieza a bajar a la vez que se llena de personas, llegando al décimo piso comienza a salir mucha gente.

La caja metálica empieza a cerrarse pero es interrumpida por un bolso.

—Detengan el elevador —una voz varonil nos desconcierta a todos, aprieto el botón de pausa para que él dueño del bolso tirado en el piso entre—, me podrían ayudar a mover mi maletín para que la carretilla no lo aplaste.

Recojo el maletín de cuero mientras observo pasar una carretilla llena de paquetes.

Al entrar por completo puedo observar al dueño de la voz, un hombre alrededor de veinticinco años repleto de tatuajes, con músculos muy bien definidos que sobre salen de su camiseta y unos shorts es todo lo que aprecio.

Él nos regala a todos una sonrisa aunque es ignorado por todos, hasta por mí.

¿Qué hace un chico cómo este aquí?

—Su bolso —digo dándole el maletín, él me regala una sonrisa coqueta pero lo único que recibe de mi parte es una mirada fría, sacó de mi bolso mi teléfono para poder ver si tengo el número de la agencia de modelaje a la que pertenezco.

—Creo que te he visto en alguna parte —dice el chico que se encuentra parado a la par mía.

—No lo creó —le digo mirándolo de reojo para luego volver al teléfono y marcar el número.

—Ya recordé, tu saliste en Vanity Fair [1] en la publicación del mes pasado ¿Pero que hace una chica como tú en una empresa bancaria? —la llamada ya estaba entrando y el elevador estaba a punto de llegar al último piso.

—Mejor diga ¿qué hace un chico como usted en un lugar con clase como este? —las puertas se abren, por lo que soy la primera en salir aun con el teléfono en mi oreja.

La contestadora me invita a dejar un mensaje por lo que cuelgo.

—Trabajo en mensajería como medio tiempo —Una voz detrás mío me asusta— lo siento, no quería asustarte.

— ¿Porque me dice esto? —Pregunto enojada—, y no me vuelva asustar así.

—Por tu pregunta, ya que sabes lo que hago ¿irías a tomar un café conmigo?

¿Este que se creía? Ni siquiera lo conocía y ya quería una cita.

—Ni en un millón de años —estaba por irme cuando su voz me detuvo.

— ¿Es porque soy mensajero? Porque si es así deja que te diga que muy pronto me ascenderán.

—No, cuando digo no, es no, así que no molesté —me acerco a los de seguridad para entregar mi gafete.

FrívolaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora