Prólogo

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Los minutos parecían ser eternos para una familia en particular de aquella sala de espera en aquel hospital, la tensión y los nervios de los integrantes se podía ver en cada movimiento que hacían, después de todo, uno de los miembros había caído de una fatal manera de las escaleras, provocando una hemorragia cerebral que era tratada con todo lo posible.

Sin embargo, el destino tenía otros planes para él y estos no era en vida, por lo que cuando el doctor regresó y pronunció un "lo lamento" la mujer comenzó a llorar en los brazos de su esposo, quien trataba de mantenerse fuerte para ella a pesar de que también derramaba lágrimas. La niña comenzó a llorar una vez asimilada la situación y se aferró fuertemente a su padre, quien, con su brazo, la rodeó de los hombros.

Por su parte, el más joven de la familia se encontraba sentado en una de las sillas de la sala de espera y, al ver a su familia en ese estado, no pudo evitar dejar salir lágrimas de dolor y tristeza. Vio a su tía llamar a alguien rápidamente, con los ojos cristalinos daba la desgraciada noticia a la otra persona de la línea para que empezaran a comenzar algo a lo que el pequeño había oído como "velorio". Aunque no sabía que era, por el tono en que lo dijo sabía que era algo muy triste.

Después de un rato, los adultos, padres del fallecido, siguieron al doctor entre los pasillos del hospital para llevarlos a hacer los trámites de defunción mientras la niña se quedaba con su tía; el niño siguió a sus padres por un buen rato, pero al llegar a la puerta donde estaba el cuerpo, no pudo adentrarse, por lo que se dio media vuelta y comenzó a caminar sin rumbo por el hospital hasta quedar en un pasillo completamente solitario donde habían unas bancas color azul.

Decidió sentarse un momento a pensar en todo lo ocurrido, sintiendo como poco a poco gruesas lágrimas empezaban a resbalar en su rostro, cada vez más rápidas y frecuentes. Simplemente no podía creer lo que estaba pasando...

—¿Pol qué llolas? —Escuchó que le preguntaba una dulce, inocente e infantil voz. Levantó su rostro empapado, encontrándose así con la mirada curiosa de un niño al que le calculaba unos cinco años—. ¿Pol qué llolas? —Volvió a preguntar el pequeño ladeando la cabeza de una manera muy tierna. El mayor estaba asombrado.

—Porque por mi culpa mi familia llora —respondió con un sabor amargo, tratando de parar su llanto. Pero parecía que todo esfuerzo era en vano.

—¿Pol qué? —El chiquillo se acercó más a él para después sentarse al lado suyo.

—Porque si hubiera tenido cuidado toda mi familia estaría cenando felizmente como siempre... —Se expresó con melancolía, recordando todas esas cenas animadas que su familia siempre había formado sin ningún esfuerzo, todo debido al gran amor que se sentían por todos los miembros.

—¿Cómo te llamas?

—Me llamo Lui, ¿y tú?

—Piko —contestó alegremente el pequeñín balanceando sus piernitas que aún no alcanzaban a tocar el suelo—. Mi mami siempre dice que las cosas pasan pol algo y que no hay que dejalnos lleval pol Sr. Tlisteza —El mayor sonrió ante el relato del menor y por el hecho de que este aún no podía pronunciar la "r". El niño al mirar su sonrisa ensanchó la suya—. Y tu familia te debe quelel, polque por eso es tu familia. Ellos no están enojados, estoy segulo. —Finalizó el chiquillo, haciendo que las preocupaciones del más grande se disolvieran ante la inocencia de su alma.

—Gracias... —dijo el mayor de ellos con el brillo que sus ojos habían perdido por la situación. El pequeño bajo de un salto de la banca y se paró frente a él.

—¿Quieles ju...?

—¡Piko! —El pequeñín escuchó una voz perfectamente conocida para él, seguido de unos pasos acercándose al pasillo.

—Es mi mami. —Le avisó a su acompañante, dirigiéndose había donde había provenido la voz. Se encontró con su madre cargando a su hermanita de unos meses de edad mientras entraba al pasillo en el que estaba.

—Piko, ¿qué estabas haciendo? Te había dicho que no corrieras —preguntó y regañó la mujer.

Peldón —Se disculpó su hijo avergonzado—. Estaba hablando con Lui.

—¿Y quién es Lui?

—El niño de allá... —El pequeño señaló a las bancas, pero se quedó extrañado al no ver a la persona con la que estaba platicando hacía unos segundos. Se fue corriendo hacia el otro extremo del pasillo y miró el corredor que interceptaba en el que estaba, sin embargo, no había nadie allí.

—¿Estas bien, hijo? —preguntó la señora con preocupación al ver al niño de esa manera. El menor volvió a correr hacia ella.

—Estaba aquí... —dijo el pequeño mirando hacia todos lados.

—Bueno, eso ya no importa. Hay que ir a ver a papá, ¿te parece? —Le propuso su madre y su sonrisa volvió a aparecer.

—¡Sí! —exclamó con entusiasmo tomando la mano que le ofrecía su madre, para así comenzar a caminar por unos cuantos pasillos.

—Gracias... Te visitaré a menudo para jugar contigo —dijo apareciéndose de nuevo el niño de diez años, de nombre Lui, antes de convertirse en una esfera de luz y cruzar por completo aquella línea ente la vida y la muerte.

El Llamado de los MuertosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora