Extra ĪĪ: La Posibilidad que da el tiempo

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Me estiro más.
¿A quién se le ocurrió la magnífica idea de dejar el frasco tan alto?

Resoplo malhumorada.

Observo a mi alrededor. Descartó de inmediato las sillas y no hay ningún banco aquí. De pronto se me ocurre.

Camino con rumbo a el pequeño armario bajo la escalera. Lo abro y extraigo el arco que metí de contrabando del bosque hace un par de años, cuando se rompió de un extremo y ya no pude utilizarlo. No pude tirarlo, lo fabrico mi padre, es de las pocas cosas que me quedan de él.

-Bueno papá, tu arco hoy me servirá para darme comida dentro de mi cocina- digo en voz alta a su persona como si estuviese aquí.

Estoy sola, Peeta esta en la panadería, después iría a la estación de trenes a traer los artículos que pedimos. Hoy llegará el cargamento del Capitolio al fin.

Me acerco de nuevo a los estantes y me paro de puntas, ahora con el arco en alto sosteniéndolo solo de un extremo.

Pero sigo sin alcanzar. Bufo y golpeo el suelo con el pie. De verdad quiero esas galletas.
Veo la silla. Veo la ventana y observo detenidamente, no se ve, no quiero que él me sorprenda.

Jalo la silla, la acomodo y subo. Estiro un poco más las manos y un dolor en las costillas me hace quejarme. Sin contar otro que me hace apretar los dientes.

-¡Lo sé!, ¡Ya voy! Yo también quiero galletas.

-¿Qué haces?- su voz me sorprende y me siento como niña sorprendida haciendo travesuras. Él corre a mi lado.

-tu tienes la culpa, escondes las galletas y él quiere- señaló las galletas y luego mi vientre enorme.

-Yo no las escondo. Ahora baja- me extiende las manos y con sumo cuidado me ayuda a bajar.

Abro el frasco sin prestarle atención a su cara de reprobación. Los golpes en mi vientre cada vez son más fuertes. Meto una a mi boca y acaricio al pequeño Mellark que se mueve incesante dentro mío.

-Pudiste haber caído- habla Peeta al
Ver que lo ignoro. -si las galletas estaban ahí es por que debes dejar de comer azúcar.

-Eso no va a pasar. Mi esposo es panadero- respondo con la boca llena y sigo comiendo.

Peeta resopla, se acerca a mi y besa mi frente dándose por vencido. Sabe que esto en una pelea perdida desde el inicio.
Mis niveles de azúcar han estado mal según mi madre, y la mayor parte del embarazo a sido difícil.

Debería decir que todo en el me a resultado difícil. Los años juntos han sido gloriosos y la idea de hijos quedo siempre en el limbo. Él no quería y yo tampoco.

Pero la vida te muestra las posibilidades, primero me dejo presenciar la boda de mi hermosa hermana, luego me convirtió en tía, y la hermosa sensación de sostener un nuevo ser en los brazos nos dio a Peeta y a mi la seguridad de que algún día querríamos una parte nuestra cristalizada en un hijo.

No lo hablamos durante un tiempo, hasta que ambos estuvimos seguros de afrontar los miedos que nos detenían.

8 años de matrimonio, de un dulce matrimonio. Sucumbí al terror cuando al fin una falta me anunció la llegada de un posible miembro a nuestra vida.

En El Camino (Katniss y Peeta si no hubiesen ido a los juegos) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora