Capítulo 3- Preguntas

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—¡Oye! —gritó el rubio de ojos ámbar después de salir de una pared, poniéndose al frente del de cabellos blancos en un pasillo, este por reflejo intentó frenar, pero, debido a la velocidad en la que iba, no pudo mantener el equilibrio y se cayó hacia adelante, traspasando al chico que lo detuvo. Aquello hizo abriera los ojos enormemente—. ¿Estás bien? —preguntó el mayor volteándose, el de ojos peculiares estaba en cuatro.

"Lo acabo de traspasar... Lo acabo de traspasar... ¡Lo acabo de traspasar!", gritaba sin creerlo en su cabeza mientras seguía en la posición mencionada, mirando al suelo. Sus ojos reflejaban miedo y shock. El otro chico se puso frente a este tratando de chocar sus miradas.

—Oye...oye, ¿estás bien? —Lo llamaba, pero al ver que el otro muchacho no respondía pasó una de sus manos frente a la mirada del Utatane. Este reaccionó.

—¿Qué? —preguntó para después alzar su mirada, encontrándose con el rostro del de ojos ámbar cerca del suyo. Un leve sonrojo se posó en sus pálidas mejillas. "Que lindos ojos", pensó, "... No, espera, ¿qué?", parpadeó y recordó lo que había sucedido hacía segundos. "¡Lo traspasé!", pensó antes de hacerse para atrás.

—Tranquilo... Tranquilo... —dijo el mayor con miedo a que Piko volviera a salir corriendo—. No te voy a hacer nada... No te voy a matar, no te voy a hacer daño, no te voy a morder, no te voy a violar... No te voy hacer absolutamente nada...

—¡¿Y cómo sé que no me harás nada?! —preguntó histérico el Utatane.

—Porque, de hecho, aunque quisiera sería demasiado difícil para mí hacerlo ya que se necesita un odio o un dolor muy grande para hacerles mucho daño a los vivos, cosa que no tengo, así que, por favor, no corras —respondió el que estaba con una rodilla en el suelo, parándose.

—OK —contestó después de un silencio el de cabello blanco, a lo que el rubio suspiró aliviado—. ¿Quién eres? —preguntó tímidamente el menor, el mayor sonrió.

—Soy Oliver, es un gusto conocerte, o más bien que me conozcas, Piko. —Le dijo haciendo una pequeña reverencia a modo de juego. El mencionado quedó perplejo.

—¿Có... cómo sabes mi nombre? —preguntó claramente sorprendido.

—¿Quién crees que te habría la ventana todas las mañanas para que tu lechuza entrara y durmiera y te deseaba los buenos días cuando estabas recién despierto desde hace una semana? ¿Quién crees que hacía aparecer las cosas a tu vista cuando no encontrabas algo desde hace dos semanas? ¿Quién crees que te llevaba la toalla cuando tú, por andar distraído, la olvidabas para secarte cuando te bañabas las últimas 3 semanas? Por cierto, linda figura. —Dicho esto la cara del de mirada dispareja parecía un tomate.

—Pe... ¡Pervertido! —gritó para luego intentar darle un golpe al rubio, lo cual fue lo mismo que dar un golpe al aire. Cayó al suelo de nuevo.

—Oye, oye, discúlpame, pero yo jamás te vi desnudo. Simplemente veía tu figura atreves de la cortina, jamás me metí. —Se defendió Oliver, poniéndose de nuevo frente al otro chico quien se paró.

—Aun así, no tenías que entrar, por algo tengo baño propio —protestó el de ojos extravagantes.

—Siempre que salías terminabas mojando todo el piso del baño y tenías que limpiarlo, así que te evite trabajo, agradécelo. —Se defendió el más alto.

—Está bien, gracias —reconoció—. Pero aun así eres un pervertido, además de pedófilo porque pareces más grande que yo —culpó.

—Óyeme, óyeme, yo cumplo diecisiete hasta el 21, así que técnicamente tengo tu misma edad, por lo que no soy un pedófilo —dijo a lo cual recibió un bufido del otro chico.

El Llamado de los MuertosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora