Simple mirada

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—El Profe Mellark tiene unos dibujos tuyos, son preciosos—asevera con voz cantarína la pequeña Ghynie y me sorprende
—¿Dibujos míos?— le pregunto con el corazón martillándome deprisa.

—Sí, hoy debíamos esbozar y él saco sus libretas, tomé una sin permiso, tiene una libreta completa llena de dibujos sobre ti.

—¿Cómo sabes que era yo?, tal vez era otra chica Ghy.

—¡No!, de verdad eras tu Kat y cuando le pregunté  por qué te dibujaba, el profe dijo que le encantaba dibujar lo más bello que existe en el distrito— termina haciendo gestos como si no lo comprendiese. Tiene 10 años y veo el desconcierto de esas palabras en su rostro.

Me emociona lo que ha dicho, aunque tal vez no entendió bien.
No he dejado de pensar en él, en la primer sonrisa que me ha dedicado desde que tengo memoria, de como sonó mi nombre en sus labios...en su mirada.

Pero dejo de lado las tonterías sin sentido y continúo mi día.

Cuando salgo para seguir mi ayuda en casa, voy cargada de cajas con vendas, frascos, alcohol, almibares; algunas cosas que obtuve de los trueques de hoy, y con el pensamiento de ese chico y su libreta de dibujos míos.

En el camino me encuentro de nuevo a Peeta, va saliendo de una casa, quizás sea la de su...Delly.
Sus ojos se abren al notarme y me dicen que le sorprende encontrarme tan noche.

—¿Quieres ayuda?— ofrece acercándose por mi lado derecho.

Yo solo lo observo, parece tan distante, lleno de secretos, como yo.

No necesita ni espera mi respuesta para empezar a aligerar el peso de mis brazos.

—Gracias—  digo recuperando el habla con solo una caja en brazos. —Puedo llevar más, dame un par, así iremos parejos.

—No, así esta bien, yo puedo— declina serio observándome a los ojos. Ese simple acto suele incomodarme, no soy buena manteniendo el contacto visual; pero él parece que me hipnotizara con sus azules pupilas, me es difícil despegar la mirada.

—¿Hacía dónde vas?, ¿a tu casa?— interroga.

—Sí— contesto a ambas preguntas e iniciamos el camino.

No hablamos los primeros metros y las ganas de romper el hielo aumentan junto a la incapacidad de saber ¿cómo?

—¿Cuándo es la boda?— pregunta él rompiendo el silencio.

—No lo sé— contesto rapidamente y me doy cuenta de lo tonto que se escucha.

—¿Aún no tienes fecha?— cuestiona serio, viéndome de reojo.

¿Por qué no sonríe? Me pregunto molesta, a todos les sonríe siempre tan fácil y a mí no, ¿no le agrado?, ¿Le resulto molesta?,  ¿Por qué me preocupa esto?

—No, aún no tengo fecha, ¿y tú?— continuo como puedo el tema, escondiendo mis dudas.

—No, tampoco, aunque ya tuvimos fecha hace tiempo solo que...

—¿Qué?—pregunto escuchándome ansiosa, tan extraño en mí interesarme por cosas de otros.

Él me ve directamente por un segundo y se voltea como si le ofendiera mirarme.

Me hace sentir mal
—No tienes que contármelo,— agregó a la defensiva sin motivo alguno.

—Mi padre enfermó, y mi hermano mayor tuvo un hijo, ambos sucesos en fechas cercanas, además de que yo no ...

Se queda callado y no sé que más decir o responder a eso.

—¿Tienes mucho de comprometido?— esa pregunta me estuvo rondando tanto que tenía que hacerla, salio sola.

En El Camino (Katniss y Peeta si no hubiesen ido a los juegos) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora