Capítulo 4- Chico Misterioso, Pareja Inusual

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El adolescente de cabello blanco se encontraba en camino hacia la biblioteca a la que su hermana siempre iba, aquella a unas calles de su casa. Suspiró, el chico, ante unos ojos comunes, parecía estar solo, pero él se encontraba acompañado del rubio quien le confirmó lo que era: Era el Cantavis-mors de este milenio...






—Sí —Había dicho Oliver—. Escuché a unas personas que ya habían cruzado la línea y habían vuelto para analizarte... y decían que tú eras el Cantavis-mors... porque en parte pudieron regresar gracias a tu energía, por eso me quedé contigo... Igual Melínoe lo mencionó... Tú eres el Cantavis-mors de este milenio. Eres el puente entre la vida y la muerte de este milenio. —Se había quedado perplejo mientras que un sentimiento de miedo e inseguridad lo invadió ante aquella descripción.

—¿Piko? —Lo llamó su hermana, reaccionó— ¿Sucede algo? —preguntó claramente preocupada. El mayor de los hermanos se quedó meditando.

—¿Puedo? —Le preguntó el Utatane al de ojos ámbar con la mirada baja.

—Esa es tu decisión —Le contestó este—. Todos somos libres, si deseas contarle a ella es tu decisión. —El menor suspiró.

—Yo... —"No debería contárselo... Pero es mi hermana y siempre me ha ayudado en cada cosa que le pido...", pensó, la niña lo veía expectante. "Debo contárselo, de todos modos, conociéndola se va a enterar por sus propios medios",— Yo he visto a una mujer... Una mujer cuya parte inferior de las piernas era translúcida... —Le relató a su familiar, esta puso una expresión de terror—. No te preocupes, no me hizo nada malo —Se apresuró a decir al ver la expresión de la niña. Esta se calmó, pero aún tenía miedo—. Ella dijo que había venido a despertarme para que comience a prepararme para mi misión...

—¿Qu-qué misión? —Le preguntó. Él negó con la cabeza.

—No sé... —La Utatane iba a decir algo, pero fue interrumpida por unos toques a su puerta.

—Hijos, ¿están ahí? —Se escuchó la voz de su madre detrás de esta.

—Sí —dijo la hija para luego abrirle la puerta a su progenitora—, ¿sucede algo?

—No, solo les venía a decirles que la comida ya está servida, y que ya bajen. —Les dijo la mayor.

—Esta bien —respondieron al unísono los hermanos. La mujer sonrió y se giró para dirigirse a las escaleras.

—Todavía tenemos que hablar. Mañana ve a la biblioteca a la que voy, debe haber pistas de lo que te dijo —Le susurró la niña al adolescente antes de seguir a su mamá.

Después de aquella conversación los hermanos Utatane no pudieron hablar más, puesto que su progenitora les había mandado a alistarse para salir a la calle con ella, regresaron algo tarde y, como era día de semana, tuvieron que irse a dormir.










—Oye, ¿te sientes bien? —Le preguntó Oliver a Piko, ya que este parecía estar perdido en sus pensamientos—. ¡Oye! —gritó a lo que el de cabello blanco paró y parpadeó.

El Llamado de los MuertosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora