Él

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Me niego a pensar en él, pero por vez primera mi mente no obedece.
Él aparece una y otra vez.

Sus ojos, su rostro serio, esas sonrisas que no me dedica, que se niegan a aparecer cuando lo único que quiero es que me dedique una.

Cambio de camino, me tapo los oídos si algún niño lo menciona y aún así en mi mente sigue rondando en él.

Él parado  afuera de la panadería.
Él aventándome el pan.
Él mirándome cuando recojo un diente de león.
Él sonriendo a sus amigos.
Él en los pasillos de la escuela.
Él cargando sacos de harina junto a sus hermanos.
Él en la plaza.
Él de la mano con esa chica rubia.
Él sonriéndole con ojos brillantes.
Él riendo abiertamente.
Él sentado a mi lado mirándome fijamente, rogándome con la mirada que hable.
Él diciendo con los ojos, lo que ambos nos negamos a hablar.
Él. Todo el día él y sus ojos azules.

—¡Basta Katniss!— me grito exasperada, esto es enfermizo, es estúpido, no tiene sentido.
Estoy parada a medio camino, una mujer que caminaba cerca mío se detuvo a ver que pasaba, me echó una mirada y continúo su camino mirándome de soslayo. Debe creer que estoy loca, y no esta lejos de la verdad.

Veo mi mano —Maldita piedra azul— exclamo como si fuese su culpa lo que pasa en mi cabeza. Giro el anillo ocultándolo de la vista, como si me ofendiera mirarlo; como si ese fuera el remedio.

Contínuo andando cuando un olor me baila en las fosas nasales recorriendome todo el cuerpo. Me pone la piel de gallina, un hueco en el estómago nace y crea miles de aleteos internos.
Luego lo escucho: ríe.

Me niego a voltear hacía donde viene el sonido.
—Cariño no es gracioso— la voz infantil de mujer destroza mis intentos de mantenerme indiferente.

Volteo.

—Lo lamento, pero es inevitable, pareces merengue—balbucea risueño y sigue riendo.

La veo y sin lugar a dudas es la
imagen más dolorosa que he presenciado en mi vida.

Un vestido de novia.

Ella esta vestida con uno, su pelo rubio recogido, tiene las mejillas rojas,  y aun a mi distancia puedo ver dolor en sus ojos, por la risa de él.

—Pensé que te gustaría— murmura bajando la vista hacía la blanca tela, con manos temblorosas toma el abombado vestido y entra hacía el negocio de costura.

Peeta guarda silencio.

—Lo lamento Dell— se disculpa. Levanta los brazos, mete sus manos en el pelo y gruñe
—Maldita sea, ¿por qué es tan difícil?, ¡¿por qué?!— escucho en su voz matices de desesperación y suplica.

Se recarga en la pared y se deja ir hasta el suelo, baja la cabeza y recarga los brazos en las rodillas.

¿Que esperas Katniss? Continúa tu camino, esto no te incumbe.

Y aun así estoy clavada ahí, observándolo, parece sufrir, parece perdido.

Él levanta la mirada y me ve.

—Mañana temprano en la alambrada, donde te vi con ella—
Suelto sin pensar viendo sus ojos.
Sigo mi camino sin voltear atrás, sin esperar respuesta.

La imagen de él sentado en el
suelo, me acompaña el resto del día, su risa resuena en mis oídos.

No duermo, solo doy vueltas en la cama, ¿qué hice?, ¿lo invité?, ¿para qué?, ¿con qué propósito?, ¿quiero su amistad?

Miles de preguntas llegan y solo una respuestas me parece sensata y correcta: Quiero verlo sonreír.

Me levanto no soportando la cama ni un minuto más, son solo las 5 am e igual salgo de casa.

En El Camino (Katniss y Peeta si no hubiesen ido a los juegos) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora