12. Un funeral lleno de pasión.

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     Aquella noche se podían ver las estrellas, brillaban como nunca en el espectacular cielo de Los Ángeles.

     –No me puedo creer que me hayas dejado conducir tu coche hasta la gala– Lexi conducía un Cherolet Camaro del 69. Aquel espectacular coche. Damon lo cuidaba como si fuera su mejor amigo y nunca se lo había dejado conducir a la rubia, bueno ni a ella ni a nadie.

     –Bueno preciosa, cuidadito, que aún estamos a tiempo de que conduzca yo– Damon se sobresaltaba a cada movimiento que hacía Lexi.

     –Venga Damon, tranquilizate– le contestó medio riéndose.

El moreno hizo caso a la rubia, respiró hondo y cerró los ojos, para disfrutar de la hermosa compañía de la rubia.

     –Damon– Caroline le dio un pequeño codazo a su hermanastro, este abrió los ojos. Volvió al presente, ahora le tocaba salir al ambón a decir unas palabras sobre su encantadora mejor amiga, que si no hubiese pasado nada hubiesen sido algo más.
Se colocó la corbata negra y sonrió a la rubia, esta le devolvió la sonrisa dándole fuerza.

Antes de llegar al ambón se quedó mirando el ataúd abierto, a petición de la madre de Lexi. Pero Damon no pudo contener mucho la mirada porque si no iba a ponerse a llorar y no podía permitírselo. Por lo menos no delante de toda una iglesia repleta de gente.

     –Hola a todos. Esto es muy difícil para mi– comenzó a decir– bueno supongo que también para vosotros, aun que no estoy aquí para autocompadecerme, si no para hablar de esta estupenda, fantástica, espectacular mujer...– Damon miró a la gente, la señora Branson estaba sentada en primera fila junto a él jefe, Alaric la cogía del hombro dándola fuerza mientras que con un pañuelo se secaba las lágrimas, a dos asientos de diferencia estaba su prima, que había sido como una hermana para ella, Hanna Marin– bueno, que decir de ella que no sepáis ya. Se fue de nuestro lado muy pronto, aún nos quedaba por aprender cosas de ella, pero a mi me enseñó lo más valioso, a perseguir tus sueños, a no dejar pasar a las personas que quieres.

Hizo una pequeña pausa para no ponerse a llorar como un niño pequeño. Tenía que demostrar a todo el mundo que se podía tener fuerza después de perder a alguien tan especial. Pero lo único que quería Damon era encerrarse en su cuarto y no salir nunca.

     «–Todos queríamos a Lexi, la amábamos por todo lo que era, y hoy no es momento de ponernos a elogiarla, todos sabemos que sus virtudes eran innumerables, es momento de darla las gracias por todo lo que nos ayudó, nos enseñó, nos quiso. Por estar ahí cuando nadie más estuvo y cuando nadie quiso estar. Ella no nos dejó solos en ningún momento, lo dejaba todo por ayudar a la gente, sobretodo por la gente a la que quería– miró de nuevo a todo el mundo, ahora en el rostro de su madre una sonrisa se empezaba a asomar– así que como no soy yo el único que necesita darla las gracias, que tiene algo que decir, os invito a levantarnos y decírselo.»

Nadie se movió, nadie dijo nada. Damon estaba nervioso. Miró una vez más al ataúd abierto y miró a aquel hermoso rostro.

Aún así estaba preciosa con aquel espectacular vestido azul oscuro. Se acercó a ella hasta ponerse justo delante.

     –Lexi, gracias por quererme tal y como soy, sobretodo por creer en mí cuando ni yo mismo lo hacía, por estar siempre en aquel bar cuando Jo te llamaba desesperado– Damon ya no podía mas, con estas últimas palabras comenzó a llorar– por no darte por vencida, por no desesperarte, por aguantar una detrás de otra, y lo siento por no haberme dado cuenta antes de que lo único que quería eras tú.

Una mano se posó sobre el hombro de Damon. Elijah estaba a su lado mirándole, Damon asintió con la cabeza y se sentó de nuevo en su sitio.

     –Gracias por sacarme de aquel pozo hace un año, por siempre haber estado ahí, por ayudarme a darme cuenta de lo que necesitaba.

FORBES II: A Corazón Abierto|| Fanfiction||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora