Cap 9

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Los chicos salieron en manada, chocándose los cinco, dándose palmaditas en la espalda, tirándose unos encima de otros amistosamente o revolviéndose el pelo entre ellos, por sus caras sonrientes y los gritos que pegaban pude suponer que el entrenamiento había sido fructífero.

Por alguna extraña razón todos me miraban al salir, me sentía completamente fuera de lugar cada vez que lo hacían, no pintaba nada allí sola, además ellos eran muchos. Demasiados. Y todos parecían estar cómodos entre la gente que les rodeaba, yo no conocía a nadie y... Bajé la cabeza intentando evitar todas aquellas miradas, pero las seguía sintiendo. Cada vez que oía risas sentía como si se me clavase un puñal en el estómago, quería salir corriendo y volver a mi habitación. La charla con Zoe había sido muy liberadora y todas esas cosas, pero del dicho al hecho había un trecho y yo no estaba preparada para estar rodeada de gente, por muchas charlas motivadoras que Zoe se preparase.

— ¡Janet!

Derek salió de entre los últimos grupos de chicos que quedaban junto a un amigo y se acercó a mí sonriendo. Llevaba una ajustada camiseta blanca ligeramente mojada, debía de haberse dado una ducha antes de salir. Le marcaba el torso, dejando entrever sus pectorales y abdominales ligeramente marcados, aunque nunca había reparado en ellos.

— Perdón por hacerte esperar ¿Llevas mucho esperando?

— No... —dije con un hilo de voz

— Este es Johnny, bueno realmente es Jonathan, pero lo llamamos Johnny —explicó acercando al chico que le acompañaba

— Hola.

— ¿Qué hay? Oye Derek, pasado mañana a las once en el estadio, como te olvides te reviento.

— Que sí tío, no te ralles.

— ¡Pasado mañana a las once! —gritó Johnny alejándose

Derek le dedicó un corte de manga amistosamente.

— Puto pesado.

Permanecí inmutable, mirándole, quería terminar el condenado trabajo e irme. Cuando me devolvió su atención se sobresaltó y me miró fijamente a los ojos como si acabase de ver un fantasma reflejado en ellos.

— ¿Qué te ha pasado?

— ¿A mí? Nada.

— Tienes los ojos rojos e hinchados.

Guardé silencio buscando una excusa, pero no la había, obviamente había estado llorando y lo había hecho durante largos minutos.

— Ya... No importa...

— ¿Seguro? Es que... Buah, tienes una cara... O sea no digo que... Ya me entiendes...

«¿Me está llamando fea intentando negar que me está llamando fea?»

— Gracias...

— Bueno... ¿Vamos?

— ¿Dónde quieres hacerlo? ¿Vamos a una cafetería, a una biblioteca o...?

— A mí casa.

Me paré en seco.

— ¿A tu casa?

— Sí, vamos a estar solos, bueno a lo mejor Aitor se pasa más tarde porque hemos quedado y...

— ¿Por qué vamos a tu casa?

— Porque allí no tenemos un Wi-fi de mierda, tengo mi portátil y avanzaremos más rápido.

— Ya, pero...

Ya es tarde para decir lo siento (versión 2018)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora