Capítulo 10

457 39 1
                                    



Si me pagaran por escuchar a un hombre decir que las mujeres somos complicadas, creo que tendría dinero para reencarnar cinco veces más; si tan solo supieran que los complicados son ellos pero no, ellos siempre pensaran: primero yo, segundo yo, tercero yo.

Uno de mujer no puede pensar como ellos porque ya es una bruja malvada o una vil zorra, inclusive algunas mujeres piensan lo mismo, como por ejemplo: mi madre.

―¡No puedo creer que hayas hecho semejante estupidez, Jaén! La prensa rosa estaba allí, si estos llega a manos americanas seremos el hazme reír de la sociedad, tu como mujer debes respetar a tu marido, servirle y atenderlo bien para que no se vaya con ninguna otra mujer que le pueda dar lo que tú no le das. ―estamos en el siglo XXI y aún tiene semejante pensamiento―, si él quiso invitarla es por tu culpa, nada más tuya.

Si fuera una de esas niñas sensibles, en este momento estaría moqueando y con muchas lágrimas en mi rostro, pero como mujer "actual" que soy, decidí no derramar ninguna lagrima que no valiera la pena.

―¿se puede? ―hablando del rey de Roma y este que se asoma―. Nancy, su marido la espera afuera ―mamá me da una mirada de advertencia y me deja sola con Donaban, yo me encuentro sentada en la taza del retrete del baño privado que es únicamente exclusivo para mí―, nuestro vuelo para Marruecos está programado para mañana en la noche.

―Sé que estas cabreado así que más vale que lo sueltes ahora antes de que me asesines más noche.

―No diré nada ― ¿Ahora entienden lo que digo? Ellos son los complicados, después dicen que somos nosotras; hace un rato defendía y me decía que no la insultara, ahora me dice que no dirá nada―, este es tu día y yo sé que aunque esto fuera una farsa, cualquier mujer querría que fuera perfecto, discúlpame por haberla invitado.

Bien, esto cambia todo.

Admito que me ha removido algo dentro de mí, quizá sea satisfacción pero es que esto es como un milagro, ningún hombre admite su culpabilidad y pide fácilmente disculpas.

―Te disculpo ―digo un poco desconfiada, sus ojos azules me miran con escrutinio acompañado de un silencio incomodo―, es mejor que volvamos a la fiesta ―agarro la cola de mi vestido y con un poco de ayuda por parte de mi esposo soy levantada de ese feo retrete.

Afuera todos se divierten, algunos hablan de lo sucedido y otros me echan ánimos, al parecer no todo está mal.

―Es hora de marcharnos ―Donaban toma mi brazo mientras interrumpe la conversación que estoy teniendo con mi padre y algunos socios, maldito.

―Me parece bien hijo, tienen mi bendición por lo que espero que esta noche suceda el milagro de una nueva vida ―Papá nos guiña un ojo; no sé si era vergüenza pero mis ganas de estrellar mi cabeza repetidamente sobre una pared aumentaba por cada tontería que había escuchado esta noche.

―Eso espero ―termina mi marido con malicia, esta será una larga noche...

•••

Donaban me observa nervioso antes de abrir las puertas de su lujosa casa, yo no me siento nerviosa aunque admito que me encuentre un poco ansiosa por lo que sucederá.

―Bienvenida a casa, esposa mía ―observo su interior, han pasado tres meses desde que pise por última vez este lugar, su decoración ha cambiado mucho.

Entro sin pedir permiso, camino el pedazo del recibidor adentrándome a una moderna sala de estar, encima de un mueble se encuentra una foto que aborrezco mucho tan solo echarle un medio vistazo, Donaban abraza muy alegremente a Abby junto con un infante, por un momento siento un pinchazo en mi pecho, ella y yo somos tan distintas.

FrívolaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora