Aquí:Cinco

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                                                                       Aquí: Cinco

Apenas llegado al descansillo de su casa, cuando aún estaba buscando las llaves, empezó a sonar el teléfono. Tuvo que tirar el maletín al suelo para tener las manos libres, abrir las dos cerraduras y salir galopando por el pasillo para cogerlo antes de que dejara de sonar. Podía ser Ana. Podía ser Talia.

Era fundamental que llegara a tiempo.

Se golpeó la espinilla contra la pata curvada de la consola que tanto le gustaba a Ana y tuvo que reprimir una palabrota al descolgar. 

-Diga.

-¿Hablo con la casa de Natalia Castro Díaz?

Era una voz femenina desconocida que, sin saber por qué, le erizó todo el vello del cuerpo. Supo sin que nadie se lo dijera que algo terrible acababa de sucederle a Talia.

-Soy su padre, Miguel Castro.

-Mire, señor Castro, siento decírselo. Ha habido un accidente. 

-¿Un accidente?- preguntó con la boca repentinamente seca-. ¿Dónde?

-Le llamo del Hospital Provincial. Tenemos aquí a su hija Natalia. Sería mejor que viniera cuanto antes. 

-¿Qué le ha pasado? ¿Cómo está?

-No sé decirle, señor Castro. Lo único que sé es que ha habido un accidente de tráfico, un tranvía y un camión al parecer. Han ingresado a mucha gente.

-Pero ¿qué le pasa a Talia?

-No lo sé. Yo sólo informo a los familiares. En cuanto venga, podrá hablar con uno de los médicos.

-Gracias. Salgo para allá. 

Colgó como en trance, se sentó en la silla de al lado del teléfono y, sin que viniera a cuento, se preguntó por qué había dado las gracias, cómo era posible que cuando le estaban diciendo que su hija estaba en el hospital después de un accidente de tráfico, aún funcionaran todos los resortes de la cortesía social y uno diera las gracias por recibir esa noticia.

Se levantó sobre piernas inseguras y garabateó una nota que dejó sobre la mesa de la cocina:

Talia ha tenido un accidente. Está en el Hospital Provincial. Vengan en cuanto puedan.

Ya en la puerta del piso, se volvió como si alguien lo hubiera llamado, fue a la cocina y añadió:

Los quiero.

El Almacen De Las Palabras TerriblesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora