Capítulo 1: La curiosidad mató al gato.

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El frío viento chocó contra su rostro.

Había sido una estúpida.

Su vida era perfecta, era normal, tenía buenos estudios, un techo, amigos, familia.
Y terminó en la calle, sola, sin comida, sin techo, sin ayuda alguna... estaba completamente perdida.

-Disculpe... -la chica se acercó a una señora de unos 50 años aproximadamente, quién compraba en una panadería.

-¿Sí? -preguntó viendo a la chica con un poco de disgusto.

-¿Tendrá algunas monedas que me regale? -respondió tímida.

Esta era la cuarta vez que la veía por la calle, sola, pidiendo limosna a las personas.
Una idea pasó por su mente, no sabía si aquello era lo correcto, pero mejor negó.

-Lo siento, ahora no. -dijo un poco molesta y sin rodeos, alejándose se ella.

La chica asintió y se alejó para tumbarse en una esquina al llorar.
La dama se quedó inmóvil por unos instantes, odiaba hacer este tipo de cosas.
Quería hacer algo bueno en su vida, sabía que la idea era loca, pero si lo hacía ya no habría vuelta atrás.

Decidida, se volteó nuevamente y se acercó a paso lento con sus tacones, agachándose un poco y quedando a la altura.
La chica dejó de sollozar.

-¿Estás sola? -la miró. Ella asintió.

La inspeccionó un poco mejor y se dio cuenta que era linda; quizás sólo con un baño, un cambio de ropa y más, la chica recobraría vida. Además, tenía unos ojos de color celeste muy lindos.

-¿Sabes? trabajo en una casa, necesito ayuda en la cocina, si deseas... puedes venir conmigo, creo que podría ayudarte, pero tendrías que poner parte de ti. -dijo casi en un susurro.

Al parecer, había sido una de las mejores noticias de su vida, pues los ojos de la chica se abrieron al oír tal propuesta y se levantó casi feliz asintiendo. Sin pensarlo dos veces, asintió.

La señora sonrió y ambas caminaron y tomaron un taxi.



~•~



El taxi se estacionó una cuadra antes del destino y ambas bajaron

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El taxi se estacionó una cuadra antes del destino y ambas bajaron.

Caminaron hasta llegar a una casa rosada enorme, más bien, era una mansión gigantesca. La chica jamás en su vida había visto un lugar tan rosa, elegante, fuentes, flores.... rejas negras con diseños y puntas hasta arriba protegían todo.

Entraron por una reja pequeña y empezaron hacer su camino.
La chica miró mientras avanzaban por un túnel de plantas que parecía secreto, incluso podía ver un poco más de cerca la gran mansión.
Finalmente, habían llegado lo que parecía ser la parte de atrás, la señora abrió una puerta y ambas se adentraron.

Ella dejó las cosas en una mesa. Era una cocina muy grande, pintado de rosa pastel. La chica notó que los principales colores era rosa pastel, blanco, caoba y negro.

-¿Cómo es que te llamas, pequeña? -le preguntó a la chica alejándola de sus pensamientos.

-Me llamo Jenedith, pero también puede decirme Jenn -respondió en voz baja.

-Bueno... Jenn, primero necesito que tomes una ducha, te daré ropa y después te diré algunas cosas que necesitas saber. ¿Te parece bien? -la miró.

-S-sí... señora. -dijo tímida.

-Bien, y llámame Nona o Edith. -sonrió cálidamente. La chica sólo asintió y Nona empezó a decirle que hacer.



~•~



Había pasado un rato y Nona había sido una persona muy linda y dulce con Jenn; le dio una cama, ropa, comida y techo, era un poco, pero para Jenn era perfecto.

-Dormirás en la misma habitación que yo, recuerda eso, tu cama estará al lado de la mía. -ella asintió-. Ahora, necesito darte las reglas más importantes ¿sí?.

-Claro.

-Bien, esta casa no es para ti, me refiero a que no puedes hacer nada de lo que hacen las demás chicas de aquí.

-¿Hay más personas viviendo aquí? -dijo un poco con la voz alzada. Nona le pidió silencio.

-Sí, esta casa es... una casa para chicas de tu edad.

-¿Yo? -se señaló así misma. Nona asintió-. ¿A que se refiere con eso? -preguntó.

-Me refiero a que el único lugar en donde puedes estar es aquí, en la cocina y nuestra habitación. No puedes ir más lejos de la casa, está prohibido para ti, excepto yo que me encargo de limpieza y otras cosas, si te ven a ti, te mandarán otra vez a la calle ¿entiendes? -la chica asintió entendiendo muy bien-. Si quieres quedarte, debes ser obediente, sólo no vayas más lejos y jamás dejes que alguien te vea ¿de acuerdo?.

-De acuerdo -sonrió la chica.

Pero un día, la curiosidad mató al gato... pero murió sabiendo ¿no?.




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